domingo, 15 de abril de 2012

IGLESIAS HABANERAS

Iglesias habaneras
Ciro Bianchi Ross • 14 de Abril del 2012 20:31:35 CDT


La iglesia Jesús de Miramar, en la Quinta Avenida habanera, es, con
relación al área que ocupa, el mayor templo de Cuba, pero la Catedral
de Santiago la supera en cuanto a capacidad para los fieles. Sin
embargo, la más alta construcción religiosa cubana es la parroquia del
Sagrado Corazón, la comúnmente llamada iglesia de Reina. Solo su torre
tiene una altura de 50 metros y es de 74 metros el alto total del
templo. Se trata, aseguran especialistas, de una edificación
«importante en la silueta de La Habana».

Los arquitectos desconfiaban, con motivo de los ciclones, de la
seguridad y permanencia de una torre de tal altura. Pero un jesuita
vasco, experto en construcciones, el hermano Luis Gogorza, se ofreció
para diseñarla, en tanto que la obra en sí estuvo a cargo del
arquitecto Luis Dediot. Es de un estilo gótico auténtico, con arco
apuntado, altas bóvedas ojivales, paredes reducidas, ventanales
amplios y luminosos vitrales. En suma, una de las iglesias más bellas
de Cuba y de toda América.

Su fachada y su torre pasman a legos y entendidos. En cuanto a la
ubicación, el inconveniente mayor que se le señala es que le falta
perspectiva para poder ser apreciada desde lejos, pero fue totalmente
imposible la adquisición de los terrenos próximos que, libres de
edificaciones, le hubieran dado vista y luz al templo.

Con todo, existen especialistas que tienen puntos de vista encontrados
acerca de la edificación de esta iglesia, y el doctor Juan de las
Cuevas se encarga de recordarlo en su libro 500 años de construcciones
en Cuba.

¿Cómo se construyó? Escribía al respecto la revista Arquitectura:

«Construir un templo de este estilo en los actuales momentos en que se
conocen el concreto, los ladrillos, las cabillas de hierro, parecía
tarea fácil comparada con la Edad Media, que conociendo solo la piedra
pudo lograr ese admirable equilibrio de fuerzas. Sin embargo, a
nuestros oídos ha llegado que no se usó en la construcción una sola
cabilla de hierro; se hizo parte en piedra y parte en concreto, eso
sí, arquitectos de mucho nombre entre nosotros dudaron de la
resistencia de sus arcos y el Hermano Gogorza para demostrarlo paseó
por ellos su enorme humanidad».

Otras opiniones en cambio aseguran que, como casi todas las iglesias
contemporáneas de La Habana, la iglesia de los jesuitas había
utilizado los materiales nuevos: el acero, el hormigón, el cemento
además de la piedra, y que el techo de las naves laterales es
monolítico, fusión de concreto y acero apoyada por los muros y las
columnas de hormigón.

El pórtico de la parroquia es impresionante. Lo preside una gran
imagen del Corazón de Jesús, tallada en madera, que tiene a cada uno
de sus lados las imágenes, también de bulto, de los santos jesuitas
San Ignacio de Loyola y Francisco Javier. Famosos son los 169 vitrales
del templo. De estos, 33 grandes y 136 pequeños. Todos confeccionados
de manera exclusiva para la iglesia habanera por la Casa Mauméjean, de
Madrid-París-San Sebastián. El altar es una verdadera filigrana
artística. Compuesto de alabastro, madera y bronce, traído en piezas y
montado en su lugar bajo la dirección de su autor, el sacerdote
asturiano Félix Granda, buen artesano y artista plástico aficionado.

Una escultura de 14 toneladas
Importante también en la silueta de La Habana, aunque de menor
relieve, es la imagen de bulto de la virgen del Carmen colocada en lo
alto de la torre de la iglesia que lleva su nombre en la calzada de
Infanta esquina a Neptuno. Una imagen en bronce esculpida en Italia,
obra del artista napolitano Guido de Michel, que es una de las
estatuas más grandes de La Habana; pesa 14 toneladas.

