Las armas en manos de todos
Por Lorenzo Gonzalo, 10 de febrero del 2013
La Declaración de Independencia de Estados Unidos de América fue motivada por la existencia de un gobierno despótico radicado en Gran Bretaña.
Cuando las personas que conformaban las Trece Colonias radicadas al este del continente de América del Norte, alcanzaron un punto de descontento que lindaba con la rebeldía, los notables más sobresalientes de aquellos territorios, se dieron a la tarea de convocar una milicia que enfrentó al ejército inglés. Justamente el mencionado ejército había ingresado a esos territorios durante el enfrentamiento de Inglaterra y Francia, en la llamada Guerra de los Siete Años.
Luego de negociaciones infructuosas durante un Primer Congreso convocado para lidiar con la monarquía, se citó un Segundo Congreso, el cual fue llamado Segundo Congreso Continental y se firmó la llamada Declaración de Independencia el 4 de Julio de 1776.
Entre otras cosas, dicha declaración dice lo siguiente: “La Historia del presente Rey de Gran Bretaña es la Historia de continuas Injurias y Usurpaciones, teniendo todas como Objetivo directo el Establecimiento de una Tiranía absoluta sobre estos Estados”. A continuación el documento pasa a detallar en qué consisten esas usurpaciones y violaciones con el propósito de “transmitirlas a un Mundo cándido”.
El inicio de la Declaración habla de libertades y de igualdad mezclando conceptos religiosos las ideas liberales nacidas en Europa y también se mencionan ciertos “inalienables derechos” del ser humano, alegando que el fin de este es la búsqueda de la Felicidad. Partiendo de esta enumeración de principios, pasa a reclamar el derecho del “pueblo” a rebelarse contra cualquier poder semejante a éste, “alterándolo o aboliéndolo e instituyendo nuevo Gobierno”. La Declaración explica el por qué de la rebelión armada.
Traemos esto a colación, porque en las discusiones sobre el control de armas y el reclamado derecho a portarlas y poseerlas en las casas, estas observaciones forman parte esencial de la polémica y son objeto de interpretaciones que tergiversadamente aplican a la Enmiendo XVI aquellos que defienden el derecho a las armas de guerra en manos de todos.
Otra parte de dicha Declaración de Independencia aclara: “eso sí, Prudencia dictará que gobiernos largamente establecidos, no deben ser cambiados por Causas ligeras y pasajeras”. Esta parte, que es un elemento esencial de dicha Declaración, no es mencionada usualmente por ninguna de las partes enfrentadas en la polémica.
El grupo de Poder no tiene por qué mencionar el párrafo para no otorgarle beligerancia a quienes reclaman el derecho a las armas de guerra implicando que deben cuidar el comportamiento de los gobernantes, lo cual el Poder no puede aceptar y se hace de la vista gorda. Para eso están los cuerpos legislativos y de justicia.
En artículo anterior mencionamos que los representantes del Poder del Estado no le han puesto punto final a esta disputa, por mezquinas razones de votos electorales. La Enmienda XVI no resistiría un análisis serio, si fuese discutida por un cuerpo jurídico libre de ese temor. Apegarse a la palabra de quienes escribieron la Declaración de Independencia significaría tener que abordar con seriedad el asunto, y en este caso tendrían razón los defensores del orden, con lo cual se correría el riesgo de perder votos durante uno o varios períodos electorales, por las campañas sucias y las explicaciones torcidas que le dan al tema quienes defiende la aberración de un Estado paralelo, punto implícito en la base de los argumentos de quienes abogan por las armas de guerra en manos de todos.
Quienes defienden el derecho de poseer armas con un mínimo de regulaciones, no mencionan este párrafo porque el mismo enfatiza con claridad, que deshacerse de un gobierno no podrá basarse “en ligerezas y errores momentáneos”, especialmente cuando se trata de uno largamente establecido, donde se ha creado y fundido todo un legado de experiencias. Aceptarlo sería reconocer que no son necesarias las armas dentro del orden de cosas que ha existido a lo largo de más de doscientos años, durante los cuales con mayor o menor acierto, las problemáticas se han ido resolviendo para beneficio de las mayorías, aun cuando las minorías conserven privilegios excepcionales. (Las minorías a las cuales nos referimos en este caso son los ricos y acaudalados).
No cabrían muchas dudas por supuesto, para definir el derecho a portar armas dentro de una milicia bien regulada necesaria para proteger y defender el Estado, puesto que es evidente que todos desean la estabilidad de una superestructura que ha probado su capacidad de avanzar y aun de renovarse, aunque haya sido con una lentitud a veces no deseada por muchos.
Por consiguiente, si las cosas se discutiesen con seriedad, todo el escándalo pudiera quedar relegado a regular el derecho a las armas para labores ciudadanas elementales, como son la caza y otros deportes y un discutible espacio para la defensa personal en situaciones excepcionales.
El resto de las argumentaciones, orientadas realmente a exigir el derecho a poseer las mismas prerrogativas del ejército y las demás fuerzas armadas, carecen de realidad y si fuesen aceptadas plenamente, las mismas conducirían eventualmente a la creación de Estados ficticio, conformados a la manera de feudos. Este punto tan contradictorio es el real fondo de quienes reclaman el derecho a las armas y está probado que su reclamo apunta en esa dirección, con la existencia de grupos diseminados en Montana y otros lugares, donde sus integrantes construyen bunkers y zonas militarizadas en montañas y ciudades en cuanto tienen una oportunidad, a pesar de la vigilancia de que son objeto.
Si las discusiones para encontrarle soluciones a esta cuestión fueran serias, el asunto quedaría reducido a prohibir la venta de aquellos armamentos que son diseñados para abastecer al ejército, los policías locales, federales, los órganos de inteligencia, los demás cuerpos represivos integrantes del Estado y la milicia, representada estas última por la Guardia Nacional.
Aunque la solución parece sencilla, en realidad no lo es porque el asunto del voto se interpone y mientras los órganos de la seguridad del estado sepan que un grupo de orates con unos cientos de miles de fusiles de asalto no constituyen un peligro real, el Poder no moverá un dedo en esa dirección y continuará manejando el tema como un elemento de distracción política de acuerdo a las circunstancias.
Las armas de guerra en manos de todos, es una falacia para encubrir obscuros intereses de corrientes anarconacionalistas, excluyentes, racistas, discriminatorias y agresivas, las cuales entre otras cosas atentan contra la estabilidad de las buenas relaciones internacionales.
Desde este ángulo lo veo y así lo escribo.
Disfruten el artículo aquellos que entienden y padezcan la renuncia a la curiosidad investigativa quienes se niegan al entendimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario