¿Bolívar profeta o agudo
analista? ¿Capitalismo financiando socialismo? ¿No es un engaño?
Eligio Damas
Bolívar no fue un profeta. Si lo hubiese sido, tuviésemos en América una
religión que llamaríamos bolivariana. Porque como hasta el mismo Alí Primera
cantó, “no fue un santo para prenderla una vela”. Pero si hay quienes le miran
como tal y hasta quizás de él se guindan para que les cuide sus parcelas. Uno
les escucha hablar, como hay quienes lo hacen con Chávez, y quieren convertir a
aquellos y todo lo alrededor de ellos en iglesias. Por eso, sus discursos los
emiten como letanías y rezos y quizás al panteón nacional y el cuartel de la
Montaña, se les asume como iglesias, que tienen hasta Papa y sus sacerdotes, de
alta y baja jerarquía. Los demás forman el rebaño por conducir que siendo así
no debe pensar, no porque eso canse si no porque es peligroso y hasta
subversivo. El mismo Alí Primera, en una reflexión subversiva, dijo que los
gobernantes y por quienes estos gobernaban, solían ir al panteón para estar
seguro que Bolívar estuviese muerto. Los santos están muertos y cuando mucho en
el cielo descansando eternamente y, en veces, haciendo favores a quienes tienen
la dicha de comunicarse con ellos. Porque, no hay duda que si algo es extraño y
hasta escaso, es un milagro. Además, los milagros suelen ser individuales, como
para que no alcancen a muchos. Por eso los ricas han creído que ellos, los
milagros y los perdoen se compran y hasta momentos cuando la iglesia los
vendía. Y de eso se ocupan muy rara vez los santos, pues no se ponen a
subvertir el orden, si eso hiciesen Dios tendría que expulsarlos y ellos saben
como en efecto, eso hizo con Adán y Eva. Es más, a José Gregorio Hernández, por
haber hecho milagros como por demás, la alta jerarquía eclesiástica, no le hace
santo. Por eso, justamente se habla de milagros y son tan raros que uno
si cree presenciar alguno se queda con la boca abierta, pues son actos que
alteran el desarrollo normal de las cosas. Y comunicarse con los santos no es
un derecho u oportunidad de cualquiera, si así fuera el mundo resultaría una
mantequilla, para esos están sacerdotes y pastores. ¡Y hay qué ver cuánto
hay que pagarles! Y siempre se les debe.
Y si tuviésemos una “iglesia bolivariana”, aunque en un momento llegare a
crecer, seguro que terminarían sus practicantes como los masones, pocos y hasta
como clandestinos por puro placer de serlo. Algo así como ha sucedido con los
partidos comunistas que, por haberse plegado a aquella iglesia que inventó
Stalin, se quedaron solos y pese hablar, sólo eso, del fervor que les anima por
las masas, prefieren las misas encapilladas y andar a escondidas por “los
rincones” como “la Zarzamora”, aunque nadie los esté buscando. ¿Para qué gastar
pólvora en zamuro?
Todas las religiones, hasta las de las tribus indígenas, asumen sus profetas. Y
estos llegaron a la tierra con sus noticias y órdenes emanadas del Creador o de
la fuerza que puso todo en movimiento. Y hay profetas de todos los niveles con
sus anuncios muy jerarquizados. El sol, ese hecho tan cotidiano en la vida, fue
el principio de todo para muchas antiguas religiones, como que los Incas fueron
los enviados de él a la tierra, como Adán y Eva en las religiones cristianas.
El profeta es pues un vocero que viene de allá donde se pierde toda identidad,
noción de espacio y tiempo y trae mensajes de lo que habrá de acontecer y
además las órdenes precisas para el comportarse de la gente. Pese haber nacido
aquí, crecido aquí entre sus padres, su escuela, la que le forma está allá
arriba, algo así como si estudiase por internet y hasta en la “Escuela de las
Américas” o una capilla contraria pero que en fin de cuenta maneja los mismos
recursos pedagógicos. Y esos dioses no le dan a todo el mundo la cualidad de
representarlos, solo a quienes se distinguen por leales, que son aquellos que
seguirán en la misma dirección aunque la carretera se voltee en algún punto.
Si uno, sin estudiar mucho, sólo con recordar aquello dicho por Bolívar, cuando
el terremoto de 1812 asoló a Caracas y casi la convirtió en ruinas y
contribuyó, como el mismo dijo en “El Manifiesto de Cartagena”, en una de las
causas de la pérdida de la primera República, “si la naturaleza se opone
lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”, se percataría que el tipo
no tuvo nada de profeta, pareció y así lo calificaron los curas españoles, un
hereje. Un carajo que no creía en nadie y nada; sólo de lo que emergía de
confrontar con lo real. Según el criterio de la iglesia dominante, ese
terremoto lo mandó Dios, siempre poniéndole como un hombre muy malo, porque
unos cuantos caraqueños se habían sublevado contra el orden impuesto por los
gobiernos de España. Y el rey, eso es bueno recordarlo a los republicanos de
palabra, pero que sirven y defienden de hecho monarquías, lo que ya es
antidemocrático, lo es porque, según sus sabios servidores, Dios le envió
a gobernar y hacer lo que él cree mejor para los hombres. Es decir, según los
curas españoles de entonces, haciendo de profetas, Dios era monárquico, anti
republicano, colonialista y hasta enemigo de los indios y partidario de la esclavitud,
el robo y el genocidio. De donde los reyes, incluyendo al ex reciente,
nebuloso, nada equilibrado y hasta zigzagueante de España, antes que abdicase a
favor de su hijo, son no sólo enviados de Dios, como también lo fue Franco,
sino también profetas. Y Juan Carlos fue de los que celebraba
“encapillao” cada una de sus profecías. Y pensar que ese rey falsificado lo
puso Franco haciendo de falso dios.
