ELIGIO DAMAS
He leído ahorita mismo un artículo que alguien pensó debo leerlo; es una frecuente subestimación que hacen de la gente de izquierda, desdentada e ignorante a quien se le puede embaucar con simplismos. Quien me lo envió parece tener al autor del mismo como uno de sus preferidos y supongo tanto así, porque de ese personaje me envía, con demasiada frecuencia, de sus trabajos. Lo que demuestra que él es lo que supone soy yo.
No voy nombrar a quien eso escribió porque sería, desde mi humilde y reducido espacio, atraer la atención hacia él y es preferible que nadie le lea o, por lo menos el menor número de gente posible, para que el daño que pudiera ocasionar no se extienda y se limite a su círculo, del cual no sabría hacer cálculos cuantitativos. En cuanto a la calidad de su mensaje, el cual si he medido, pues su propagandista, apenas aquél escribe algo lo pone en las redes y a mi llega, es nefasta. Pues más que ideas u opiniones, el individuo lo que vomita sobre el teclado y este envía a la red, son dosis de odio del más alto calibre.
Casi ahora mismo, he puesto en mi cuenta de facebook el siguiente texto:
“Este medio confronta un serio mal. Entre quienes por aquí se expresan, pese disponer de espacio suficiente, lo hacen sin cuidar las más elementales normas del arte de escribir. Los atropellos a la lengua y los lectores, son de tanta magnitud como los derivados de los disturbios. No hay mayor peligro como este de disponer con facilidad de un recurso tecnológico y no estar preparado para usarlo. Es como el loco que dispone de un carro, una licencia para conducirlo, pero desconoce lo esencial, hasta primario, de las normas que rigen esto último. Es decir, el conducir, y se van por allí atropellando sin respeto ni medida.”
El daño que hacen a la lengua que hablamos, un tesoro de la vida diaria, la convivencia, en lo que el pueblo, aquel de las personas más sencillas, hace aportes maravillosos, personas ignorantes, sin respeto por nada, la peor especie de la ignorancia, que asaltan las redes, es tan grave que no sería extraño que terminemos transformándola horriblemente, volverla un estropajo y hasta sin poder entendernos.
Los diarios antes tenían el corrector de pruebas. Un especialista dedicado a corregir errores en artículos y notas. No sólo por cuidar la imagen del diario y sus colaboradores, sino por defender la lengua. Quien escribe a diario, sea quien sea, no escapa a cometer errores, porque errar es de humanos. Y, esto me lo dijo por primera vez un escritor amigo, “el menos llamado para encontrar lo errores de su trabajo, cuando hablamos de escribir, es quien lo hizo”.
-“Mira Eligio”, me dijo aquel amigo, “cuando uno corrige lo suyo, sobre todo acabando de escribirlo, lee lo que creyó escribir. Es decir, supone que lo que quiso escribir está allí inmaculado y por eso, no lee el texto sino lo que tiene en la cabeza y pasa por alto los errores, porque no los lee. Lee lo que supone debe estar escrito”.
Justamente por eso existían aquellos correctores de pruebas.
En los medios sociales nadie corrige errores y, quienes los “cometen”, hasta lo hacen adrede, porque eso poco le importa. Es un asunto cultural.
Por eso, y esto pudiera parecer como antidemocrático e imposible de alcanzar y hasta una tonta ilusión, las redes deberían inventar algo para contener esa avalancha de imbecilidades y atropellos a la lengua.
Casi esto mismo se podría decir de quienes toman las redes, páginas de opinión, para difundir sin freno ni medida el odio.
Los vomitadores de odio, quienes hasta podrían escribir bien, dañan a la gente, la relación entre los ciudadanos y predisponen unos contra otros por mezquindad y ruindad. No sé exactamente dónde, pero supongo debe haber una norma contra la difusión del odio. Pues esa práctica es atentatoria contra la indispensable unidad social, nacional, tan dañina como el terrorismo. Es más, se podría afirmar que es una práctica terrorista. Los difundidores de odio en nada se diferencian de quienes asaltan una escuela, CDI, colocan bombas en espacios donde concurre gente o reprimen sin justificación una manifestación pacífica.
Hasta páginas, llenas de buena fe, como Aporrea, suelen ser asaltadas por personajes que al intentar emitir sus opiniones, percepciones de lo que acontece, sin importar su estilo literario, optan preferentemente por ofender personas y hasta concitar odio, de aquellos que puedan influir, contra otros.
Por eso, no basta que un medio diga que se abstiene de prestarse para promover racismo, xenofobia y hasta la homofobia. Y no sólo lo diga, sino que lo practique. También es necesario asuma la misma actitud contra quienes amparados en presuntas posiciones políticas o discursos sobre ese asunto, se dediquen a generar y difundir odio contra personas, comunidades y hasta colectivos.
Los promotores del odio no tienen ideología, a menos que haya una cultura o ideología del odio que se atrinchera donde primero le sea posible hacerlo. Porque hay “odiantes” y difundidores de odio en todos lados, niveles sociales y hasta intelectuales. El odio no es un arma para mejorar la sociedad y menos para hacer que quienes gobiernan, al cual se valora mal, dejen de ser gobierno o mejoren en sus funciones. Tampoco para hacer los opositores idóneos para su función. Sólo sirve y busca irracionalmente destruir la sociedad y que los discrepantes se aniquilen entre sí. Hay quienes no tienen exacta noción del daño que causan y disfruta de eso, lo que, sin que uno sepa mucho de eso de la psicología, nos permite sospechar que no anda en sus cabales. Pero también los que responden a un plan, proyecto con propósitos siniestros.
El cosechador de odios particular que motivó esta nota escribe en diarios nacionales, regionales y hasta en páginas web. El tipo, en el pasado, desempeñó muy importantes cargos dentro del aparato estatal y la industria petrolera. Sus “admiradores”, que son algo así como los agentes que aquello odioso difunden, se encargan que a uno, que no lee esos diarios o esas páginas, aquello le llegue. Por esto, a partir de hoy, a quien eso me envía le voy a dar “spam” por razones de salud.
Pero por lo mismo, la salud mental y la paz, invito cordialmente, ruego, a todas las páginas amigas en las cuales aparecen mis trabajos, empezando por Aporrea, a seguir en la práctica de estar abiertas para todo aquel que tenga algo que decir y opinar, sin ponerle limitaciones de ningún tipo, respetando el sagrado derecho a opinar, salvo cuando se intente promover y difundir el odio. Porque esta práctica atenta contra los derechos humanos; es una vulgar forma de terrorismo.
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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 4/16/2017 07:37:00 a. m.
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