Paraguay,
pobreza e inequidad
Hedelberto
López Blanch
Paraguay,
que se convirtió en el primer país latinoamericano del siglo XXI en que la oligarquía
derechista logró dar un golpe parlamentario para detener a las fuerzas
progresistas en la región (después lo lograron en Brasil y lo intentaron sin
éxito en Venezuela) padece a cinco años de aquella acción, una grave
conjugación de pobreza e inequidad.
Recordemos que el presidente electo democráticamente, Fernando
Lugo, fue destituido en forma arbitraria bajo la excusa de la masacre ocurrida
en Curuguaty, en que murieron 11 campesinos y seis policías, un complot
planificado por los poderes involucrados en un cambio de gobierno por cualquier
vía.
Tras ese hecho,
en junio de 2012, asumió como presidente, Federico Franco, un político ligado a
los intereses oligárquicos, a las transnacionales y al narcotráfico, y quien influyó
para el regreso al poder del Partido Colorado, que había sido derrocado en
2008, tras 60 años de mandato.
Franco
inmediatamente marcó pautas al favorecer a las transnacionales
agroalimentarias, liberalizó aún más el comercio de las semillas transgénicas,
pactó con la banca extranjera y emitió el primer grupo de bonos soberanos al
mercado internacional por 500 millones de dólares.
La bondadosa
política neoliberal de entrega de recursos naturales, económicos y financieros
asumida por Franco, continuó ampliandose un año después, en junio de 2013, con
la llegada al poder de Horacio Cartes.
En los
últimos cinco años, Paraguay duplicó su endeudamiento que hoy se cifra en
alrededor de 6 500 millones de dólares.
El modelo
agrario exportador implantado en esa nación sudamericana donde predominan los
cultivos de soja con semillas genéticamente procesadas, genera el 40 % del Producto
Interno Bruto (PIB). Recientemente, el gobierno introdujo una propuesta de ley
para imponerle un 15 % de impuestos a esas exportaciones, lo cual inmediatamente
protestaron los grandes productores y se opusieron a tener que entregar una
mínima fracción de sus enormes ganancias.
En Paraguay,
el 80 % de los suelos esta sembrado de soja y de acuerdo con un informe de de la Organización No
Gubernamental inglesa, Orfam el 71,3 % de esos terrenos están controlados por
el 1 % de los terratenientes.
Este modelo
de desarrollo excluyente, concentra las riquezas en pocas personas, que además
de las dividendos obtenidos, poseen gran influencia en la política.
Los cultivos
de soja, pese a que se exporta a varios países, han sido incapaces de generar
suficientes puestos de trabajo en una economía primaria dependiente, pero sí es
responsable de una deforestación acelerada con incidencia directa en el
desplazamiento de la agricultura familiar.
En sentido
directo, la sobreexplotación de soja provoca el uso de elementos tóxicos con semillas
genéticamente manipuladas, destrucción de los suelos, siembra de menos
alimentos para consumo humano y solo genera el 15 % de los empleos.
Según
Elizabeth Barrios, titular de la Dirección General de Estadística, Encuestas y
Censos (DGEEC), con el nuevo resultado de la Encuesta Permanente
de Hogares (EPH), la pobreza total durante el gobierno de Horacio Cartes se
incrementó en relación con el año pasado, de 26.58 % a 28.86 % . Esto significa
que al menos 1 950 000 paraguayos son pobres.
La cifra
significa que el 29 % de los 6 700 000 habitantes de esa nación se encuentran
en esa desafortunada categoría que se convierte más preocupante en las zonas
rurales que se sitúa en 39,72 %.
El titular
de la Secretaría
Técnica de Planificación (STP), José Molinas, anunció en un acto celebrado en un hotel de Asunción
que la pobreza extrema se sitúa
en 9,97 %, lo que equivale a 687
000 personas: 494 000 en el área rural y otras 193 000 en áreas urbanas
Esos números
resultan alarmantes para un país que aparece como el cuarto exportador mundial
de soja y el sexto de carne y produce alimentos para 60 millones de personas de
diferentes continentes.
Para el
economista Isaac Godoy, "el aumento de la inequidad refleja el hecho de
que la mayor parte de los beneficios del crecimiento económico se está quedando
en manos de los capitalistas (empresarios o inversionistas), quienes
favorecidos por la baja presión tributaria acumulan ganancias”.
El
economista Godoy obvia reconocer que las políticas neoliberales aplicadas en el
país son las causas directas de esos problemas, y solo se las achaca a los
bajos impuestos tributarios que abonan empresas e individuos adinerados.
La realidad
consiste en que no hay disposición política para llevar adelante programas
sociales que permitan acceder a servicios de educación, salud, saneamiento,
vivienda y otros de primera calidad a una gran mayoría del pueblo que no puede
satisfacer sus necesidades básicas.
El gobierno de Cartes se ha caracterizado por beneficiar a las
compañías transnacionales financieras y del agronegocio. Una de las primeras
leyes promulgadas a solo un mes de su asunción fue la conocida como Alianza
Pública Privada, que consiste básicamente en que el Estado paraguayo asume
todos los riegos relativos a la inversión, con amplias ventajas para el capital
extranjero, como la anulación de la jurisdicción de la justicia nacional ante
eventuales litigios.
Amparado en esa legislación el presidente tiene las manos libres
para rematar el país, sin costo para los inversores, incluyendo las inversiones
especulativas o fondos buitres.
En esa línea a favor del agronegocio, ya se han liberado 20
semillas transgénicas: 14 de maíz, tres de soja y tres de algodón. Pobres
campesinos, el neoliberalismo los deja sin tierra, sin semillas originales pero
si les otorga pobreza.
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