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Bianchi Ross to you + 53 moreshow details
El más brillante de nuestros
combatientes
Ciro Bianchi Ross • digital@juventudrebelde.cu
29 de Julio del 2017 22:16:15 CDT
La reacción del pueblo fue espontánea: la noticia corría de boca en
boca por todo Santiago de Cuba y la gente comenzó a acudir al lugar de
los hechos, en el Callejón del Muro. Sobre el asfalto, rodeado de un
montón de esbirros uniformados, yacía Frank País, un maestro bautista
de 22 años de edad, jefe nacional de Acción y Sabotaje del Movimiento
26 de Julio y principal organizador del levantamiento popular de
Santiago, el 30 de noviembre de 1956, en apoyo al desembarco del
Granma. Cerca de él estaba tendido Raúl Pujol, a quien la organización
responsabilizó con la seguridad del líder clandestino y en cuya casa
pasara las últimas horas.
Llegó doña Rosario, la madre de Frank, y muy serena pidió que se le
permitiera acercarse al cadáver de su hijo. Se lo impidieron. Llegó
también la novia y no pudo contener el llanto. «No, dijo doña Rosario,
que nadie nos vea llorar».
Doña Rosario, que luego de reclamar el cadáver en el necrocomio, lavó
y taponeó sus heridas, diría que su hijo presentaba treinta y tantos
balazos en el cuerpo. Un testigo habló de 22; más de 50, dijo el
forense. Después de asesinarlos, el jefe de la policía de la ciudad
obligó a la tropa que lo acompañaba aquella tarde del 30 de julio de
1957 a que disparase sobre los cuerpos inertes.
Una tarde tremenda
Vilma Espín: Esa tarde fue tremenda para todos nosotros.
Inmediatamente llamamos a la mamá de Frank y a su novia América
Domitro para que fueran enseguida a reclamar el cadáver. Se le dijo:
«Usted tiene que ir y fajarse de cualquier manera, con los dientes, de
cualquier manera, para que le entreguen el cadáver de Frank». Y ella,
que es una mujer de un temple tremendo, arrancó para allá con una
fuerza enorme.
Armando Hart: Entonces se planteó el interés del Movimiento 26 de
Julio por que el recorrido del féretro hacia el cementerio saliera de
la casa de América Domitro para que pudiese pasar por la mayor parte
de la ciudad y se transformara así en un acto de agitación y combate.
Es decir, que resultaba necesario para los intereses del Movimiento
que el cadáver de Frank no se tendiera en su hogar. La madre de Frank
entendió las cosas en su más profundo sentido humano y les dijo a los
compañeros del Movimiento: «¡Frank no es mío, es de ustedes!».
Vilma: El entierro fue una manifestación de todo el pueblo. Los
centros de trabajo estaban cerrados, no había fuerzas públicas por
ninguna parte y la ciudad entera estaba tomada por el pueblo. La gente
que no iba en el entierro, tiraba flores a su paso, y hubo el caso de
gente de la Marina que esperaron el entierro y se cuadraron cuando
pasaba: fueron los que participaron, menos de dos meses después, en la
acción de Cienfuegos.
Rosario García: «Salas Cañizares fue el asesino de mi hijo Frank»,
dígole al Juez Especial. Y aquí fue cuando el Juez me preguntó si
estaba dispuesta a sostener lo que decía delante de Salas Cañizares.
«¡Cómo no!», respondí, y al instante hicieron entrar a la cobarde
hiena… El Juez Especial le informó lo que yo había dicho y el asesino
dijo que era mentira, que cuando había llegado, ya la Marina había
matado a mi hijo, que además «Frank era buscado por la justicia y que
era un gánster que usaba el nombre de un conocido comunista».
Yo lo escuché tranquilamente, y cuando terminó me preguntaron si tenía
algo que decir y dije entonces: «Señor Salas Cañizares, ¡qué iba a
decirle coronel!, en primer lugar usted ha jurado decir la verdad y no
sabe lo que significa esa palabra; en segundo lugar, ha hablado de
justicia, y yo pregunto al Juez si su justicia es la que impera». Aquí
Salas Cañizares intentó interrumpirme, pero no lo dejé diciéndole: «Yo
lo he escuchado a usted y usted tiene que escucharme a mí». Y
proseguí: «En tercer lugar, ha dicho que mi hijo era un gánster, ¡a
los gánsteres no los sigue el pueblo! En cuarto lugar, dice que mi
hijo era buscado por comunista, yo sé bien que no lo buscaban por
ladrón, por borracho o por vicioso. Lo buscaban por sus ideales. Y en
quinto lugar,
usted es un asesino que en un solo mes ha asesinado a mis dos hijos».
