“Y Fidel creó el PUNTO X”
El atentado a Palacio
Artículo publicado
en el libro:
“Y Fidel creó el
PUNTO X” — Reinol
González
Páginas 87-92 –
Saeta Ediciones 1987
El atentado en el Palacio
Presidencial constituyó el eje del esfuerzo final que hacíamos para darle sentido
a nuestra presencia en Cuba después de Bahía de Cochinos (Playa Girón),
tratando de derrotar el régimen comunista con un golpe desconcertante que
permitiera a los cuadros militares rebeldes comprometidos con nosotros a tomar
el poder para reorientar la Revolución desde adentro. La Revolución cubana
había sido popular, nacional e independiente. Ni los norteamericanos, ni los
soviéticos, ni ningún otro centro de poder determinó o tan siquiera influyó en
el proceso revolucionario cubano de aquel momento. Sin embargo, Fidel Castro y
sus partidarios estaban entregando el proceso revolucionario a la Unión
Soviética, convirtiendo a Cuba en un peón de la geopolítica de las grandes
potencias, sometiendo además al pueblo cubano a una nueva dictadura
caudillista. Con esta acción nos proponíamos eliminar los factores de poder
condicionantes y negativos para recuperar la independencia de la Revolución.
Tomamos la decisión no sin antes tener que superar grandes escrúpulos de
conciencia debido ala especial condición de ser un atentado colectivo, que
aunque dirigido en primer término a Fidel Castro y a Osvaldo Dorticós, (las dos
figuras más importantes del régimen en aquel momento), incluía también a todos
los que estuvieran en el área de fuego de la bazooka, inocentes o no. Ya
habíamos verificado que el público presente estaría lo suficientemente alejado
como para no ser alcanzado por el fuego, porque las autoridades, por medidas de
seguridad y para una mejor visibilidad de las primeras líneas, lo situaban a
unos 50 metros. Estábamos convencidos que era la única vía que nos quedaba
para darle un vuelco a aquel régimen que día a día cerraba el anillo
totalitario alrededor del cuello del pueblo cubano. En la preparación del
atentado participaron el MRP y el movimiento "Rescate" que dirigía el
Dr. Alberto Cruz ex- Ministro de Comunicaciones en el gobierno del Dr. Carlos
Prío Socarrás, último gobierno democrático que tuvimos los cubanos. El Dr. Cruz
había logrado que una Embajada aceptara recibir la bazooka y los rockets por
valija diplomática, las que habían sido gestionadas en el exterior por el MRP
y "Rescate". La Sección de Sabotaje del MRP se ocupó de conseguir el
apartamento en la Avenida de las Misiones
No. 29, octavo piso, apartamento 8-A, para lo cual hubo necesidad de sacar
clandestinamente del país a lafamilia que lo ocupaba, parientes de uno de los
miembros de la Sección de Sabotaje del MRP.
La acción debía ejecutarse el día 5 de Octubre de 1961 aprovechando la
concentración de masas que el gobierno había convocado frente a la terraza
norte de Palacio para recibir al Dr. Osvaldo Dorticós recién llegado después de
un recorrido de casi un mes por los países del bloque comunista. Fidel, Raúl,
el Consejo de Ministros en pleno, militares de todos los rangos, representantes
de las llamadas organizaciones de masas, etc. presidirían la tribuna preparada
en la terraza. No cabía la menor duda que el atentado no podía fallar. Lo único
que había que hacer era disparar. Todo estaba preparado: los uniformes para
camuflar la retirada, las colchonetas colocadas en su sitio, las armas de
reglamento, rollos de soga por si se hacía necesario un descenso por la
ventana del fondo... hasta el más mínimo detalle había sido tomado en cuenta.
