jueves, 11 de abril de 2019

DEL OPTIMISMO DE LUIS BRITO AL PESIMISMO QUE NOS INFUNDE EL GOBIERNO

Del optimismo de Luis Britto al pesimismo que nos infunde el gobierno

Eligio Damas

            Luis Britto García, en su más reciente trabajo “Salutación del optimista”,http://luisbrittogarcia.blogspot.com/2019/04/salutacion-del-optimista.html al hacer lo que llamaría un sustancial inventario de Venezuela dice contamos con “la energía hidroeléctrica de Guayana, el agua, la bio diversidad, el hierro, el aluminio, el coltán, el cobre, el torio, sin omitir una espléndida fuerza de trabajo de 14.167.281 personas, casi la mitad de la población, de la cual unos 6.274.817 son trabajadores intelectuales, y 2.267.003 específicamente califican como profesionales, técnicos y afines.”
            Creo pertinente señalar como al citado brillante pensador, quizás por un atavismo que es nacional, se le olvidó mencionar las enormes extensiones de tierras cultivables, los pastizales naturales y, en consecuencia, los espacios para la ganadería que poseemos. Eso está allí y no sé por qué lo pasamos desapercibido. Es como un viejo cuento de Edgard Allan Poe, donde el asesino, un asiduo visitante del edificio residencial, nadie reportó cuando la policía indagó acerca de la presencia de “alguien extraño”.
            Tenemos todo eso y no obstante ahora somos lo que somos. Lo que al rompe habla muy mal de quienes nos han gobernado por lo menos desde hace más de setenta años. Esa  “bonanza” venezolana del pasado reciente que, pese lo que digan los interesados en narrar la historia de manera convencional, alcanzó hasta Chávez y quizás en tiempos de éste llegó a su máximo nivel, no pasó de ser un espejismo, pues nos limitamos a disfrutar alegremente de lo que la naturaleza nos dio, fue como una larga noche de borrachera, romper una piñata generosa sin que le agregáramos mayor cosa, aparte de los valores de la información que nos da Britto, relacionados con la fuerza de trabajo. Lo que significa que ahora somos el producto de lo que antes fuimos y la dirigencia que tuvimos. Y al pensar en esto, estamos como obligados a volver a aquello del “milagro chino” y la necesidad de desarrollar al máximo las fuerzas productivas y, entre otras cosas, incorporar valor agregado a lo exportable, si atendemos a las sugerencias de Víctor Álvarez.  Pues los chinos, según él, parecieron contradecir toda la ortodoxia, tanto que la dirigencia “buscó superar su estancamiento a través de una reinterpretación del marxismo a la luz de las peculiaridades  de China.” Y agrega, citando al máximo líder del proceso chino, Deng Xiaoping, habíamos descuidado “la necesidad de desarrollar las fuerzas productivas. El socialismo está llamado a acabar con la pobreza. La pobreza no es socialista.”
              Para decirlo en lenguaje coloquial, estamos obligados a implementar un modelo sustentable, en base a lo mucho que tenemos y particularmente en el trabajo incesante de todos y eso significa también romper con la ortodoxia. Aquí se debe, como solemos decir en Venezuela, acabar “con lo que se daba”. Y eso empieza por aquellos que por años se han apropiado ilegalmente de nuestras divisas.
            Pero para Britto García, en su como comedida posición con respecto al gobierno, “La única forma en que podríamos perderlo absolutamente todo es mediante la derrota electoral.” Y asegura, “ésta es posible”.
            Para él, eso podría producirse si el pueblo se abstiene “masivamente ante el empeoramiento de las condiciones de vida provocadas por el aumento incontenible e injustificado de precios, la desaparición masiva de bienes por las fronteras, la impunidad de la delincuencia económica, la inseguridad impuesta por las bandas de paramilitares”. Siendo así, entonces el meollo del asunto sería, si interpretamos cabalmente a Britto, que el gobierno gane todas las elecciones que vengan.
