ELIGIO DAMAS
Los herederos de Franco, quien había mandado al rey al carajo después de haber ganado la guerra civil, creyeron prudente que a aquél le sucediese Juan Carlos de Borbón, a quien el mismo “Caudillo”, mantuvo resguardado, protegido y bien mantenido fuera de España, no por fidelidad a la monarquía, sino por un por si acaso. Además, de esa manera fortalecía más su influencia entre la nobleza y la burguesía, propietarios, banqueros y la amplia gama de parásitos cortesanos, que en fin de cuentas lo que les interesaba era estar en el poder o, por lo menos, muy cerca de éste. Para ellos, Franco les había salvado del “comunismo” que no era más que un movimiento republicano ilustre y progresista.
La prédica oficial, recuerdo bien, vivo el Caudillo, pero en avanzada edad aunque aferrado a su trono, divulgaba en España, entre las nuevas generaciones y en el exterior, que el muchacho era excesivamente talentoso y digno de restituir un régimen desplazado por los republicanos y hasta por los mismos fascistas. Fue la maniobra incubada por la burguesía parasitaria y parte de ella parapetada tras la idiotez de la nobleza, respaldada por el franquismo y Francisco Franco mismo, para garantizar una transición que dejase las cosas tal como estaban, pese a los heroicos sacrificios del pueblo español.
De esa manera el franquismo, se aseguraba un tránsito político sin incomodidades y sin tener que rendir cuentas.
Para salvar la integridad de España, detener las reacciones justificadas contra un régimen, unos funcionarios y una clase que cometió cuanta tropelía fue posible e imposible también, como fusilar inocentes y de paso grandes valores como Federico García Lorca o provocar la temprana muerte de Miguel Hernández, inventaron la patraña de la cultura democrática, benevolencia del heredero y su pertinencia para unir a los españoles todos.
Aquellos republicanos, comunistas y hasta anarquistas que solían gritar desaforadamente, “me cago en Dios, la Magdalena y el rey de España”, comenzaron a pensar y terminaron en creer que para no reeditar, a raíz de la muerte de Franco, los hechos sangrientos de la guerra civil, era bueno acordarse en el regreso de la monarquía. De esa manera, la aceptaron como un mal necesario y de republicanos y hostigados por una cruel dictadura fascista, se volvieron súbditos de un inepto y formado por Franco para obedecer, no para mandar. Aquello del soberano y descendiente de Dios, razón por la cual gobierna de por vida, en Juan Carlos, se transformó en un bailar al son que le toquen quienes más repican en España. Eso sí, tiene sus privilegios, no trabajar, nada pensar y vivir de bonche en bonche y safari en safari. Además, si la derecha española aceptó que Francisco Franco era el “Caudillo de Dios”, porque no volver todos a la idea que Juan Carlos I o de Borbón, perteneciente a una larga cadena de idiotas, también como sus ascendientes, era un enviado del señor; no sería la primera de las ridiculezas europeas, las mismas que llevaron a los revolucionarios francesres al uso extensivo de la guillotina.
Pero todo tiene sus límites. Por la vida que lleva Juan Carlos, y más que la que lleva, la que se divulga, como sus diversiones “salvajes” de verdad, cual matar especies animales en extinción, gastar a diestra y siniestra a cuenta del Estado español en francachelas y ostentaciones que, junto a la profunda crisis económica que ahora azota a España, le están haciendo sentir los gritos de la calle. Estos gritos, cada vez más abundantes y fuertes, contienen un rechazo a la monarquía, como no se había escuchado antes. Ya no se trata de esos arrebatos individualistas de “me cago en el rey de España”, sino una gigantesca protesta y juvenil que se mueve cual bola de nieve.
Por estas cosas, Juan Carlos, quizás no bebió el 24 de diciembre porque la masa no está para bollos y dijo cosas como estas:
“No podemos ignorar que existe pesimismo – debió decir más bien una enorme calentera - y que sus efectos se dejan sentir en la calidad del clima social que vivimos. Está además generando un desapego hacia las instituciones y hacia la función política que a todos nos preocupa.”
Lo del “desapego a las instituciones”, es una referencia a la gritería antimonárquica que ahora se escucha en toda España, sin olvidar y menos subestimar el crecimiento de los sentimientos regionales que reclaman secesión.
Preocupado, quizás por primera vez en su vida, intenta convencer a los españoles abatidos por una crisis que “no todo es la economía” y llama a reivindicar la política, “porque su papel es fundamental en la salida de la crisis.” Con ella, la política, no la economía, y las medidas que el pueblo rechaza, llama a “promover valores como el respeto mutuo y la lealtad recíproca.
Las frases anteriores parecieran mostrar que Juan Carlos de Borbón, siente como si le estuviesen moviendo el piso. Por eso invoca esos valores que según él, “contribuyeron, hace más de tres décadas, a poner un nuevo marco de convivencia”. Es decir, el marco creado por el franquismo, poniéndole a él en el trono para ser usado como marioneta de los dueños de España, lo que como es natural en el pensamiento de los dominantes, para que todo se olvidase y los desaparecidos, muertos, torturados, saqueados, entraran en eso que llamó “marco de convivencia”, que la crisis de ahora pareciera querer reventar.
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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 12/26/2012 02:38:00 p.m.
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