Una semana antes al atentado, tomando las precauciones del caso, me hice
acompañar de Teresita, mi mujer, para inspeccionar el apartamento. Visita
arriesgada pero necesaria para tener la seguridad que todo estaba en orden y
que con seriedad podría continuarse adelante. Cuando me asomé = al cristal de
la puerta del balcón que daba a la terraza norte y comprobé la cercanía y el
seguro ángulo de tiro, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo... Dudé, sí, dudé,
¿estaba justificada la masacre? No se puede
juzgar ese momento del pasado con visión y criterios del presente. Teresita comprendió y calló. No quiso darme su
criterio para no influenciar mi decisión.
Me pareció que ella tampoco estaba muy convencida.
La organización de servicios médicos a la clandestinidad que con tanta
efectividad había organizado el Dr.
Augusto Fernández Conde, puesta en estado de alerta, situó instrumental y
medicinas en diferentes lugares. Las
células de acción y sabotaje engrasaban su pocas y rudimentarias armas para una
acción que desconocían. Todas las demás secciones del MRP y de
"Rescate" fueron puestas en estado de alerta. "Rescate"
tenía a militares infiltrados en diversos cuarteles y estaciones de policía
que fueron puestos en atención "por si algo ocurría en el país en los
posteriores días o semanas" sin otro detalle, sin otra explicación. La
tarde del día esperado para el atentado pedimos al MRP y al 30 de Noviembre que
estuvieran atentos a partir de ese momento porque un acontecimiento importante
estaba al producirse en las próximas horas o "días", acordándose un
sistema de comunicaciones basado principalmente en los correos personales.
Los cuadros obreros de los principales centros de comunicación y
servicios, que respondían a "Rescate" o al MRP, fueron objeto también
de nuestra atención, en particular los ómnibus urbanos, teléfonos y
electricidad... Yo no estaba totalmente convencido de la justificación moral
de esta acción, sin dejar de compender que para ayudar a que cesara el régimen
de opresión y represión existente en Cuba, con su secuela de fusilados,
prisioneros y exiliados, se hacía necesaria la ejecución de una acción de esta
envergadura. Sabía además, que por encima de las justificaciones que me
diera, mi conciencia quedaría de todas maneras marcada para el resto de mis
días. Entre el mar de cosas que hice el día señalado para el atentado una fue
darme una escapada hasta la Iglesia de San Antonio en el reparto Miramar. Yo
estaba atado sentimentalmente a esta Iglesia porque fue en su sacristía que
inicié formalmente la oposición insurreccional a Castro, al fundar el
movimiento "Acción Democrática Revolucionara" junto a los líderes
católicos Antonio Fernández Nuevo, Amalio Fiallo, Andrés Valdespino, y otros,
grupo que meses después se fundiría con las corrientes dirigidas por el Dr.
Rufo López Fresquet y el Ing. Manuel Ray para dar nacimiento al MRP. Esta vez
tenía necesidad de algo más que la sacristía. Medité, pedí ayuda, luz, apoyo.
Salí de allí decidido a seguir adelante, aunque una especie de remordimiento me
embargaba. Por mucho que trataba de evitarlo, no podía.
Antes de caer la noche ya me encontraba en el apartamento de mi suegra
en Línea y 16 en el Vedado, uno de los mejores escondites dada su localización
estratégica. Cinco automóviles fueron convenientemente preparados y situados
en lugares seleccionados después de un estudio a fondo: el Mercedez Benz, que
cediera al movimiento Gustavo Herrera, industrial santiaguero, (padre de María
Cristina Herrera, conocida y reconocida intelectual, miembro del MRP) militante
del MRP, muy generoso en sus contribuciones económicas, estaría destinado a
encubrir el transporte "diplomático". Disponíamos de 4 ó 5 chapas
(matrículas) de diferentes embajadas con sus banderas nacionales para ser izadas
en el extremo de la antena del carro. El
Mercedes y el automóvil de mi mujer, un Morris, pequeño carro de manufactura
inglesa, fueron situados en el sótano del edificio de Línea. Un Chevrolet, del año 56, en la calle Estrella, al fondo de
la Iglesia de Reina; un Buick en el parque de la Iglesia del Cristo en La
Habana Vieja y un Chevrolet al costado del cine Arenal en Marianao. Excepto el
Mercedes Benz, cada uno de los autos contaba con un maletero con doble fondo
que escondía armas cortas y parque para ellas y, a mano, en la guantera una
pistola cargada, lista para entrar en acción. La ubicación de los carros respondía
a su cercanía a las residencias o apartamentos que eran controlados por el
Movimiento para proteger a nuestros hombres quienes como yo estábamos en clandestinidad.