          Pero perder todo también estaría sujeto a seguir como venimos, donde para ser equilibrado somos víctimas de las agresiones del imperialismo, ahora en la etapa más agresiva de Trump, el accionar de los factores opositores, que pudieran ser mencionados como incapacitados para recoger el descontento en la misma medida que crece, pero no de dar muestras de cansancio, y también, pese Britto no lo diga, aunque no deja de sugerirlo, de la incompetencia del gobierno para diseñar una opción eficiente. Sin pedirle que emule la proeza china.
            Nada cambiaría esa tendencia o riesgo de perderlo todo si, manteniendo el poder por la vía electoral en virtud de la convicción del venezolano de los males que le depararía dejarse avasallar por el capital externo y unas clases internas ansiosas del financiamiento estatal a cambio de nada, el gobierno mantiene esa actitud como de convidado de piedra, dicho así de la mejor buena fe. Sin dejar de pensar en los tantos males ocasionados por gente que en él ha estado y se supone todavía está.
           Es evidente que Britto es cuidadoso al reclamar por algunas de las cosas que acontecen en el área económica. Se limita a hacer una especie de radiografía parcial de lo que acontece, lo que no deja de ser como muy frío y distante intento de atrapar la realidad de la grave crisis o calamidades que el venezolano padece. Tampoco hace alusión, de manera específica, a la necesidad de un cambio trascendente de actitud y aptitud frente al modelo, como eso que llevó a China a convertirse en un relativo corto tiempo en una de las primeras economías del mundo. Uno cree que Britto, en su enorme talento, es de quienes cree que cualquier crítica y reclamo contundente al gobierno significaría debilitarle y rebajarle frente a su adversario principal que es el  mismo nuestro porque lo es de los intereses nacionales. Pero sin embargo, hay en su posición una inocultable, nada evasiva actitud contra los intereses extranjeros que tratan de sojuzgarnos de manera inocultable por la fuerza, la mejor para ellos poder disponer a su antojo de lo nuestro. Eso manifiesta cuando dice “Si queremos controlar nuestro destino y en alguna forma el del mundo, no tenemos más que seguir cohesionados en la defensa de nuestras riquezas y de la distribución igualitaria de ellas”.
           Por supuesto, uno cree entender que el destacado intelectual, pues es obvio pensar así tratándose de él, estaría proponiendo un nuevo modelo que trascienda lo del rentismo, a partir de esas riquezas que poseemos y el venezolano participe en la construcción de aquello, donde la riqueza contenga el valor agregado del trabajo de todos, tomando en cuenta la valiosa calidad de la fuerza de trabajo venezolana y las áreas que demandan mano de obra. Para eso entonces, sería necesario un estado de cosas donde el gobierno, quizás al mismo tiempo, más que quejarse de las agresiones, se ponga al frente del pueblo con un programa, unas metas. Sería esa la mejor manera de ponerse en actitud de “defensa de nuestras riquezas”.
            Es obvio que para Britto, “controlar nuestro destino” y más, pasa por exigir al gobierno, pese no lo diga, un cambio de actitud, de pareceres y hasta de actores, pues debe hacer y estar dispuesto a hacer lo competente. El problema es que no hay manera de saber cómo y cuándo habrá de actuar, para evitar que el pueblo se canse de tanto esperar y lo que es más, sin que se le tome en cuenta para las decisiones y menos ejecuciones de los planes que deberían cambiar el cuadro que el notable pensador nos ha pintado. Creo que hace falta algo más; que muchas personas como Britto  reclamen al gobierno un cambio de actitud, un salirse de la postración en la cual se halla sobre todo en la ejecución de las tareas, particularmente en el área económica. Que ellas puedan hacer con más libertad de la que hace uso el tantas veces mencionado, sin verse obligadas a ser tan comedidas y discretas. Y que a quienes señalen el camino, se les escuche con  humildad y no como enemigos y menos desleales. Ya basta que el gobierno se conforme  con las victorias que, según su apreciación, le reportan los errores y torpezas del enemigo. A éste no le preocupa en absoluto que aquél se equivoque, se inhiba o se ensordezca.



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