DE PEDRO FRAGA ,
! Ha muerto Vladimir Ramirez!
Nuestra cultura, nos impone preguntar ¿Cómo?
¿Dónde? ¿De qué?
Esas preguntas, son vicios de nuestra cultura,
que no aplican con respecto a la muerte.
La muerte, es un acto absoluto, no tiene
circunstancia ni tamaño.
El frio no existe, es simplemente la ausencia
de calor, la muerte tampoco, es la ausencia de vida, al menos tal cual la
conocemos. Lo que nos duele, no es la muerte de quien queremos, sino la
interrupción de su trayecto.
Tal vez lo que nos duela, es su ausencia, porque
no hemos aprendido a sentir la presencia de la trascendencia, o de la muerte.
Porque a lo mejor, nadie sabe, la muerte es trascendente. No podemos asimilar a
plenitud este fabuloso misterio de estar vivos, menos podemos ni siquiera
sospechar el fenómeno de morir.
¡Ha muerto Vladimir Ramírez!
Hay virtudes o cualidades tan invasivas, que
toda una vida, se identifica por ellas. Rocky Marciano fue un boxeador, no fue
nunca derrotado. Si suponemos, exagerando,
que tuvo doscientas peleas, y que cada una duro tres horas, fueron
exactamente seiscientas horas (solo 25 días) de su vida las que pasó peleando.
Sin embargo, vivió 46 años, a pesar de ello, para nosotros, su vida, fue solo
un resumen de veinticinco días.
No pecará por mentir, quien asevere que Vladimir
Ramírez se connotó por su inteligencia. Se connotó por ello, y por la
aplicación que hizo de esa inteligencia, en dos segmentos vitales de la vida:
Vladimir fue un terapeuta psicoanalítico,
especializado en análisis directo, que permitía rescatar a pacientes de la
sicosis, mediante largos tratamientos. Una buena parte del tiempo, ejerció su
práctica, acompañado por otros terapeutas a los que lideró y formó
teóricamente, en la prisión de Isla de Pinos, y en otras prisiones, procurando
alivio a compañeros, que sin esa ayuda, no hubieren podido sobrevivir no a la prisión, sino tan siquiera a la vida.
Abordar el otro segmento donde Vladimir hizo
aportes vitales con su inteligencia, exige una previa definición, desde
diferentes perspectivas, de lo que fue
la prisión de Isla de Pinos.
A simple vista, la prisión de Isla de Pinos,
representa un núcleo de unos diez mil hombres,
concentrados en muy reducido espacio en construcciones circulares,
sometidas continuamente a torturas y represiones, ejecutadas por un grupo de
tarados, al servicio de todos los miembros y simpatizantes del partido
comunista cubano, en el periodo comprendido entre 1959 y 1967.
El párrafo anterior, define lo que pudiere
ser, una descripción visual de dicha prisión. Pero como hablamos en última
instancias de cosas humanas, es obligatorio detallar que propósitos tenían los
seres humanos albergados en esas facilidades carcelarias, para justificar ser torturados.
Hay una opinión universal, de que la prisión
de Isla de Pinos, era un bastión anticomunista, lo cual era cierto, y no hay
nada malo en ello. Los comunistas, en cualquiera de las versiones que se nos
presenten, hay que enfrentarlos. Son ellos, simples heraldos de la miseria, la
violencia, y la tortura.
El comunista no es un ser humano investido de
una ideología, es un perfil psicológico dañado. El primitivismo de nuestra
cultura, nos hace definir la pertenencia o militancia en nuestra especie, a
través del DNA biológico. No obstante, aunque la falta de desarrollo espiritual
y técnico, nos impide hacerlo, debería existir una definición excluyente, que
eliminara como componentes de la especie, a grupos que no tuvieren un mínimo de
aprecio y amor por el prójimo. Lo anterior, suena horrible, pero suena aun
peor, los sesenta millones de muerto que se les atribuye, en las prácticas de
represiones masivas en el periodo del 1918 al 1954. Mientras que hemos hecho
todo lo posible por evitar el retorno de los campos de concentración nazis, no
hemos realizado ningún esfuerzo en evitar el retorno de los gulags. Debemos
reconocer en honor a la verdad, que los comunistas no solo asesinan a sus
enemigos, sino que organizan ocasionalmente razias internas, asesinando a
millares de sus compañeros, sin embargo, a pesar de que es una costumbre que
todavía aplauden, en la práctica la han ido abandonando.
La prisión de Isla de Pinos, era con estrechez
conceptual, anticomunista, ese anticomunismo lo justificaban y alimentaban, las
hordas represivas de la guarnición, que lo recorrían continuamente, en permanente
quehacer sanguinario.
