Eva Golinger, según Diosdado, es agente del imperialismo
¿Acaso los rusos son pendejos?
Eligio Damas
Apo,- 05-10-18
A mí,
nunca me ha gustado estar de moda. Es más, como si la moda, lo que está de moda
y quien esto escribe siempre anduviesen eludiéndose. Musicalmente, por ejemplo,
en mi primera adolescencia y primera juventud lo mío fue escuchar jotas,
folías, galerones, aguinaldos orientales, guarachas y boleros. Después vino
toda aquella música cubana que en mi memoria parece empezar con el gran Beni
Moré y reventó en aquel acontecimiento musical maravilloso que fue el mambo de
Pérez Prado. Cuando los Beatles impactaron a mi generación yo continué
escuchando “mi música” y no me di por enterado de aquel gran acontecimiento musical nacido en Inglaterra que enloquecía a
muchos de mis amigos de la clase media. Pero, como decimos los cumaneses,
“parece cosa de chanza”, me convertí en aficionado de la música clásica por
aquella “para muertos”, que todo el día domingo transmitía “Radio Sucre”, la
primera AM nacida en Cumaná. Pues antes sólo escuchábamos una de circuito cerrado llamada “Publicidad Sol”,
con parlantes colocados en varios sitios de la ciudad. Y el cine de mi pueblo
me hizo admirador y casi fanático de la ópera y todo el canto clásico. Si me
han leído bien, se percatarán que siempre voy como detrás de los
acontecimientos, de lo que la vida va dejando, como que me hice profesional en
estudios de historia de la economía que en buena medida mira hacia atrás los
hechos y ese como envolverse los procesos económicos y sociales, para
aprehender lo acontecido e intentar prevenir lo que pudiese ocurrir hasta donde
eso es posible a la mente humana, lo que es muy limitado cuando se trata de
personas cortas y nunca en la moda como uno.
En mi
tiempo, ya lo he comentado en otras oportunidades, dentro de la izquierda era
frecuente o estaba muy de moda, decir que alguien por discrepar de uno era “un
agente del imperialismo y hasta de la CIA”. Un muchacho como uno en aquellos
tiempos, casi recién finalizada la segunda guerra mundial, hablo de los
primeros años de la década del cincuenta del siglo XX, en los tiempos de Pérez
Jiménez, podía resultar, en el juicio arbitrario e infantil de un compañero,
espía gringo y hasta de la propia CIA, por criticar a la URSS, al estalinismo o
las ideas expuestas o defendidas por alguien.
Algo de
eso parece estarle sucediendo a Eva Golinger. Esta joven apareció en Venezuela
de repente, sin currículo alguno que la avalase, por lo menos que yo sepa. Sólo
le vi como una joven norteamericana, hija de una venezolana según leí en alguna
parte y metida entre aquella avalancha de gente que aquí venía, cuando el
torrente de dólares parecía imparable, formado por invitados a observar y más
que todo a escuchar al Presidente Chávez en aquellos largos programas
dominicales, para que llevasen a su país la “verdad” de lo que aquí acontecía.
Nunca pensé, como tampoco ahora eso pienso, que fuese una agente gringa. No lo
pienso porque no tengo fundamento alguno y lo dicho por Diosdado no me parece
suficiente. Con lo que aquí ha acontecido y la larga lista de gente de la
intimidad o como ellos mismos llaman “del primer anillo de Chávez”, que se han
ido a EEUU, no sólo con “maras” de dólares, sino con bastante información,
¿para qué necesitaba la CIA a Eva Golinger?
A mí, en
lo personal, esa joven no me satisfacía y menos despertaba interés alguno. En
mi juventud, cuando la revolución cubana, como los Beatles, entusiasmaban casi
hasta la efervescencia a mucha gente de mi generación, conocí muchos
venezolanos que se valían de todo cuanto podían para viajar a Cuba y lo
lograban, tal como uno entonces iba del Paraíso, centro de Caracas, a Bello
Monte. Apenas los sandinistas llegaron al poder, esos mismos personajes
encontraron modos de montarse en aviones que les llevaban a Managua. Eso era
una moda. Tanto, que soy uno de los pocos militantes de la izquierda venezolana
desde la juventud, que nunca fui a la URSS o cualquier otro país donde
gobernaban partidos comunistas, incluyendo Cuba; como tampoco a Nicaragua. Pero
aquello era una moda. Y esa moda se reprodujo fuera de Venezuela. Abunda una
categoría de “analistas” que se comunican con las embajadas y donde haya algo
que analizar o que parezca distinto a lo que usualmente acontece en el mundo, a
menos que sea una guerra, ellos allí aterrizan, gozan por días de los
beneficios de buenos hoteles a cambio de difundir lo “bueno” que observaron,
generalmente ajeno de lo que la multitud piensa y vive. Como diría un adeco de
la cuarta república”, no se llenan de pueblo.
