Tres
contra uno
Por
Lorenzo Gonzalo, 25 de febrero del 2019
El
título recuerda la marca del conocido aceite Tres en Uno, pero en
realidad refleja una vieja práctica de la prensa oficial de todos
los países, ya sean privadas o estatales, de hacer lo posible por
ridiculizar a un invitado en aras de satisfacer a cierto público del
circo romano en que se ha transformado el periodismo.
Cierta
prensa, en lugar de servir al público como medio de información, se
ha convertido en un vehículo para facilitar al espectador regodearse
en sus propias rencillas o apartarse fantasiosamente de la tragedia
humana que no llega a entender y que sólo puede resistirla
aislándose.
Es un
diseño aplicado generalmente a los programas que lidian con temas no
aceptados por la estructura de Poder que rige los Estados.
El
mismo consiste en invitar a una persona opuesta al estatus quo,
conformando el resto del panel con otras que lo defienden, incluyendo
a quien supuestamente debía ser el moderador. Eso sucede comúnmente
en emisoras radicadas en Estados Unidos y otros países con fuerte
presencia cubana donde se debaten temas asociados a esa nación,
entre otros el del embargo-bloqueo a Cuba, las injerencias
estadounidenses y los ataques terroristas de que ha sido víctima la
Isla.
El
pasado jueves 21 de febrero, tuvo lugar una presentación en CNN en
español, donde se suponía que los invitados, desde diferentes
ópticas expresaran sus puntos de vista sobre el referéndum del
proyecto constitucional cubano que tuvo lugar el 24 de febrero.
La
invitación presentaba un cuadro interesante. Al mismo no asistirían
funcionarios gubernamentales cubanos quienes, por razón de sus
cargos, obviamente, están supuestos a apoyar públicamente las
políticas de gobierno, aun cuando tengan discrepancias puntuales o
generales sobre el mismo.
El
proyecto inicial del programa estaba muy bien balanceado. Estaría
compuesto por cuatro personas. Una de ellas Max Lesnik, quien durante
su vida en el exilio primero y como emigrado después, ha defendido
el derecho de Cuba a su autodeterminación y se ha opuestos a las
injerencias y el inmoral bloqueo de Estados Unidos a la Isla.
Carlos
Alberto Montaner, quien fue prisionero en la Prisión de la Cabaña
junto con Carrión, Armando Valladares y otros, por planear labores
terroristas en contra del gobierno cubano de 1960.
Sin la
más leve intención de defender ese tipo de acciones, debo señalar
que actividades consideradas hoy como terroristas, eran gajes del
oficio en aquellos años turbulentos y aunque la misma es hoy
condenada en todas sus manifestaciones, en aquellos tiempos y durante
muchos años, fue un arma de lucha contra de los gobiernos
considerados ilegítimos. Estados Unidos apoyó con ayudas materiales
esas labores.
Por
cierto, yo estaba en aquella prisión al momento que ingresó Carlos
Alberto al penal y todos los presentes también vimos con sorpresa
cuando lo trasladaron a los pocos días de ingresar a una prisión
para menores, de baja seguridad.
Según
cuentan, el traslado se debió a un favor de Fidel Castro al padre de
Montaner de quien era amigo. Dicen que cuando le solicitaron a Castro
que lo pusiese en libertad dijo: “no puedo soltarlo porque sentaría
un mal precedente de mi parte, pero no puedo evitar que se fugue”.
A los pocos días de aquel traslado pudo fugarse fácilmente y
conducido a una embajada donde solicitó asilo.
Durante
muchos años, la izquierda colombiana también empleó prácticas
terroristas. Eran cosas de la época y no voy a opinar sobre ese
particular. Montaner cuenta además en su aval con ser un ortodoxo
conservador, defensor de las políticas fracasadas de Milton Friedman
y los Chicago Boys. En este sentido se ha convertido en un homólogo
de los pocos ortodoxos de izquierda que aún defienden el ineficiente
sistema soviético, las políticas económicas de Nikitin o el Karl
Marx del Manifiesto Comunista.
