viernes, 10 de julio de 2015
LA GUARANDINGA DE "PRECIO JUSTO" ES GAZMOÑERÍA ALIENANTE
ELIGIO DAMAS
¿Qué define lo justo cuándo se trata de un alimento de alto consumo? ¿Qué es lo justo el comer o el ganar? Supongo que para los productores consiste en tomar en cuenta lo que los técnicos y quienes no lo son, porque esa vaina es un conocimiento vulgar o vulgarísimo, costo de producción y aquellas cargas, como el margen de ganancia razonable – dije razonable – que calculan los productores y le asigna la ley que intenta -- dije intenta – que el precio de una mercancía, en este caso un alimento, sea justo. ¿Pero justo para quién?
Veamos el asunto desde la perspectiva del consumidor. Un pequeño pote de atún de 140 gramos, que apenas alcanza para el desayuno de una persona, que antes tenía poco significado en eso que llaman la cesta básica, de los tiempos cuando nuestro amigo Elías Eljuri, al frente del INE, solía hablar con frecuencia del costo de alimentos, índices de inflación, antes que optase por no decir más nada sobre eso y tomar sus maletas e irse a las oficinas de la FAO, muy lejos de aquí, ahora cuesta hasta doscientos cincuenta bolívares (Bs. 250.oo); es su “precio justo”. Es decir, treinta potecitos de eso equivalen al salario mínimo mensual; de donde si uno se desayuna con uno de ellos, el ingreso mínimo sólo alcanzaría para el atún del desayuno, sin incluir café y por lo menos arepa, como acostumbramos los nacionales. De donde, las tres y cuatro papas diarias que se metía o mete el venezolano, de las cuales también hablaba con estridencia y no injustificada alegría el mismo Eljuri, contando sólo con el salario mínimo, que es en efecto el único ingreso de muchos venezolanos y en todo caso es “el salario mínimo”, se reducirían a una íngrima e incompleta o chucuta.
Entonces, desde esta perspectiva, cabe preguntarse ¿es “justo“el precio de ese pequeño pote de atún y tantos o casi todos los alimentos si le comparamos con el salario mínimo? Si la respuesta es positiva y parece serlo porque el gobierno lo avala, entonces uno concluye que, si es así con el atún y el pollo que ya vuela alto como el águila, el kilo sobrepasó el precio de los trescientos bolívares, entonces el salario mínimo no es justo.
Siempre creímos y combatimos junto con gente que sostuvo que había que cambiar la sociedad, pero mientras andábamos en esos avatares debíamos luchar para que los trabajadores tuvieran un salario justo. Es decir, antes de pensar que las mercancías de los productores tuviesen un precio, un retorno justo en el mercado, nuestra preocupación, en lo inmediato, inmersos en la lucha de clases, se centraba que el salario fuese justo.
Preguntémonos lo siguiente, en estos momentos cuando el gobierno toma como justos esos precios que aniquilan el salario: ¿cuál es el nivel de acumulación de los empresarios en cualquier nivel de la cadena? ¿Los empresarios nuestros, aquellos pocos que producen, quienes nada producen y sólo importan, están igual de deprimidos que los asalariados? Pareciera que la respuesta a esta pregunta es no. Especialistas dicen que, en medio de esta crisis que sufrimos los consumidores de salarios anclados y más quienes sólo dependen del salario mínimo, el nivel de acumulación de riquezas de grandes productores e importadores ha aumentado ostensiblemente. Las mañas del dollar today contribuyen con la especulación y la acumulación desmedida.
¿Es justo entonces que mientras unos pocos, “basándose en el precio justo” de sus mercancías acumulen incontables beneficios, mientras la mayoría de salario anclado y reducido se empobrece?
