domingo, 19 de junio de 2016

WASHINGTON vs. MADRID: paginas de la guerra(1)

Washington vs. Madrid: páginas de la guerra (I)
Ciro Bianchi Ross • digital@juventudrebelde.cu
18 de Junio del 2016 23:34:49 CDT

El combate comenzó a las seis de la mañana del 1ro. de julio de 1898,
cuando la artillería abrió fuego sobre El Caney y, en opinión del
mando norteamericano, debía concluir a las ocho. Resultaba totalmente
inconcebible que 520 soldados españoles resistieran por más tiempo el
embate de 5 400 efectivos procedentes de Estados Unidos. Los
estadounidenses atacaron con valor y desprecio de sus vidas, pero la
defensa española no era menos heroica y el fuego artillero de los
atacantes no resultó totalmente eficaz. A las 11 de la mañana, la
fortaleza continuaba en poder de sus defensores.
El general Lawton, jefe norteamericano que comandaba aquella
operación, decidió entonces sumar al combate a la tropa que se
mantenía en reserva y solicitó al mayor general Calixto García,
Lugarteniente General del Ejército Libertador, la incorporación de
soldados cubanos. Al mismo tiempo, aceptaba los consejos del jefe
mambí para una mejor conducción del ataque, y a cada uno de los
batallones de dos de las brigadas en acción se adicionaba una compañía
de infantería del Regimiento Baconao.
A la una de la tarde se reanudó el combate en toda la línea. Cuatro
horas más tarde, el general Shafter, jefe máximo de las tropas
norteamericanas en Cuba, viendo la enérgica resistencia de los
defensores, ordenó a Lawton que desistiera de su propósito. En
realidad, apoderarse de ese poblado, situado a seis kilómetros de la
ciudad de Santiago de Cuba, había sido idea de Shafter, concebida como
una operación que incluía el ataque simultáneo a la fortaleza situada
en la Loma de San Juan, hechos que antecederían a la toma de Santiago.
Su plan contemplaba que la división que mandaba el general Lawton
atacara primero a El Caney y, una vez cumplida su misión, se
incorporara a las que atacarían San Juan. Pero esta acción debió de
iniciarse sin las tropas de Lawton, atascadas en El Caney.
La defensa de ese poblado incluía el fuerte El Viso, de cuatro
fortines de madera conectados entre sí por trincheras y alambradas,
así como las casas de mampostería del pueblo y la iglesia, preparadas
como obras defensivas. Especialistas militares cuestionan la necesidad
de atacarlo, pues por su ubicación geográfica y las fuerzas conque
contaba, no era significativo en los planes estadounidenses de
apoderarse de Santiago de Cuba. Bastaba, aseguran los expertos, con
haberlo flanqueado.
Lawton no acató la orden de retirada de Shafter. Pasaban ya de las
cinco de la tarde cuando se reanudó el ataque. La artillería de los
asaltantes aumentó en eficacia. El Viso comenzó a sentir los efectos
de un tiro certero que aflojó la resistencia, y el jefe de la plaza,
general Joaquín Vara del Rey, no tuvo más alternativa que ordenar a
sus hombres salir del fuerte y buscar refugio en el poblado.
Mientras lo hacían, el general fue herido en las piernas, y cuando la
acción de retirada se convirtió en una fuga desordenada, los hombres
que lo conducían en camilla lo abandonaron a su suerte en medio del
camino. Solo unos pocos oficiales quedaron a su lado. Moriría, en
definitiva, en una emboscada de la caballería cubana. Solo
sobreviviría un jefe español, un teniente coronel que logró llegar a
Santiago al frente de unos 60 subordinados.
A las seis de la tarde cayó El Caney en poder de los asaltantes, tras
una carga final en la que participaron asimismo las tropas mambisas
del coronel Carlos González Clavell, que se habían destacado de manera
extraordinaria ese mismo día en el combate de San Juan. Al cesar esa
acción, a las tres de la tarde, González Clavel y sus hombres se
trasladaron a El Caney para reforzar las tropas del general Lawton y
fueron los primeros en entrar al poblado.
La acción arrojó un saldo de 480 bajas para los españoles, 420 para
los norteños y unas cien para los cubanos.