Los autos fueron ubicados en los lugares previstos bien entrada la tarde
del día señalado para el atentado. Cada sección del Movimiento tenía a su vez
un plan de operaciones que las mantenía listas para entrar en acción en cualquier
momento. Tres días antes, Veciana y yo perdimos contacto por mutuo y prudente
acuerdo una vez que todo estaba en orden para garantizar la acción. El contacto
debía restablecerse inmediatamente que diera comienzo la concentración frente a
Palacio, por medio de una llamada telefónica de él para indicar que todo estaba
O.K. También disponíamos de un equipo de militantes para servir de correo en caso necesario.
Aparentemente todo estaba en orden. Todos los caminos habían sido
tomados. Sólo quedaba esperar. Un disparo bastaría para que Cuba tuviera que
darse a la tarea de buscar nuevos gobernantes. Me senté frente al televisor
para esperar el desarrollo de los acontecimientos. Empezó el acto. Se sucedieron
los oradores. La llamada de Veciana no llegaba, lo que me inquietaba. Nada. La
concentración terminó sin que sonara un solo disparo. Empecé a recibir algunas
imprudentes llamadas de los pocos conocedores tratando de averiguar qué había
ocurrido. Me sentía como fiera enjaulada. ¿Qué hacer? Rechacé la idea que tuve
de acercarme a Palacio a esa hora para revisar la zona con la esperanza de
encontrar algún signo orientador. Las llamadas indiscretas empezaron a
cruzarse. Unos llamaban a otros con el signo de interrogación en los labios.
Aumentaban a medida que la madrugada avanzaba. La mayoría no podía establecer
relación entre la acción planificada y la concentración de Palacio porque era
habitual que el Movimiento aprovechara la distracción de parte de las fuerzas
de delatores y militares en las concentraciones para la ejecución de sabotajes
y otras actividades clandestinas.
Finalmente, en la madrugada recibí una llamada de Juan Manuel Izquierdo,
segundo jefe de Acción y Sabotaje, para poner en mi conocimiento que horas
antes, ya hechos todos los preparativos para realizar el atentado, Antonio
Veciana le pidió que lo transportara en su automóvil a un sitio cercano a la
Playa de Guanabo. Durante el camino Veciana lanzó a la carretera llaves de uso
personal y destruyó documentos que llevaba en un pequeño portafolio. Al llegar
al lugar, una lancha le estaba esperando. En ella embarcó hacía los Estados
Unidos. Juan Manuel me explicó que una vez que Veciana se fue, trató de
regresar a La Habana de inmediato para ponernos en conocimiento de estos
hechos, pero no pudo hacerlo porque por alguna razón de otro tipo, se estaban
efectuando registros en el área de Guanabo. La carretera fuertemente
custodiadale obligó a permanecer escondido en una casa abandonada en la playa
Uva de Caleta hasta que pudo abandonar el lugar. Yo no quería dar crédito a lo
que estaba oyendo. ¡Veciana se había marchado sin previo aviso, sin razón
aparente y sin dar explicaciones! Esa noticia me desplomó moralmente. Pocos
días después de estos acontecimientos, yo caería en manos de la Seguridad.
Artículo publicado en el libro
“Y Fidel creó el PUNTO X” — Reinol González
Saeta Ediciones 1987
No hay comentarios:
Publicar un comentario