En 1923 los padres carmelitas descalzos obtuvieron el disfrute de la
parroquia del Carmen y edificaron ese lujoso templo. Una iglesia muy
amplia y ornamentada, de un estilo exageradamente barroco, tal como
nunca se conoció en nuestro siglo XVIII y que muestra claras
influencias del barroco mexicano.

Esa comunidad religiosa venía de la iglesia-convento de la calle
Aguiar esquina a Obrapía. En este edificio, construido en 1693, radicó
la iglesia y convento de la congregación de San Felipe de Neri hasta
que en 1784 lo ocuparon los padres capuchinos. En 1841, el Estado
español expropió todas las iglesias con convento y la misma suerte
corrió, por supuesto, San Felipe. En 1844 funcionó allí la Sociedad
Económica de Amigos del País. En 1887 es entregado a los frailes
carmelitas descalzos, quienes hermosearon el templo y permanecieron en
el inmueble hasta su traslado a la parroquia de Infanta.

El viejo templo de San Felipe de Neri se convirtió entonces en la sede
principal del Banco del Comercio, para lo cual se le hicieron en su
interior modificaciones indispensables. Ya en la Revolución siguió
siendo agencia bancaria hasta que se instaló allí la Empresa Cubana de
Acuñaciones. Con el tiempo se transformaría en una sala de concierto,
el Oratorio de San Felipe de Neri.

Los cinco templos de una calle
No es el templo de San Felipe de Neri la única iglesia que sufrió un
cambio radical en sus objetivos. La de las Ursulinas, en la calle
Egido, pasó a ser el cine Universal, y el viejo convento de las monjas
de esa congregación, contiguo a la iglesia, lejos de ser demolido
cuando las religiosas se trasladaron a una nueva y hermosa edificación
en las Alturas de Miramar, pasó a albergar viviendas y
establecimientos comerciales.

Nada quedó del convento de Santa Catalina de Sena ni de su iglesia, en
la calle Compostela entre O’Reilly y Aguacate, cuando en 1918 las
monjas dominicas se trasladaron a un edificio mayor en la calle 25
entre Paseo y A, en el Vedado. Asegura Emilio Roig que nada se perdió
con la demolición del viejo convento que en 1688 erigiera el obispo
Diego Evelino de Compostela a iniciativa de las tres jóvenes habaneras
de apellido Aréchaga; carecía la vetusta edificación de cualquier
valor artístico. En el espacio que ocupó se construyó el edificio de
La Metropolitana, para oficinas y sede de compañías de seguro, entre
estas la de ese nombre, y la sucursal, muy suntuosa, del Nacional City
Bank de Nueva York, hoy una agencia del Banco Metropolitano.

El convento de Santa Teresa, con iglesia anexa en Compostela esquina a
Teniente Rey, quedó convertido en almacén cuando las monjas que lo
ocupaban pasaron, en 1929, al edificio de la calle 13 entre 20 y 22,
también en el Vedado, aunque la iglesia, con el tiempo, volvió a
abrirse al culto bajo la advocación de María Auxiliadora. El Beaterio
de Teresas existía desde 1647. El convento primitivo se construyó en
1700, gracias asimismo al impulso del obispo Compostela.

Las monjas, al mudarse para el Vedado, se llevaron los restos de ese
prelado, ejemplo de virtudes y laboriosidad. Solo en la calle que
terminaría llevando su nombre, construyó Compostela cinco templos: los
ya aludidos de Santa Catalina y Santa Teresa, ambos con convento; el
de Belén, con su asilo de convalecientes; el de San Isidro, con el
hospital de su nombre, y el del Santo Ángel Custodio.

Tortillas de San Rafael
En la iglesia del Ángel fueron bautizados Félix Varela y José Martí.
Cirilo Villaverde sitúa en esta iglesia un pasaje importante de su
novela Cecilia Valdés o La loma del Ángel. Precisamente en la loma del
Ángel vive Cecilia, la protagonista de su historia.