Claro a la mayoría la sacrifican, contando hasta con el concurso de los sindicalistas diciendo una vieja cartilla de las escuelas de economía, “nada hacemos con subir el salario porque eso significa repotenciar la inflación; de lo que se trata dicen ellos, gobierno, empresarios y sindicalistas es aumentar la producción hasta los límites necesarios”. Ese razonamiento tecnocrático y muy sabihondo, convincente, concluye que mientras tanto los empresarios y capitalistas siguen acumulando, el gobierno medita y retoza, el pueblo sigue jodiéndose y los sindicalistas esperan la buena nueva.
La realidad, vista desde la perspectiva del pueblo griego, fue la que llevó a Alexis Tsipras, primer ministro de su país, a enfrentarse a la Troika y negarse a firmar en acuerdo que empobrecería más a la ciudadanía trabajadora, jubilados y activos. Porque, lo que piden el FMI, el Banco de la Eurozona y los países que esta integran, es la aplicación de un paquetazo, lo que deberían saber los opositores que forman las huestes del pueblo como nosotros, cuando optan por apoyar planes de la oposición sin saber lo que le ocultan y harían en caso de llegar ella al poder.
Lo importante es que Tsipras y sus camaradas no sólo se opusieron al paquete neoliberal, sino que diseñaron una acción política que llevó al triunfo del No en referendo, tienen propuestas sobre el manejo de la deuda griega y empujan, fundamentados en ese apoyo, en una solución conveniente. No se quedaron en el discurso y en la simple inconformidad. Porque problemas como los que confrontan los pueblos griego y venezolano no se resuelven con discurso nacionalista, moralista, ético y menos con una actitud contemplativa.
¿Pero, sí para superar la situación que, según los técnicos de un bando u otro, habría que aumentar la producción, diversificar la economía, romper con el rentismo, corresponde esa responsabilidad fundamentalmente a los asalariados? ¿Son ellos quienes tienen que hacer todo eso o se hunden?
Uno sabe que en nuestro caso no. Por supuesto, el trabajador forma parte del universo de personas que debe contribuir con su esfuerzo a aquella tarea, pero no depende de él el diseño de políticas, inversiones y todo lo que deben hacer empresarios privados o gerentes del Estado y los manejadores de este mismo. Por lo menos es así en el Estado que todavía tenemos, independientemente que no sea ese el que aspiraba Chávez.
Lo obvio, es que si el producto de una mercancía sube por la poca producción, no es culpa del trabajador que eso suceda. ¿Entonces siendo así, porque insistimos en decir que son “justos” los precios de una mercancía, derivación de un frío estudio contable, en el supuesto que así sea, lo que no siempre o casi nunca es verdad, pero el gobierno mismo así lo admite, mientras también pasa como justo, porque nada ni nadie lo cambia, el deprimente salario, que lo es al compararlo con lo que debe gastar para adquirir productos para apenas sobrevivir y más cuando pensamos en las ganancias de los empresarios?
Entonces, siendo así, dejémonos de esa gazmoñería, de colocar una etiqueta donde se habla de precio justo, que no hace sino dignificar sobre explotación de los trabajadores y al Estado le da un baño de dignidad. Si no es pertinente subir los salarios, como se debería porque sería estimular la espiral inflacionaria, hasta no encontrar salidas sustentables, tampoco lo es decir que esos precios “son justos”, pues con eso solo estamos encandilando a los explotados y justificando a los explotadores, pues a los primeros mandamos el subliminal mensaje que es justo el salario que perciben. Mientras el Estado, poniendo esa etiqueta queda como limpio de pecado y convencido de haber cumplido estrictamente su deber.
¿Cómo puede ser justo el precio de las mercancías, por una simple operación contable, mientras el salario no alcanza para comprar las indispensables para sobrevivir; o para mejor decirlo, el salario es injusto? Calificar de justo el precio de mercancías que pone en venta la clase empresarial, mediante el pago de un salario deprimido mientras ella acumula sin medida, es alienante y rebaja la fuerza de combate de los trabajadores.
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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 7/08/2015 05:04:00 a. m.
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