Y eso que Dios dispone a cada uno de nosotros el cómo comportarnos, es darle al
Creador una intención totalmente distinta a eso del libre albedrío y la
necesidad e inevitable consecuencia, en sentido general de tender a
comportarnos, como “lo manda Dios”, que no es nada distinto sino a como nos
corresponde y queremos que sea el mundo. Sería como decir que nos puso en un
mundo complicado y nos dejó indefensos y sin recursos; cuando añl contrario,
nos dio la capacidad de discernir y escoger. Los profetas, con sus mandatos,
como los de los grandes medios de comunicaciones y las decisiones del gran capital,
violentan ese libre albedrío, esa desigualdad entre nosotros, donde “cada
cabeza es un mundo” y procuran nos convirtamos en un rebaño, ese que no piensa,
ejerce sus deberes y no trata de interpretar los hechos cotidianos. La libertad
y el verdadero ejercicio está en que cada quien deje sentadas sus aspiraciones
y el movimiento en ritmo y dirección lo defina la síntesis del todo y todos.
¿Por qué? Porque nada está determinado. Como que el socialismo no está a la
vuelta de la esquina, menos ahora mientras la celebrada multipolaridad es
capitalista. Pues las grandes fuerzas o potencias lo son. Y hay ilusos quienes
sueñan que alguna de ellas piensa apostar y hasta financiar el socialismo.
¡Puro pálpito o profecía barata!
Por eso o mejor por todo eso, Bolívar no fue un profeta y uno no debe aceptar
que así lo definan, porque aparte de ser una trampa, es como una manera de
meter en ella su pensamiento, que fue no sólo el suyo, sino el resultado de
estar en medio de su tiempo y circunstancias.
Cuando el caraqueño inmenso, a quien Neruda llamó como cariñosamente “pequeño
capitán”, aquel con los pies puestos sobre todo el continente, escribió aquella
frase de 1825, en carta a Patricio Campbell, “encargado de negocios de su
majestad británica”, “Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia
a plagar la América de miseria en nombre de la libertad”, no asumió el rol de
profeta. Porque no lo era, no lo fue y sin duda no era ese el rol que quiso
jugar en la historia. No estaba pensando lo metiesen en una iglesia y le
inventaran unos rezos para que todo muriese con él y ahora nos contentásemos
con reunirnos cada fecha precisa y determinada en el Panteón a rezarle y volver
a la casa a hacer y conformarnos con todo lo contrario que el quiso que
fuésemos.
No estaba profetizando nada. No habló un esotérico y menos uno que definen como
“loco genial” que adivinada por encima de los tiempos, sino alguien lo
suficientemente culto y conocedor por la historia antigua, por eso deseó que
“ojalá el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los
griegos”. Supo bien como venía comportándose el modelo de su tiempo, el de de
la etapa del capitalismo mercantil. De cómo los más avanzados intentaban
capturar los mercados periféricos para que les suministrasen materias primas y
comprasen su valor agregado. Eso lo vio con claridad, no fue un mensaje que le
vino del más allá ni uno de los frecuentes pálpitos que asaltan a Maduro. Y
además supo, como resultado del análisis de la realidad, de las tendencias
económicas, que la única manera de evitar nos pasase lo que terminó pasándonos,
fue que nosotros, los americanos “antes colonias españolas”, constituyésemos un
bloque similar, para lo que no sólo era necesaria la unidad política sino que
hubiese una clase continental capaz de asumir aquel reto. Es evidente que en
esto “falló” o se “peló” Bolívar y le “fallaron” las condiciones objetivas, o
mejor ni pudo cubrir esa falla que vino desde la España misma, lo que también
muestra no tenía nada de profeta ni adivino. ¿Acaso, en el desarrollo del
capitalismo europeo España no quedó aplastada? Fuimos colonizados por un país
atrasado material y espiritualmente hablando y los que no, el caso de las
colonias británicas y holandesas en el Caribe, fueron lo que sus colonizadores
para ellos diseñaron. En América hispana las clases dominantes se conformaban
con jugar el rol que España les había impuesto, producir materia prima, con
métodos rutinarios y sin mayor esfuerzo. Por eso, a quien algunos quieren
llamar profeta como para legalizar una iglesia en su nombre y todo lo que eso
significa, murió con una camisa prestada, pero no se volvió santo, no se quedó
dentro de la caja mortuoria, menos cogió su cachachá y se fue para el cielo,
sino que anda recorriendo con su caballo todo el inmenso continente que siempre
ha querido unido no por atender a profecía alguna, o pálpito infeliz, sino
porque es el único camino para que los bloques, esos de lo que ahora llaman la
multipolaridad, que no es EEUU solamente, nos aplasten o capturen
definitivamente y nos dejen jugando para ello, como lo hemos estado haciendo.
Por saber eso Ricardo Neptalí Reyes Basoalto o Pablo Neruda, dijo Bolívar
“resucita cada cien años cuando despierta el pueblo”. Uno nunca ha sabido del
resucitar de un santo y si eso sucediese cerrarían la iglesia o, si él a ella
llegase, le echarían a latigazos..
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