En Venezuela está desarrollándose ante nuestra mirada el mismo guión chileno que impuso el neoliberalismo mediante un golpe de estado.
Chile siempre se ha presentado como un “milagro económico”. ¿Es una forma de relativizar los crímenes del fascismo implementadas a la luz del día en la década de 1970? Y también hubo otros responsables menos conocidos en la sombra: los “asesinos financieros” del FMI y sus ideólogos, los Chicago Boys. Pero lo que para unos es un milagro, para otros es una maldición. A finales de marzo, 2 millones de personas han salido a las calles para exigir el fin de las las AFP (el viejo sistema de pensiones heredado de la dictadura de Pinochet).
Como en el caso chileno, la oligarquía importadora venezolana, que importa y monopoliza determinados productos con el fin de sembrar el descontento en la población, puso en marcha un verdadero sabotaje económico. Pero eso ha durado demasiado tiempo, y el pueblo no se ha quedado de brazos cruzados. Los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) han demostrado ser una solución creativa y eficaz, frente a las puñaladas traperas de toda clase que atraviesa la Revolución Bolivariana.
Mientras tanto, siempre se presenta a Venezuela como un país sumido en la pobreza, en la que nada
funciona y donde no se encuentra nada que comer. Es el espejo invertido del “milagro chileno”. Qué curioso, porque a diferencia de Chile, Argentina o Brasil, en Venezuela la mayoria del pueblo apoya al gobierno, como lo muestran las encuestas.
Como siempre, la realidad es mucho más compleja. No tengamos la memoria corta. Después de la desaparición física de Chávez, la derecha mostró qué camino iba a andar : el no desconocimiento de los resultados de las elecciones de 2013, el llamado a derrocar al gobierno por la violencia (Operación La Salida), la campaña de amnistía al verdugo Leopoldo Lopez y, más recientemente, el llamado a la destitución del presidente Maduro.
Sus declaraciones estruendosas ya son incontables. La última “hazaña” de la oposición venezolana
ha sido apelar a la intervención extranjera para poner fin a la Revolución. Pretende que
la Carta Democrática de la OEA ( “Organización de los Estados Americanos” con sede en Washington) tendría un “valor superior” que la Constitución Bolivariana de 1999. Sin embargo, eso equivale a transformar a Venezuela en un protectorado, una semi-colonia del imperialismo de Estados Unidos. Las máscaras han caído. Ese proyecto es el de una derecha fascista. Una traición que debe ser denunciada.
La derecha latinoamericana está tratando de revivir el pasado neoliberal. Para hacer frente a la opresión y las amenazas de la oligarquía, hay que estudiar el pasado reciente y encontrar la inspiración para las nuevas batallas que hay que librar. La resistencia de los pueblos de Nuestra América tiene una explicación: sienten el orgullo de haber recuperado la soberanía con el “No al ALCA” de Chávez. Por ello, la confianza y el optimismo en la capacidad de los pueblos a decidir su futuro por sí mismos serán cada vez más difíciles de detener. En palabras del Che, “a partir de ahora, la historia tendrá que contar con los pobres, los explotados y vilipendiados de América Latina (…) Es una ola que no se va a parar”.
Fuente : Le Journal de Notre Amérique
Chile siempre se ha presentado como un “milagro económico”. ¿Es una forma de relativizar los crímenes del fascismo implementadas a la luz del día en la década de 1970? Y también hubo otros responsables menos conocidos en la sombra: los “asesinos financieros” del FMI y sus ideólogos, los Chicago Boys. Pero lo que para unos es un milagro, para otros es una maldición. A finales de marzo, 2 millones de personas han salido a las calles para exigir el fin de las las AFP (el viejo sistema de pensiones heredado de la dictadura de Pinochet).
Como en el caso chileno, la oligarquía importadora venezolana, que importa y monopoliza determinados productos con el fin de sembrar el descontento en la población, puso en marcha un verdadero sabotaje económico. Pero eso ha durado demasiado tiempo, y el pueblo no se ha quedado de brazos cruzados. Los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) han demostrado ser una solución creativa y eficaz, frente a las puñaladas traperas de toda clase que atraviesa la Revolución Bolivariana.
Mientras tanto, siempre se presenta a Venezuela como un país sumido en la pobreza, en la que nada
funciona y donde no se encuentra nada que comer. Es el espejo invertido del “milagro chileno”. Qué curioso, porque a diferencia de Chile, Argentina o Brasil, en Venezuela la mayoria del pueblo apoya al gobierno, como lo muestran las encuestas.
Como siempre, la realidad es mucho más compleja. No tengamos la memoria corta. Después de la desaparición física de Chávez, la derecha mostró qué camino iba a andar : el no desconocimiento de los resultados de las elecciones de 2013, el llamado a derrocar al gobierno por la violencia (Operación La Salida), la campaña de amnistía al verdugo Leopoldo Lopez y, más recientemente, el llamado a la destitución del presidente Maduro.
Sus declaraciones estruendosas ya son incontables. La última “hazaña” de la oposición venezolana
ha sido apelar a la intervención extranjera para poner fin a la Revolución. Pretende que
la Carta Democrática de la OEA ( “Organización de los Estados Americanos” con sede en Washington) tendría un “valor superior” que la Constitución Bolivariana de 1999. Sin embargo, eso equivale a transformar a Venezuela en un protectorado, una semi-colonia del imperialismo de Estados Unidos. Las máscaras han caído. Ese proyecto es el de una derecha fascista. Una traición que debe ser denunciada.
La derecha latinoamericana está tratando de revivir el pasado neoliberal. Para hacer frente a la opresión y las amenazas de la oligarquía, hay que estudiar el pasado reciente y encontrar la inspiración para las nuevas batallas que hay que librar. La resistencia de los pueblos de Nuestra América tiene una explicación: sienten el orgullo de haber recuperado la soberanía con el “No al ALCA” de Chávez. Por ello, la confianza y el optimismo en la capacidad de los pueblos a decidir su futuro por sí mismos serán cada vez más difíciles de detener. En palabras del Che, “a partir de ahora, la historia tendrá que contar con los pobres, los explotados y vilipendiados de América Latina (…) Es una ola que no se va a parar”.
Fuente : Le Journal de Notre Amérique
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