Hoy, unos por ignorancia, y otros por
remordimientos, vienen, con humildad no genuina, a justificar aquel pasado,
esgrimiendo, no interpretaciones de la realidad pasada, sino batiendo las
ingenuas ilusiones que les inculcaron, cuando se creyeron abanderados de la
justicia. ¡Infelices ladronzuelos!
Los que promocionaron la mentira, no tienen
otra manera de renacer en la verdad, sino reconociendo y denunciando su
responsabilidad con la mentira pasada. Siendo
expertos en la autocrítica, deberían practicarla.
Los cosos comunistas, (y el comunismo es
simplemente una modalidad de despreciar al ser humano) son incapaces de
asociar: a Lenin, como la causa de Stalin, y a Chávez, como la causa de Maduro,
(le pido excusa a los dos primeros por la comparación). Existen miríadas de libros que hoy nadie lee,
tratando de disociar a los dos primeros.
Si bien todo lo anterior es cierto, también lo
es que una cantidad imprecisa de presos en la prisión de Isla de Pinos, se
percataron que el problema que enfrentaban era mucho más agudo y complejo, que
el que representaba los esbirros que los rodeaban, y el loco hipnotista de
morones, que en cuanto se subía a una tribuna, hacia caer en trance a una
inmensa cantidad de cubanos, dispersos por las explanadas de las plazas donde
se realizaban los discursos, rodeados a su vez, por otra multitud no menos numerosa, que presenciaban atónitos
aquella estupidez, a la que habían asistido, por no perder el empleo, o evitar buscarse
problemas con la seguridad.
Así, entre los discursos de un psicópata, una
masa de morones en trance, y otra masa de gente asustada, se trazaba el destino
de la nación cubana, y miríadas de cubanos en su mayor parte estupefactos,
salían en gloriosos contingentes a aterrorizar al resto del mundo, batiendo
tambores y anunciando la liberación del proletariado. Otras cosas no, pero
locura e ilusiones estúpidas, sobraban en la isla. Y además, tienen categoría
de permanentes, porque van languideciendo, pero todavía entonan, con cierto
éxito, el mismo canto que ya nadie cree.
Lo que queda, es la represión, el miedo, y una complicidad mediocre, de una
minoría perversa y malvada, asida, por un abrazo traidor, al capitalismo
retrogrado de los Rockefellers, los Soros y sus asalariados operativos: los demócratas.
Mientras lo anterior ocurría hace casi sesenta
años en la isla grande, en la prisión de Isla de Pinos, diez mil hombres,
acosados por un enjambre de esbirros, se enfrentaban sin saberlo, en un combate
a muerte e infinito, por evitar la desaparición de la verdad, en el escenario
de la Nación cubana.
Lo que da merito a la hazaña, es que siempre
hubo puertas abiertas para abandonar la trinchera. El gobierno permitía el reingreso a la sociedad, a los que aceptaran
como buena, o al menos invencible, a la locura que se había apoderado del país.
Los presos, lucharon, aislados, con el
exclusivo apoyo de un exilio que braceaba por su propia existencia, que era a
su vez, acosado en su retaguardia, por un capitalismo totalitario que se
identificaba con los tiranos de la isla, que despuntaba ya disimuladamente,
bajo los auspicios de los Rockefellers. El exilio, no identificó al enemigo
solapado. Solo sintió sus mordidas.
En medio de ese escenario, diferentes grupos
de hombres, se plantearon la lucha en su total complejidad. Lo hicieron, no como ejercicio intelectual,
ni como mera actividad subversiva de trinchera, sino como ambas.
Tuve la honra de compartir militancia
ideológica con un pequeño grupo de hombres, que tuvo, por mentor teórico, a
Vladimir Ramírez.
Cuanto acontece hoy, lo supimos ayer, lo que
decimos hoy, es una repetición de lo venimos diciendo hace cuarenta años. Lo
saben, aun los que no nos entendieron en aquel entonces, y que por no haber
sabido identificar a sus enemigos todos, pensaban que nos enfrentábamos a sus
aliados.
Tuvimos dos publicaciones escritas a mano en
la prisión, una se llamaba “De Pie”, y la otra “VIR” (Vanguardia Ideológica
Revolucionaria”
Y sí, si éramos una vanguardia ideológica
revolucionaria. Nuestro enemigo era el Poder, y dentro del Poder, el comunismo
era, no el más poderoso, pero si una de
sus enfermizos componentes. Y el capitalismo tenía un estrato, que resultaba
absolutamente coincidente con los partidos comunistas.