Golpes demoledores
Los días postreros de su vida fueron para Frank —nacido el 7 de
diciembre de 1934— de una actividad incansable. El 15 de marzo de 1957
pudo abandonar la cárcel de Boniato, donde pasó recluido varios meses,
al quedar en libertad por falta de pruebas en el juicio que se le
siguió junto a algunos de los implicados en los sucesos del 30 de
noviembre anterior y a los expedicionarios del Granma capturados tras
el desembarco.
Desde la prisión no cesó de orientar las tareas del Movimiento, y el
mismo día de su liberación, ya con el seudónimo de David, escribe a
los dirigentes de la organización para comunicarles sus inquietudes.
Dos días después analiza en otra carta la situación nacional: insiste
en que falta la unidad necesaria y dice que la resistencia cívica debe
activarse y que se soslaya la significación de los obreros en la
lucha. A partir de ese momento se dedica por entero a la
reestructuración del 26 de Julio, y labora en la organización de la
Resistencia Cívica, el sector obrero del Movimiento y las milicias
clandestinas.
Quiere sentar las bases para una retaguardia sólida que apoye al
ejército guerrillero naciente, y trata de crear un segundo frente de
guerra que aliviaría la presión militar sobre el frente de Fidel.
El 30 de junio sufre dos golpes demoledores: la policía captura herido
a Josué, su hermano menor, y lo remata. Y a causa de una delación, los
detalles del plan para la creación del segundo frente caen en manos de
las fuerzas represivas.
Aún Frank tiene tiempo para escribir un poema a la memoria de su
hermano, pero ya se le acosa sin tregua. Vive en una clandestinidad
rigurosa: se ve obligado a cambiar de escondite continuamente. Durante
su última semana de vida debe mudarse cuatro veces hasta que encuentra
refugio en la casa de Raúl Pujol, un sitio totalmente «quemado» que ha
estado bajo vigilancia policiaca y que carece de salida apropiada en
caso de emergencia. Ya no es David. Ahora es Cristian.
De Frank a Fidel: «Supongo que ya te habrás enterado de las últimas
noticias, hasta la pluma me tiembla cuando tengo que recordar esa
semana terrible. Todas las cosas tan detalladamente planeadas, tan
bien distribuidas, todas salieron mal, todas fallaron, unas tras otras
venían las malas noticias hasta parecer que nunca terminarían… El
segundo frente tan secretamente preparado fue abortado… aquí perdimos
tres compañeros más, sorprendidos cuando iban a realizar un trabajo
delicado y que prefirieron morir peleando antes de dejarse detener,
entre ellos el más pequeño que me ha dejado un vacío en el pecho y un
dolor muy mío en el alma».
De Fidel a Frank: «Todos admiramos el valor sereno con el que
afrontaste las amarguras de esa semana trágica… En nombre de todos los
combatientes de la Sierra Maestra y sus oficiales, exprésales a tu
valerosa mamá y demás familiares nuestro más sentido pésame. Y para
ti, hermano querido, nada tenemos que añadirte porque también es
nuestro el dolor del joven águila caído».
¿No sabe quién es este, coronel?
Eugenia San Miguel: Mi hermana Armonía se dio cuenta de que venían
registrando… Frank se asomó a la ventana, inmutable. Incluso empleó
algunas jaranas: «Fíjense, el que está fatal soy yo».
Demetrio Montseny: Yo le dije: «Frank, ¿por qué no aprovechamos y nos
vamos todos en la máquina? Él me dijo que en otras oportunidades había
pasado lo mismo, que era mejor no agitarse, que tuviéramos calma…
Llegó Raúl Pujol y le dijo a Frank cuál era la situación. Frank le
respondió: «Vete tú». Raúl le dijo: «No, Frank, el Movimiento me ha
responsabilizado con tenerte aquí y si ocurre algo, yo muero contigo».