La loma y los alrededores de la iglesia del Ángel era el escenario de
las fiestas de San Rafael, famosas por sus voladores y juegos de azar,
oferta de comidas ligeras y bailes; orquestas que derramaban torrentes
de armonías incitadoras con danzas como El forro del catre, y Si el
mar fuera de tinta, cuyos melodiosos acordes llevaba en oleadas el
aire a largas distancias. Se extendían aquellas fiestas por espacio de
ocho días.

Dice José Victoriano Betancourt en su crónica Las tortillas de San
Rafael: «La torre, engalanada con centenares de banderas, alzábase
arrojando al aire el bullicioso repiqueteo de sus alegres campanas; la
iglesia rebosaba de luz, de sagradas armonías; llenábase el templo de
zalameras pecadoras, nunca dejaba de haber, gracias al inmenso gentío,
accidentes y desmayos, y no pocos desmanes ocasionados por
estudiantillos traviesos, cuya poca edad no les permitía parar mientes
en lo santo del lugar».

Prosigue José Victoriano:

«Veíanse en las esquinas próximas al Ángel las bolleras, con su
fogoncillo, y su freidera y su tablerito, lleno de butifarras y
salchichas, bollos y tortillas, y por todas partes vendedores
pregonando tortillitas calientitas… Era tal el consumo de tortillas
que las tortilleras de fama se pasaban la noche preparando, y no daban
abasto a los pedidos, siendo necesario que se acudiese desde el
amanecer a proveerse de ellas, y era tal el número de compradores que
afluía, que formaban cola, y a veces se necesitaban de dos horas para
lograr el turno. ¡Verdad es que la confeccionaban de tan exquisito
sabor que merecía la pena de la espera en cambio del gustazo que
proporcionaban».

La más antigua
Se dice que la primera iglesia que existió en La Habana era un bohío
que algunos sitúan en el espacio que ocupó luego el Palacio del
Segundo Cabo.

En 1550, destruido ese bohío, se inició la construcción de una iglesia
de cal y canto. En julio de 1555 el corsario francés Jacques de Sores
se apoderó de La Habana. Prendió fuego a la primitiva villa y el
incendio destruyó la iglesia: solo quedaron en pie las paredes. De
Sores ultrajó las imágenes de los santos y las vestiduras
sacerdotales. Robó cuanto en ella había y llegó hasta a desnudar una
imagen de bulto de la virgen María. Hacia 1560 La Habana estaba aún
sin iglesia, que quedaría terminada en 1574. Se hallaba esta iglesia
en el lugar que posteriormente ocupó el Palacio de los Capitanes
Generales.

Existían dentro del templo sepulturas que se vendían. Sus propietarios
tenían derecho a sentarse sobre ellas durante los oficios religiosos.
El obispo Castillo, sin embargo, se opuso a que las mujeres usasen
como asientos los sepulcros, aun siendo sus propietarias, porque
debían reservarse para «personas ilustres que han tenido oficios
preeminentes».

Estaba dedicada la iglesia a San Cristóbal, patrón de la ciudad, y
desde que se establecieron las parroquias del Espíritu Santo, Cristo
del Buen Viaje y Santo Ángel, tomó el nombre de Parroquial Mayor.

El 30 de junio de 1741 un rayo cayó sobre el navío Invencible, anclado
en el puerto de La Habana. La explosión hizo que se resquebrajaran
muchos edificios de la ciudad, y la Parroquial Mayor quedó en estado
de ruina. En 1772 una Real Cédula aprobó la instalación de la
Parroquial en la iglesia del colegio de la Compañía de Jesús y la
demolición de las ruinas para construir allí la Casa de Gobierno.
Provisionalmente se estableció el culto en el oratorio de San Felipe
de Neri, convertido transitoriamente en Parroquial hasta que, el 9 de
diciembre de 1777, se realizó el traslado de la Parroquial Mayor desde
el oratorio hasta la mencionada iglesia de los jesuitas, transformada
más tarde en Santa Iglesia Catedral, en el mismo sitio que ocupa en la
plaza que lleva su nombre.











--
Ciro Bianchi Ross
ciro@jrebelde.cip.cu
http://wwwcirobianchi.blogia.com/
http://cbianchiross.blogia.com/

No hay comentarios:

Publicar un comentario