El marxismo, era una teoría de poder, errada, bajo la crítica de nuestra teoría:
“Teoría General de las Necesidades”. El concepto de clases, se asfixiaba por sí
misma, analizado bajo la perspectiva de una doctrina humanista y libertaria. El
estado se naturalizaba sin desaparecer, con las exclusivas funciones de:
organizar, normar, regular, las estructuras relacionales de la sociedad.
La Teoría General de las Necesidades, fue
creación exclusiva de Vladimir Ramírez, acompañándolo fraternalmente en la
tarea, otro prisionero, que lleva el mismo nombre que el Apóstol, José Martí.
La teoría, recogía el aporte hecho por todas
las teorías estructuralistas existentes hasta los años cincuenta, incluía
también aportes orteguianos, lo cual, permitía: otorgar rango y categoría de
existencia a las relaciones, y los conceptos, lo cual a su vez, autorizaba
a reconocer y operar dinámica y conceptualmente con las estructuras sociales,
al categorizarlas, según el caso, como relacionales, (las sociales) y como
conceptuales, (el estado).
El ser humano se le concebía como perfectible,
y su libertad, estaba marcada por un individualismo determinado por el concepto
freudiano del inconsciente el cual, pesaba de manera determinante en la conducta. El inconsciente, estaba incorporado
al concepto del yo. Las estructuras relacionales sociales, tenían como función,
friccionar con el inconsciente para debilitarlo y liberar al individuo.
El descubrimiento de que las estructuras
evolucionaban a un ritmo más rápido que las teorías, y que las masas, eran más
proclive a seguir y obedecer a quienes las manipulan, que a quienes tenían
intención de ilustrarlas, tuvo
consecuencias nefastas para un grupo, que había consumido dieciséis años en la
prisión, agobiados por las faenas teóricas, la docencia revolucionaria, y los
esbirros del sistema que parecían entretenerse matando y maltratando presos. A
pesar de lo magno de la tarea que nos habíamos impuesto, el instinto de
supervivencia, nos imponía a veces, prestarle atención, al entorno que el
sistema comunista, había convertido en sanguinario.
Hoy, al parecer, Marx tenía razón, y las
clases existen, pero no están conformadas por proletarios y capitalistas, sino
por malvados, cándidos e imbéciles. Y lo peor, todos ellos se creen genios.
Valga decir, que de no haber conocido a Vladimir
Ramírez, no es que no hubiere sido incapaz de denunciar lo que continuamente
denuncio, sino que ni siquiera, hubiere sido capaz de ver lo que denuncio.
La poesía en Vladimir Ramírez, era el menor de
sus tonos, sin embargo, su capacidad teórica se agrandaba, por un dominio
semántico absoluto del idioma, que le permitía, cuando incursionaba en la
poesía, resultados que a mí me parecen soberbios, va aquí, un poema dedicado a
Sofía, la esposa de Martí, el cual, lo acompañó durante toda la aventura de creación
teórica.
A Sofía
hermana
VI
Cuando nació
la voz
Se iluminó la
cueva.
El hielo se
hizo río.
La tundra fue
pradera.
Un animal sin
nombre
se hizo señor
del mundo.
Cortó una
flor…
para besarla
y así inauguró
la primavera.
Yo me abrazo
a la voz..
A la voz
que hecha
palabra
le dio nombre
a la estrella
-qué fiebre
bautismal
qué garra de
sonidos
jazmines ,
violetas,
luceros,
latidos-
Todo un
universo
en la cuna del
beso.
El labio fue
el umbral
de la sonrisa.
Y en la garra
del diente
y en el filo
del beso
anidó la
palabra
que es
mordisco
y caricia.
Yo me abrazo
a la risa
a la carne y
al labio
a la voz y la
espera
al trino y a
la flor
a la oscura
raíz
y a la pluma
que vuela.
Yo abrazo la
palabra
que me hizo
dios y mundo,
la buena
palabra
que fue semilla
y fruto,
la que hizo
arado
al hierro
y calentó la
piedra
para entibiar
las noches
de primigenia
espera.
Yo abrazo la
palabra
Que fue rumor
y rezo
Admonición y
sueño,
que consagró
el amor
cuando los
labios fueron
las fronteras
de un beso.
Yo abrazo la
palabra
porque es
carne
hecha sueños,
porque me puso
alas,
me hizo dueño
del fuego
-con él vencí
las sombras
y me libré del
miedo-
Con la buena
palabra
pude ordenar
el mundo,
los días y las
selvas
los sueños y
el futuro;
por ella amé
la luz
y miré al cielo
y empecé a
crecer
para nacer de
nuevo.
¡Ha muerto Vladimir Ramírez!
Yo me siento orgulloso de haber sido su amigo y su
discípulo.