Entonces Frank tomó una decisión que fue una orden… Nos dijo a Basilio
y a mí que nos fuéramos en la máquina. «Pero tú, ¡qué vas a hacer», le
dije. «Ven con nosotros». «No, respondió, es más fácil que me vaya a
pie».
Eugenia: Me entrega algunos documentos e insiste en que no podían caer
en manos de la tiranía. Me entrega también la ametralladora. Se llevó
una pistola. Salieron San German arriba, ya estaban fuera del cerco.
Oí voces: «Eh, ¡detengan a esos dos!». Oí a Raúl [Pujol] explicarles
que se trataba de un empleado de la ferretería. Le encuentran el arma
a Frank. Se forma un gran revuelo, llega Salas Cañizares. Randich, que
se encontraba en la parte del Callejón del Muro y Sagarra, cuidando el
cerco, al escuchar el revuelo y ver que los metían en la perseguidora,
se acerca. «¿Pero no sabe quién es este, coronel? Es Frank País».
Los sacaron del auto, le quitaron los espejuelos oscuros a Frank y le
ocuparon una libretica o carné. Me contaron que Randich abofeteó a
Frank, y que este no se movió. Dicen que les zafaron los pantalones,
procedimiento empleado por ellos para que no pudieran huir.
Empujándolos los metieron en el corredor de una vecina y comenzaron a
golpearlos.
Siguieron maltratando a Frank. Lo empujaron hacia el Callejón del
Muro, donde fue acribillado. Salas Cañizares falló el primer disparo,
y luego Mano Negra se encargó del resto. Salas Cañizares ordenó a
todos sus esbirros allí presentes disparar contra los cadáveres; así
aseguraba que todos fueran responsables.
Fidel: «No puedo expresarte la amargura, la indignación, el dolor
infinito que nos embarga. ¡Qué bárbaros! Lo cazaron en la calle
cobardemente valiéndose de todas las ventajas que disfrutan para
perseguir a un luchador clandestino. ¡Qué monstruos! No saben la
inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado…».
--
Ciro Bianchi Ross
cbianchi@enet.cu
http://wwwcirobianchi.blogia.com/
http://cbianchiross.blogia.com/
Ciro Bianchi Ross • digital@juventudrebelde.cu
29 de Julio del 2017 22:16:15 CDT
La reacción del pueblo fue espontánea: la noticia corría de boca en
boca por todo Santiago de Cuba y la gente comenzó a acudir al lugar de
los hechos, en el Callejón del Muro. Sobre el asfalto, rodeado de un
montón de esbirros uniformados, yacía Frank País, un maestro bautista
de 22 años de edad, jefe nacional de Acción y Sabotaje del Movimiento
26 de Julio y principal organizador del levantamiento popular de
Santiago, el 30 de noviembre de 1956, en apoyo al desembarco del
Granma. Cerca de él estaba tendido Raúl Pujol, a quien la organización
responsabilizó con la seguridad del líder clandestino y en cuya casa
pasara las últimas horas.
Llegó doña Rosario, la madre de Frank, y muy serena pidió que se le
permitiera acercarse al cadáver de su hijo. Se lo impidieron. Llegó
también la novia y no pudo contener el llanto. «No, dijo doña Rosario,
que nadie nos vea llorar».
Doña Rosario, que luego de reclamar el cadáver en el necrocomio, lavó
y taponeó sus heridas, diría que su hijo presentaba treinta y tantos
balazos en el cuerpo. Un testigo habló de 22; más de 50, dijo el
forense. Después de asesinarlos, el jefe de la policía de la ciudad
obligó a la tropa que lo acompañaba aquella tarde del 30 de julio de
1957 a que disparase sobre los cuerpos inertes.
Una tarde tremenda
Vilma Espín: Esa tarde fue tremenda para todos nosotros.
Inmediatamente llamamos a la mamá de Frank y a su novia América
Domitro para que fueran enseguida a reclamar el cadáver. Se le dijo:
«Usted tiene que ir y fajarse de cualquier manera, con los dientes, de
cualquier manera, para que le entreguen el cadáver de Frank». Y ella,
que es una mujer de un temple tremendo, arrancó para allá con una
fuerza enorme.
Armando Hart: Entonces se planteó el interés del Movimiento 26 de
Julio por que el recorrido del féretro hacia el cementerio saliera de
la casa de América Domitro para que pudiese pasar por la mayor parte
de la ciudad y se transformara así en un acto de agitación y combate.
Es decir, que resultaba necesario para los intereses del Movimiento
que el cadáver de Frank no se tendiera en su hogar. La madre de Frank
entendió las cosas en su más profundo sentido humano y les dijo a los
compañeros del Movimiento: «¡Frank no es mío, es de ustedes!».
Vilma: El entierro fue una manifestación de todo el pueblo. Los
centros de trabajo estaban cerrados, no había fuerzas públicas por
ninguna parte y la ciudad entera estaba tomada por el pueblo. La gente
que no iba en el entierro, tiraba flores a su paso, y hubo el caso de
gente de la Marina que esperaron el entierro y se cuadraron cuando
pasaba: fueron los que participaron, menos de dos meses después, en la
acción de Cienfuegos.
Rosario García: «Salas Cañizares fue el asesino de mi hijo Frank»,
dígole al Juez Especial. Y aquí fue cuando el Juez me preguntó si
estaba dispuesta a sostener lo que decía delante de Salas Cañizares.
«¡Cómo no!», respondí, y al instante hicieron entrar a la cobarde
hiena… El Juez Especial le informó lo que yo había dicho y el asesino
dijo que era mentira, que cuando había llegado, ya la Marina había
matado a mi hijo, que además «Frank era buscado por la justicia y que
era un gánster que usaba el nombre de un conocido comunista».
Yo lo escuché tranquilamente, y cuando terminó me preguntaron si tenía
algo que decir y dije entonces: «Señor Salas Cañizares, ¡qué iba a
decirle coronel!, en primer lugar usted ha jurado decir la verdad y no
sabe lo que significa esa palabra; en segundo lugar, ha hablado de
justicia, y yo pregunto al Juez si su justicia es la que impera». Aquí
Salas Cañizares intentó interrumpirme, pero no lo dejé diciéndole: «Yo
lo he escuchado a usted y usted tiene que escucharme a mí». Y
proseguí: «En tercer lugar, ha dicho que mi hijo era un gánster, ¡a
los gánsteres no los sigue el pueblo! En cuarto lugar, dice que mi
hijo era buscado por comunista, yo sé bien que no lo buscaban por
ladrón, por borracho o por vicioso. Lo buscaban por sus ideales. Y en
quinto lugar,
usted es un asesino que en un solo mes ha asesinado a mis dos hijos».
Golpes demoledores
Los días postreros de su vida fueron para Frank —nacido el 7 de
diciembre de 1934— de una actividad incansable. El 15 de marzo de 1957
pudo abandonar la cárcel de Boniato, donde pasó recluido varios meses,
al quedar en libertad por falta de pruebas en el juicio que se le
siguió junto a algunos de los implicados en los sucesos del 30 de
noviembre anterior y a los expedicionarios del Granma capturados tras
el desembarco.
Desde la prisión no cesó de orientar las tareas del Movimiento, y el
mismo día de su liberación, ya con el seudónimo de David, escribe a
los dirigentes de la organización para comunicarles sus inquietudes.
Dos días después analiza en otra carta la situación nacional: insiste
en que falta la unidad necesaria y dice que la resistencia cívica debe
activarse y que se soslaya la significación de los obreros en la
lucha. A partir de ese momento se dedica por entero a la
reestructuración del 26 de Julio, y labora en la organización de la
Resistencia Cívica, el sector obrero del Movimiento y las milicias
clandestinas.
Quiere sentar las bases para una retaguardia sólida que apoye al
ejército guerrillero naciente, y trata de crear un segundo frente de
guerra que aliviaría la presión militar sobre el frente de Fidel.
El 30 de junio sufre dos golpes demoledores: la policía captura herido
a Josué, su hermano menor, y lo remata. Y a causa de una delación, los
detalles del plan para la creación del segundo frente caen en manos de
las fuerzas represivas.
