domingo, 3 de noviembre de 2013
LOS SALARIOS SUBEN LOS TERMOMETROS DE LA OPINION NACIONAL E INTERNACIONAL
JOSE ANTONIO CAMELLON
Corresponsal Cuba
LOS SALARIOS SUBEN LOS TERMOMETROS DE LA OPINION NACIONAIL E INTERNACIONAL.
La más reciente decisión del Estado cubano de subir el salario a sus deportistas ha calentado los termómetros de la opinión nacional e internacional.
Mas allá de los criterios a favor o en contra de una decisión que considero justa y necesaria, prefiero detenerme en aristas que mueven la polémica.
Aun sin ser de las esferas definitorias en el universo económico cubano, no escapa al país el deterioro experimentado en una de las conquistas que ha sido carta credencial de identidad.
El declive de los resultados en eventos de todo tipo en los últimos años resulta incuestionable, aunque el discurso de los principales directivos del deporte no siempre lo haya asumido. El mundo cambió, ¡y cuánto!, mas Cuba se había mantenido estática, unas veces por razones objetivas y otras por “enquistamientos subjetivos”.
El sector se actualiza no solo por esta medida. La apertura de las trasmisiones televisivas a partidos de las Grandes Ligas es una muestra y mucho más se pudiera aprovechar si los partidos se emplearan como forma de videos para perfeccionar nuestra pelota, aunque, sin desdorar la calidad de ese béisbol, ya todos han advertido que no se trata ni de extraterrestres ni de superhombres.
Otras señales también hablan, como el publicitado viaje de exindustrialistas a Miami, la visita a Cuba de no pocos deportistas que un día se marcharon del país, la inserción de peloteros en otras ligas, la posibilidad, aún en discusión, de reinsertarnos en la Serie del Caribe y tibios asomos por desencofrar los vestigios de secretismo que tanto han lastrado la información, aunque en tal sentido andamos todavía en taparrabos.
Pero volvamos a la remuneración. Tras bambalinas o fuera de ellas se conocen problemas de atención hacia no pocas disciplinas del alto rendimiento. No es noticia que algunos padres han impedido la permanencia de sus hijos en los centros de alta competitividad, sobre todo en la capital, por la imposibilidad de costear una rama que se encarece cada vez más.
Otro de los entuertos que pretenden enderezarse es la posibilidad de que los deportistas reciban el dinero que sean capaces de ganar en competencias internacionales en disciplinas que lo admitan. Por años burbujearon comentarios sobre las pírricas sumas que recibían algunos beneficiados, o no las recibían o existían atrasos en pagos, sin que tampoco se revirtiera en el propio desarrollo deportivo o en la ayuda a la familia de quienes, cierto es, están sujetos a fuertes sacrificios y a estar separados por mucho tiempo de sus hogares.
Por estos caminos tal vez comiencen a declinar ciertas prácticas de meroliqueo en las que incurrían nuestros deportistas, tanto nacional como internacionalmente.
También comienzan a borrarse diferencias con el sector artístico, mucho más abierto a las contrataciones en el exterior en todos estos años, sin que dejasen de ser patriotas o fuesen tildados de desertores, aunque ya las primeras experiencias en el béisbol han dicho que si no hay rendimiento, no hay arreglo.
Todo cuanto espera la afición es poder disfrutar de la respuesta de quienes hoy se benefician, aun cuando nuestras carencias económicas no dejan ver más el impacto de la decisión.
No podemos taparnos los ojos. No siempre quienes siguen un evento han podido contar con todo el ingrediente de entrega que demanda el espectáculo, ni tampoco el rendimiento.
Y no es solo asunto de dinero. Los deportistas cubanos han tenido prebendas que son quimeras para otros sectores en el país, como regímenes especiales de estudio, títulos universitarios aupados por el paternalismo y una cuestionable flexibilidad por este o aquel resultado. También la concesión de viviendas, de vehículos en casos contados, atención médica priorizada, pago en divisa convertible para campeones olímpicos, mundiales y otras. Que conste que no estoy de espaldas al hecho de que aún muchos viven en difíciles condiciones, ni más ni menos que otros cubanos.
Muchos atletas han sido los niños mimados del pueblo que les ha dispensado el reconocimiento social y el aplauso gratuito y los ha convertido en ídolos, casi dioses.
Toca entonces corresponder con muchísimo más esfuerzo individual y colectivo, con mayor disciplina en los escenarios y terrenos. Toca estimular mucho más la rivalidad en la sana lucha de contrarios que impone la naturaleza del deporte.
El primer examen que estará en el punto de mira de los “censores” será, por supuesto, la Serie Nacional de Béisbol. Ojalá las jugosas estimulaciones animen la real pasión que añora la afición y la entrega incondicional de quienes ocupan posiciones de liderazgo en cada uno de los conjuntos.
Urge también revertir los dividendos económicos en mayor atención al deporte, pero en particular a la base, donde se forjan los campeones y donde resultan recurrentes la escasez de ropa, calzado; competencias suspendidas por falta de transporte, mala alimentación, terrenos en deplorable estado…
Un último asunto igualmente controversial. En estos años ha crecido el éxodo de atletas en deportes como el voleibol, el atletismo, el béisbol, el fútbol o el boxeo; algunos sostienen que la mejoría en la remuneración no detendrá esa tendencia, como ya se ha constatado en el propio béisbol.
Habrá que lidiar con inteligencia y no caer en el chantaje de “si no me atiendes, me voy”, más que todo por asunto de principios.
Además de que Cuba nunca podrá emparentarse con las millonadas que se proponen en otros lares, ni puede desangrarse más de cuanto lo hace hoy, corresponde al deportista una cuota de dignidad, decoro y elección.
No todos tienen la postura de Asley González, el campeón mundial de judo este año, que rechazó una oferta de 20 000 dólares para que perdiera la pelea. Nadie puede pretender tampoco que regresen los años románticos en que se jugaba pelota sin zapatos y se dormía en literas, en tiempos de celular, Internet, ley migratoria y flexibilizaciones económicas.
Cuba tendrá que vibrar con quienes hayan decidido quedarse a luchar por sus cuatro letras sin cotizaciones sentimentales.
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