Con el
comandante Chávez, en esos domingos, más era la gente de fuera, analistas y
pensadores invitados y “coleados”, de esos de estar atento a lo que en cada
embajada se organizase, que venezolana. Se
les suponía eran palomas
mensajeras que se encargarían de difundir por el mundo lo que oyesen y viesen.
Claro, como era una moda, una oportunidad de viajar y estar en contacto con un
hombre que despertaba gran interés en el más mínimo rincón de la tierra, como
en mi tiempo de aquí se salía para esas partes ya mencionadas, del mundo entero
venían para acá. Además, todo era de gratis. Y así veía, en mi muy particular y
hasta egoísta manera, a la Golinger.
Así,
pienso yo, fundamentándome en mi experiencia y recordando aquella joven
periodista que desde Centro América se vino con los jefes adecos, que por allá
estaban exiliados, que mi amigo y compañero Simón Sáez Mérida hizo expulsar de
una reunión del CDN del partido, porque según él, era eso, una “agente de la
CIA”, de lo que está aconteciendo con Eva Golinger.
Haciendo
una asociación muy elemental, como cuando en Venezuela se enflaquecieron las
vacas y hasta con Rafael Ramírez, digo
así sólo por pura asociación de los tiempos, se acabó el gasto dispendioso de
PDVSA, no porque se impuso el juicio sino el acabarse lo que se daba, la
Golinger dejó de venir a Venezuela. Pero no fue ella sola. Hagan su lista. Yo
tengo la mía. Son unos cuantos. “El interés por Venezuela” no se ha perdido
para esos analistas, pues estamos en el ojo del huracán. Pasó lo que el lector
a esta altura sabe por lo evidente.
¡Cuánto
quisiera yo ir a Cuba, China y hasta Irán! Bastante lo he deseado, pero por mi
propia cuenta. Para meterme hasta en iglesias, mercados y tabernas, no digo lo que otros quieren porque prefiero
que lo digan ellos. No para ir a la casa del presidente o alguien tan
importante como él para que me dé un discurso y me embaúlen en una escolta.
Pero a la
gente le gusta la golilla y hasta el figurar. Por eso, quienes prodigan esas
prácticas, corren el riesgo que alguien de quien antes recibieron tantas
atenciones, sin necesidad de ser agentes de la CIA, como pudiera ser el caso de
Eva Golinger, por aparecer discrepando,
se les cobre lo dado. Pues no hicieron lo que de ellos se esperaba.
No veo a
los rusos tan descuidados como para permitir que una agente gringa, conocida
como tal por Diosdado Cabello desde antes, pues eso se desprende de su juicio sobre la joven
americana-venezolana, llegase a convertirse en una figura destacada de la
agencia de noticias RT en español. Quizás Diosdado, en su buena fe o
ingenuidad, cree que los rusos son “cogidos a lazos” como nosotros, quienes nos dejamos meter “gato por liebre”
por quien sea.
¿Y qué fue
lo que pasó? Pues que la Golinger, a quien ese mundo oficial venezolano había
tenido como sensata analista hasta hace una semana, se le ocurrió opinar
indelicadamente y como indispuesta que Maduro incurrió en el desliz de creer
que Trump estaba dispuesto a hablar con él en la ONU. Razón por la cual, según
la Golinger, pese “aparentar” no estar interesado en acudir a la reunión anual
del organismo, al creer interpretar sensatamente una señal equívoca del
presidente de EEUU, dio muestras de debilidad cambiando de actitud y salir
inesperadamente a la cita en Nueva York. Por haber dicho eso, Diosdado “reveló
lo que sabía desde antes”, que “Eva Golinger es una agente del imperialismo”.
¿Los rusos son pendejos o uno los juzga muy mal?
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