Aún Frank tiene tiempo para escribir un poema a la memoria de su
hermano, pero ya se le acosa sin tregua. Vive en una clandestinidad
rigurosa: se ve obligado a cambiar de escondite continuamente. Durante
su última semana de vida debe mudarse cuatro veces hasta que encuentra
refugio en la casa de Raúl Pujol, un sitio totalmente «quemado» que ha
estado bajo vigilancia policiaca y que carece de salida apropiada en
caso de emergencia. Ya no es David. Ahora es Cristian.
De Frank a Fidel: «Supongo que ya te habrás enterado de las últimas
noticias, hasta la pluma me tiembla cuando tengo que recordar esa
semana terrible. Todas las cosas tan detalladamente planeadas, tan
bien distribuidas, todas salieron mal, todas fallaron, unas tras otras
venían las malas noticias hasta parecer que nunca terminarían… El
segundo frente tan secretamente preparado fue abortado… aquí perdimos
tres compañeros más, sorprendidos cuando iban a realizar un trabajo
delicado y que prefirieron morir peleando antes de dejarse detener,
entre ellos el más pequeño que me ha dejado un vacío en el pecho y un
dolor muy mío en el alma».
De Fidel a Frank: «Todos admiramos el valor sereno con el que
afrontaste las amarguras de esa semana trágica… En nombre de todos los
combatientes de la Sierra Maestra y sus oficiales, exprésales a tu
valerosa mamá y demás familiares nuestro más sentido pésame. Y para
ti, hermano querido, nada tenemos que añadirte porque también es
nuestro el dolor del joven águila caído».
¿No sabe quién es este, coronel?
Eugenia San Miguel: Mi hermana Armonía se dio cuenta de que venían
registrando… Frank se asomó a la ventana, inmutable. Incluso empleó
algunas jaranas: «Fíjense, el que está fatal soy yo».
Demetrio Montseny: Yo le dije: «Frank, ¿por qué no aprovechamos y nos
vamos todos en la máquina? Él me dijo que en otras oportunidades había
pasado lo mismo, que era mejor no agitarse, que tuviéramos calma…
Llegó Raúl Pujol y le dijo a Frank cuál era la situación. Frank le
respondió: «Vete tú». Raúl le dijo: «No, Frank, el Movimiento me ha
responsabilizado con tenerte aquí y si ocurre algo, yo muero contigo».
Entonces Frank tomó una decisión que fue una orden… Nos dijo a Basilio
y a mí que nos fuéramos en la máquina. «Pero tú, ¡qué vas a hacer», le
dije. «Ven con nosotros». «No, respondió, es más fácil que me vaya a
pie».
Eugenia: Me entrega algunos documentos e insiste en que no podían caer
en manos de la tiranía. Me entrega también la ametralladora. Se llevó
una pistola. Salieron San German arriba, ya estaban fuera del cerco.
Oí voces: «Eh, ¡detengan a esos dos!». Oí a Raúl [Pujol] explicarles
que se trataba de un empleado de la ferretería. Le encuentran el arma
a Frank. Se forma un gran revuelo, llega Salas Cañizares. Randich, que
se encontraba en la parte del Callejón del Muro y Sagarra, cuidando el
cerco, al escuchar el revuelo y ver que los metían en la perseguidora,
se acerca. «¿Pero no sabe quién es este, coronel? Es Frank País».
Los sacaron del auto, le quitaron los espejuelos oscuros a Frank y le
ocuparon una libretica o carné. Me contaron que Randich abofeteó a
Frank, y que este no se movió. Dicen que les zafaron los pantalones,
procedimiento empleado por ellos para que no pudieran huir.
Empujándolos los metieron en el corredor de una vecina y comenzaron a
golpearlos.
Siguieron maltratando a Frank. Lo empujaron hacia el Callejón del
Muro, donde fue acribillado. Salas Cañizares falló el primer disparo,
y luego Mano Negra se encargó del resto. Salas Cañizares ordenó a
todos sus esbirros allí presentes disparar contra los cadáveres; así
aseguraba que todos fueran responsables.
Fidel: «No puedo expresarte la amargura, la indignación, el dolor
infinito que nos embarga. ¡Qué bárbaros! Lo cazaron en la calle
cobardemente valiéndose de todas las ventajas que disfrutan para
perseguir a un luchador clandestino. ¡Qué monstruos! No saben la
inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado…».
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