ELIGIO DAMAS
A la palabra arrogante el Drae da tres acepciones. Cuando pensé en aplicársela al actual presidente de la AN escogí la primera. El lector sabe bien cuál es, hasta por la conducta pública y ancestral del aludido.
Confieso que en condiciones normales, desde tiempo atrás, el secretario general de AD, como se suele decir en Cumaná, “me cae en gracia”. Por su empeño de llamar la atención dice y hace cosas que mueven a risa. No suele decir disparates como Rosales a quien se le salen “por su naturaleza misma”, léase también razones culturales, sino todo lo que hace y dice obedece a un plan, un estudio, una meta. Eso de lanzar adjetivos como quien maneja una ametralladora, “esa cosa no es de loco”, para decirlo como una vieja canción, sino con un propósito definido. Sabe bien el o que anda y dice.
Pero aunque bien sé eso, me ha caído simpático, quizás porque pocos se atreven a eso, jugar entre el político que aspira grandes posiciones y el riesgo de ser desestimado por falta de seriedad. Que se le tilde de payaso, aún tener tampoco el talento de hacer chistes de alta factura y fineza como solían hacerlo Andrés Eloy y Miguel Otero, quienes me inspiraron admiración y hasta embelesamiento. Por algo “Los Roberto”, quienes son humoristas “muy serios”, encontraron en él un filón y le dan un tratamiento muy distinto al de Rosales de quien más bien se mofan. A Ramos, los de “como ustedes pueden ver”, han manejado sus cosas o arrebatos igual que si fuese un político medio serio, aunque le guste la guachafita para agradar al público, como cuando aquello de la granada y su espoleta.
Pero admitir que me cae simpático, suele hacerme reír por lo que dice, sus gestos estudiados, no implica que comparta sus opiniones políticas o intereses que en ella pone o juega. Sé bien, tengo algunos muy cerca, de lado y lado, que abunda mucha gente que cree aquello de “al enemigo – en este caso sería al adversario político – ni agua”. Pero afortunadamente no sufro de ese mal. Entre mis habituales contertulios tengo quienes discrepan de lo que pienso y hablamos de lo más bien. Por eso, digo sin temor ni dudas que Ramos “me cae bien”. Casualmente, me he interrumpido aquí la visita de uno de esos amigos y colegas, militantes de la oposición, con quien mantengo una viejísima relación y hablo frecuentemente
Pero en ese afán de llamar la atención, atraer sobre sí siempre los ojos y oídos de la gente, Ramos Allup, suele cometer garrafales errores, como aquel de “en veinticuatro horas presentaré las pruebas del fraude” o exhibir una espoleta nueva, reluciente, inmaculada, virgen, como perteneciente a una granada que le estalló entre las piernas y ni siquiera le dejó renco.
Bien sé, pues algo he leído de historia, que el plan de dominio imperialista, más que de las clases dominantes a lo interno, pasa por borrar la imagen de Bolívar, porque ese carajo – perdóneseme el calificativo – de nuevo se convierte en un peligro. Pues como dijo Neruda, “Bolívar despierta cada cien años, cuando despierta el pueblo”. Y pareciera que no está en sus planes volver a dormir “por ahora”. Por ese plan, del cual Ramos Allup es partidario, pues según documento recientemente desclasificado, ha sido asiduo visitante y martillador de los gringos, está montado en la idea que hay que borrar a Bolívar y Chávez del ideario nacional. Pero la forma como lo hizo es un aporte muy particular de su iracundia mezclada con su afán de llamar la atención. Fue tan burdo que hasta parte de la MUD se vio obligada a disculparse y distanciarse de él por lo menos en eso.
Por su arrogancia acaba de decir a los medios que él no se disculpará de algo que no es culpable sino lo fueron quienes en el salón elíptico “metieron esos cuadros”, pasando por alto el show de mal gusto que montó e hizo que le grabasen.
Dice además en su defensa, como quien se agarra con desesperación de un clavo caliente, que no aceptará en el salón donde manda con el autoritarismo del que ellos acusaban a Chávez y ahora a Maduro, “otro cuadro distinto a aquel que el propio Libertador dijo que más se le parecía”. Es decir, el verdadero rostro de Bolívar, según Ramos es uno pintado en el siglo XIX con todas las imperfecciones de la pintura de entonces y las tendencias románticas que a los artistas llevaban a “glorificar, endiosar y hasta embellecer físicamente a los héroes y gobernantes”. Pero además, esa a la que Ramos se refiere, según él mismo, Bolívar dijo que “era la que más se le parecía”. Fue su opinión, tan subjetiva sobre sí mismo como la de cualquiera, incluyendo a Ramos. Obviamente, “El Libertador” no tuvo oportunidad de ver esta que el presidente de la AN llamó basura, que pese su opinión, es objeto de veneración de millones de venezolanos aunque sólo se le parezca un poco. Cualquier imagen de Bolívar, de las tantas que existen, no es merecedora de ese trato a menos que se odie y se comparta el plan que pasa por borrarlo de la memoria colectiva e impedir ahora su espada y figura, caminen por América Latina. ¿Cuántas imágenes existen de Cristo? ¿A qué buen católico se le ocurriría tirar a la basura y apostrofar una imagen del mesías porque no se corresponde con la que a él le gusta?
Sucede que al “cerebral” Ramos Allup, cuyas apariciones en escena, su histrionismo son por demás estudiados, quiso esta vez ser más papista que el Papa y mal calculó o sobre actuó su servicio a los gringos y la MUD. ¡Hasta podría salirle el tiro por la culata! ¡Quién sabe!
el 1/11/2016 10:22:00 a. m.
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