Una cronología
Se cumplieron en estos días —10 de junio de 1898— 118 años del
desembarco en las cercanías de Guantánamo del primer grupo de infantes
de marina que tomaría parte en la guerra contra España. El grueso de
la tropa —el quinto cuerpo del ejército de EE. UU.— demoraría aún unos
diez días en desembarcar. Su jefe, el general Shafter, y el almirante
Sampson, jefe de la flota que la transportaba, intercambiaron
criterios con Calixto García. Sampson expresó que el objetivo inicial
debía ser el Morro santiaguero, para apoderarse después de la ciudad.
Calixto tenía un plan bien distinto: el quinto cuerpo desembarcaría
por Daiquirí y atacaría Santiago por el este, mientras que los cubanos
lo harían por el oeste, con lo que se completaría un cerco que
impediría la entrada de refuerzos para las tropas españolas.
Prevaleció el criterio de Calixto, aceptado por los jefes
norteamericanos.
El 20 de junio fuerzas cubanas al mando del general Agustín Cebreco
ocupan posiciones al oeste y al noroeste de Santiago, a fin de
interceptar refuerzos y acometer una operación destinada a distraer a
los españoles. Al día siguiente, el general Castillo Duany y el
coronel González Clavell inician una operación de limpieza de costa
que facilitaría el desembarco. Paralelamente, un fuerte contingente
cubano situado en las afueras de Guantánamo impide la salida de
refuerzos españoles desde esa ciudad, y González Clavell, al frente de
unos 530 mambises toma el caserío de Daiquirí, para asegurar el
desembarco de los 16 000 soldados estadounidenses que arribarían al
día siguiente.
Tres mil soldados españoles que el ataque de González Clavell obligó a
retirarse de Daiquirí y Siboney, se concentran en Las Guásimas. Un
general norteamericano se decide a atacarlos y pide el concurso del
aludido oficial cubano. Pero este tiene instrucciones de Calixto de
obedecer solo al general Lawton y, por otra parte, hay una orden de
Shafter que prohíbe el avance norteamericano mientras los
abastecimientos no estén seguros. Aun así el general ataca a los
españoles y es duramente castigado, tanto que se ve obligado a pedir
refuerzos al general Lawton. A la postre no son necesarios.
Inexplicablemente los españoles se retiran, y Las Guásimas, Sevilla y
Redondo quedan en manos de los norteamericanos.
Mientras eso sucede, el mayor general Calixto García llega a Siboney y
el general Jesús Rabí asume el mando de las tropas cubanas. Tres días
después, el general Shafter desembarca en Siboney. Pese al
hostigamiento constante de los mambises, el coronel Federico Escario,
al frente de una columna de 3 700 hombres que salió de Manzanillo el
27 de junio, logra entrar en Santiago y refuerza la ciudad sitiada.
Antes, el 1ro. de julio, ocurrieron las batallas de El Caney y San
Juan. Aunque las cifras difieren entre unas fuentes y otras, el
Diccionario enciclopédico de historia militar, de las FAR, asegura que
en esa última acción, entre muertos y heridos, los españoles perdieron
400 hombres y 650 los norteamericanos, mientras que las bajas cubanas
rondaron las 50. Eran originalmente, dice la misma fuente, unos 450
efectivos españoles, al mando del coronel Baquero, 6 000
norteamericanos y unos 600 cubanos mandados por el inevitable González
Clavell.
Los españoles respondieron al fuego artillero norteamericano con una
artillería bien disimulada que empleaba pólvora sin humo, lo que hizo
difícil su localización. Siguió el ataque de la caballería que,
protegida por la frondosa arboleda, logró ponerse a tiro de fusil de
la fortaleza sin ser advertida por sus defensores. Los españoles
respondían con denuedo y las bajas de los atacantes comenzaron a ser
numerosas, pero mantuvieron sus posiciones sin vacilación. Tres altos
oficiales norteamericanos que avanzaban al frente de sus respectivas
brigadas cayeron en combate. Llegaron refuerzos enviados por Shafter y
los mambises que, por el flanco opuesto, guiaban a una tropa de EE.
UU., se aproximaron al objetivo bajo el profuso fuego enemigo que
defendía San Juan con firmeza y valor. El Regimiento 71 de Voluntarios
de Nueva York se detuvo ante las descargas del enemigo y comenzó a
retroceder. El cubano González Clavell hizo entonces avanzar a sus
hombres, restableció la línea de fuego y logró que los efectivos del
Regimiento 71 prosiguieran su avance. Eso valió al coronel mambí una
felicitación del mando norteamericano en pleno campo de batalla.
Aflojó la resistencia española y San Juan cayó en poder de
norteamericanos y cubanos. La suerte de Santiago de Cuba estaba
echada.

Últimos días
Ocurre entonces algo inexplicable. El general Shafter, jefe del
ejército norteamericano de tierra, se desmoraliza al computar el
número de bajas sufridas por sus tropas en San Juan y El Caney. El
clima de la Isla, por otra parte, le provoca sufrimientos sin cuento.
Escribe al general Lawton, su segundo: «Mi presente posición me ha
costado mil hombres y no estoy dispuesto a perder más». Y, en alusión
a Santiago, dice al Secretario de Guerra de su país: «Nosotros tenemos
cercada la población por el norte y por el este, pero con una línea
muy débil. Al acercarnos, nos hemos encontrado con que las defensas
son de tal clase y tal fuerza, que será imposible tomarlas por asalto
con las fuerzas que tengo. Estoy considerando seriamente retirarme
cinco millas de mi actual posición y tomar una nueva entre el río San
Juan y Jardinero».
En un Consejo de Guerra expuso Shafter su decisión de retirarse de la
lucha y pedir refuerzos a Washington. Su oficialidad rechazó el
propósito «peligroso en extremo porque podría aumentar la moral del
enemigo y sembrar el desconcierto entre el cuerpo expedicionario».
Shafter se vio obligado a presentar su renuncia y entregar la jefatura
a Lawton. El alto mando norteamericano se sintió entonces tan
desorientado, que llegó a proponerle al mayor general Calixto García
que asumiera el mando de las operaciones, lo que el veterano mambí no
aceptó porque de hacerlo se hubiera convertido en el ejecutor de la
política norteamericana en Cuba. Antes bien, insistió con Shafter en
las ventajas de no interrumpir el ataque, lo que hubiera dado a los
españoles la oportunidad de reorganizarse y enviar a Santiago
refuerzos considerables.
Ya para entonces el Ejército Libertador había desatado una ofensiva
general en el oeste de Santiago, con lo que se completó el cerco. Los
mambises se apoderaron sucesivamente de San Vicente, Dos Bocas,
Boniato y Cuabitas y de las estratégicas alturas de la Loma de
Quintero, desde las que se dominaba la ciudad por entero. Las
guarniciones españolas emplazadas en esos puntos, los abandonaban
precipitadamente.
Eso ocurría el 2 de julio. El 3, el almirante Pascual Cervera recibía
la orden de romper, con su escuadra, el sitio que a la bahía de
Santiago había puesto la flota del almirante Sampson, un hecho de
enorme trascendencia militar que precipitó el fin de la contienda.
Así lo veremos la próxima semana.

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Ciro Bianchi Ross
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