Date: Mon, 25 Jun 2012 23:21:00 +0000
HERMAN MARK : Buitre que se posó en el hombro de Castro
Por Roger Redondo González.
Cuando la columna #8 Ciro Redondo, partió de la Sierra Maestra hacia el Escambray., según el oficial del ejército rebelde, Agudín, quien era uno de los integrantes de la columna # 8. En su libro, titulado “Mancha azul en el horizonte”, Agudín observa que el mando de la columna # 8 estaba diseñado de la siguiente manera:
Jefe de la Columna: comandante Ernesto Guevara de la Serna.
Segundo al mando: comandante Ramiro Valdés Menéndez.
Tercero en la cadena de mando: capitán Herman Frederick Marks.
Poco antes de llegar a su destino, las montañas del Escambray, el Capitán Marks fue herido en una escaramuza por los alrededores de la ciudad de Ciego de Ávila. Por esa razón, no llego con Guevara al Escambray. Cuando se repuso de su herida fue que este capitán se incorporó de nuevo a su unidad.
A Ernesto Guevara le alarmó mucho la presencia de otro americano, que se encontraba en el Escambray desde hacía ya mucho tiempo con las tropas del Segundo Frente del Escambray, me refiero a William Morgan. Para nosotros no era raro que un norte americano participara en las filas revolucionarias. Tampoco debía serlo para el Che, pues en la provincia de oriente ya habían otros norteamericanos en las filas del 26 de julio. Además, algunos de los militares de la Base Naval de Guantánamo, cooperaron envíando armas para los frentes guerrilleros. Tanto soldados como oficiales norteamericanos, participaron en estos envíos de ayuda para los guerrilleros. Incluso, un oficial con un pequeño arsenal, fue arrestado por la policía de Batista.
La solidaridad entre los libertadores cubanos y norteamericanos, tiene raíces históricas. Basta recordar al brigadier, Henry Reeve (el inglesito), muerto en combate, el 4 de agosto de 1876 cerca del Escambray. Personalmente, lo que me hubiera asombrado a mi , era encontrar a un ruso peleando por la democracia. Obviamente, rebusco en mi memoria, pero no puedo encontrar alguno. Pero lo cierto es que a Guevara le preocupaba William Morgan, pero no su americano: el capitán Herman Marks. Quizás, la preocupación por el revolucionario democrático, comandante William Morgan, no fuera del Che sino de Osvaldo Sánchez Cabreras, General de la K. B. G. que despidiera el Yate Granma, horas antes de salir de Yucatán. Además, Sánchez en compañía de Wilfredo Velásquez, ayudó a conducir sin tropiezos las columnas del Che y de Camilo Cienfuegos por todas las llanuras de la provincia de Camagüey. Este experto conspirador de altos vuelos, usaba el alias de( RAFAEL) y le pasó lo mismo que al jefe del F.B. I. Edgar Hoover, que cuando vió los diarios describiendo un norte americano destacándose en la insurrección Cubana, comentó: “Si ese no trabaja para nosotros, es posible que trabaje para los rusos.” De la misma forma pudieron pensar los hombres de la inteligencia Rusa, especialmente Osvaldo Sánchez, a quien le intrigaba el comandante Morgan. Pero al fin, resultó que Morgan no pertenecía a ningún servicio secreto sino que era un revolucionario independiente y amante de la democracia.
Por mi parte, poco tiempo después de la huída de Batista, fui invitado por el comandante Eloy Gutierrez Menoyo a viajar a Bayamo. Fidel Castro había pensado en Menoyo para que le acompañara en uno de esos viajes relámpagos, que se hacían en medio de la efervesencia revolucionaria. Obviamente, yo fui con Menoyo en el avión Sierra Maestra, que era el que usaba Fidel Castro en esa época. La nave la piloteaba Pedro Luís Díaz Lanz. Pero todo esto es anecdótico. Lo importante para nuestra historia es que cuando llegó, la hora de regresar, yo no tenía asiento y Pedro Luís me acomodó en un segundo avión, donde viajaban los periodistas. Entonces, un profesional de la prensa, llamado Nicolás, a quien yo conocía, me presentó a la periodista norteamericana, Jean Secon, quien llevaba llevaba más de un mes en Cuba intentando entrevistar al comandante William Morgan. Jean tenía el pelo muy negro, era hermosa y no sabía español. En lo que a mi respecta, yo no sabía inglés, pero pudimos comunicarnos gracias a la mediación de Nicolás.Finalmente, al llegar a la Habana, ella me dio su teléfono. Yo coordiné la entrevista con Morgan y después, fuímos al Escambtray, pues ella quería estar en el teatro de operaciones, donde Morgan había desarrollado su capítulo como guerrillero.Jean quería vivir aquellos lugares para complementar la entrevista. Primero viajamos en auto y cuando no pudimos seguir en el vehículo, continuamos en mulo y a pie. Lo cierto es que Jean pudo tomar muchas fotos, que le servían como testimonio gráfico de su entrevista.
Por esos días Herman Marks, estaba destacado en la fortaleza de la cabaña, era capitán del ejército rebelde y estaba encargado de dirigir el pelotón de fusilamiento. Al parecer, Marks disfrutaba con su trabajo de verdugo. En los primeros meses del año 1959 fueron cientos los fusilados. En su inmensa mayoría estos condenados a muerte pertenecían a la policía y al ejercito de Batista y más que bien se supone que sus crímenes hayan sido probados. Pero la aptitud del capitán Herman Marks era repugnante y era repudiada por el resto de los soldados rebeldes. Herman Marks no daba el tiro de gracia para evitar el sufrimiento de alguna persona, que había quedado con vida, después de ser pasada por las armas. Herman Marks les vaciaba todos los tiros de su pistola en la cara. En una ocasión un condenado a muerte ya atado a un poste de madera, donde seria fusilado., le pidió a Marks que hiciera lo posible cuando le diera el tiro de gracia que tratara de no desfigurar su cara para cuando su madre viera su cadáver. Pues, no quería que su madre sufriera. Pues, tan pronto como cayo el cuerpo de la víctima al suelo, Herman Marks le vació todos los tiros de su pistola en el rostro y puso otro magacín en su pistola y de nuevo le descargó todas las balas y así completó tres magacines. Cada magacín contenía 7 tiros e hicieron un total de 21 disparos, en la cara, del desdichado. Los soldados que habían oído la petición del hombre, lo comentaron al resto de la guarnición en la Cabaña, lo que provocó una fuerte antipatía contra Marks.
Asía, los hechos y continuando nuestro relato, la señorita Jean Secon, me deja un recado para que la llamara. Horas más tarde me comunico con ella por teléfono y me dice que se casaba con un capitán rebelde, en la Fortaleza de la Cabaña. Jean me pidió, que no faltara pues yo era la única persona que ella invitaba. Los demás invitados irían por parte de su novio. Yo no tuve la curiosidad de preguntarle por el nombre de su próximo esposo, pensé que sería un cubano.
Llegó el día de la boda y me presento en la fortaleza de la cabaña vistiendo mi traje de gala y unas cositas que compre siguiendo los consejos de una de las muchachas, de la tienda de regalos, para la novia. Pero la sorpresa era que Jean se casaba con Herman Marks. Hablé con el capitán Joaquín Rodríguez y me comunicó, que la torta era tan grande que la trajeron en un camión, pensando que asistirían todos los invitados. Además, me dijo que los oficiales y soldados que había sido invitados, no asistirían.
Entonces, dejé mis regalos para Jean y me excusé. Obviamente, me fuí insofacto. Según me contaron, el enorme cake se perdió pues solo asistieron los novios y el comandante Guevara, acompañado del fiscal Antonio Suarez, que era más conocido por su apodo (charco de sangre). Guevara sólo estuvo unos minutos, se fue enseguida al darse cuenta del ambiente o alguien le avisó, de la conjura de su subalternos.
Hermar Marks, y su esposa Jean Secon abandonaron Cuba, hacia la florida y más tarde a New york. En 1964, tuvo Herman Marks un problema con la justicia por amenazas obcenas, que fue cubierto por un diario Neoyorquino. Jean Secón vivía en un barrio de la babel de hierro. Parece que después se separaron, pues vi una revista americana con una portada con una foto de Fidel Castro a toda cubierta, con un Buitre posado sobre un hombro de Fidel. El rostro del buitre pintado era el de Herman Marks. El título del trabajo periodístico era :
(HERMAN MARK :BUITRE QUE SE POSO EN EL HOMBRO DE CASTRO) por Jean Secón.
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