Otro
miembro del panel suponía ser Yoani Sánchez, una filóloga cubana
que luego de mudarse a Europa, regresó a Cuba y asumió una postura
crítica acérrima del gobierno cubano. A pesar de su nivel cultural
y capacidad analítica, sus criterios han prescindido, en esencia, de
la agresión estadounidense y la repercusión que la misma ha
ocasionado en las esferas más ortodoxas del gobierno. Sin embargo,
su discurso no ha sido subversivo, criticando fundamentalmente las
políticas gubernamentales cubanas que considera violatorias de
determinados derechos ciudadanos e inclinándose abiertamente hacia
prácticas liberales de gobierno, en contraposición al proyecto
socialista que procura erradicar paulatinamente el carácter político
de las administraciones del Estado. Pero su discurso en general, es
poco apasionado y mucho más racional que el expresado por personas
pagadas por instituciones estadounidenses o que hablan por las
heridas causadas por un proceso que afecta por igual a sirios y
troyanos.
Por
último, pero no menos importante, otro miembro del panel suponía
ser Jorge Gómez Barata quien fuera funcionario del Departamento
Ideológico del Partido Comunista Cubano por muchos años y
Vicepresidente de Prensa Latina por un corto período de tiempo.
Barata,
alejado desde hace muchos años de las funciones de gobierno y sin
las obligaciones oficiales que las misma determinan, se ha dedicado
al magisterio universitario y es comentarista político de diversos
medios. De gran cultura política y profundo conocedor de las
relaciones internacionales, se considera un “hombre del sistema”
en contraposición a quienes son “personas de gobierno”. Contra
toda crítica y los tropiezos que eso ocasiona, ha sido consecuente
con sus ideas socialistas y es un racional defensor del debate
conceptual y de valorar con más objetividad que ideología, los
asuntos de la realidad socio económica y política del país y las
relaciones internacionales.
Se
trataba de un excelentísimo panel para entender la necesidad de
votar a favor o en contra de la Nueva Constitución Cubana el domingo
24 de febrero. Sin embargo, esa composición no hubiera favorecido a
Montaner quien se ha dedicado a bombardear de oficio el camino de la
socialización al que inevitablemente conducen las adecuaciones de
las actividades productivas a las nuevas tecnologías y los
descubrimientos científicos.
Por
experiencia propia, asumo que el Moderador, Camilo Egaña, se dejó
querer con las ideas de Montaner quien, debemos añadir, se ha
convertido en una de las “vacas sagradas” de CNN en español, por
sus críticas, sutilmente mordaces y bien estructuradas, de la
izquierda latinoamericana, a quien cataloga de idiota.
La
idea era mostrar que no tenía sentido votar a favor o en contra de
un documento que en nada cambiaría el desarrollo futuro del país y
evitar argumentaciones en torno a la votación ciudadana. O sea, una
idea preconcebida para descalificar el referéndum cubano del 24 de
febrero. Esa fue la idea que motivó cambiar la composición del
panel, sin aviso previo a Max Lesnik, la única persona racional que
compareció a dicho programa y quien fue, en este caso, la víctima
de la trampa.
Lo que
pudiera haber sido un enriquecimiento del saber político cubano, se
convirtió en algo emocional que, en lugar de argumentar sobre el
mérito de votar a favor o en contra del referéndum del 24 de
febrero, pretendió derivar en un análisis constitucional, para el
cual ninguno de los presentes tenía las necesarias credenciales.
La
persona inesperada del panel fue una señora protegida de Carlos
Alberto, Rosa María Payá, cuyo padre falleció en un fatal
accidente automovilístico y quien fue, en mi parecer, el más claro
opositor del gobierno cubano. Hombre honesto a quien dediqué un
artículo póstumo al morir y a quien tuve el gusto de conocer junto
a mi gran amigo, devoto católico como él, Nicolás Ríos.
Rosa
María, en lugar de sostener en alto la bandera de su padre, se ha
sumado a las leyendas fabricadas por quienes no desean arreglos
dentro del proceso cubano, como son los casos de Max Lesnik y Jorge
Gómez Barata, panelista ausente éste último y víctima de la
trampa el primero. Es una lástima, porque pienso que su honorable
padre merecía una continuidad más consecuente.
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