Notre Dame y Walter Martínez ¿Qué tienen en común?
Eligio Damas
Apo., 18-04-19
Notre Dame es muy anciana pero bella, y amplia y ansiosa por la luz, pero su estilo, el gótico, quedó en el pasado. Cosas por las cuales ella sigue presente. Son 4 mil metros cuadrados de construcción. La vejez, que habla del pasado del hombre y es una referencia para registrar los cambios inevitables, le trae recuerdos a ella y todos. Comenzaron a construirla en 1163, siglo XII y la terminaron en 1345, siglo XIV. Es pues una obra de la Edad Media, según la clasificación euro céntrica, una era no muy luminosa para el arte como si lo fue la que seguiría luego. Pero es en buena medida, tanto como el Arco de Triunfo, la Revolución Francesa, La Toma de la Bastilla, la Comuna y hasta el Sena, uno de los íconos de la historia y vida toda de Paris y Francia. Faltaría agregarle Edith Piaf, la “Alondra de Paris”.
Dije arriba que Notre Dame sigue vigente, por lo que en si representa, una muestra descomunal del viejo arte gótico y tanto, que es con el Museo de El Louvre, de los más grandes atractivos del país de los galos para los millones de turistas que allí llegan de todos los rincones del mundo. Tanto es así que lugar común suele decir si vas a Paris y no visitas Notre Dame y el Louvre es como si no hubieses ido. Yo diría “un mal gastar el tiempo y los recursos”. Unos dos o tres días en El Louvre observando, como debe hacerse, es algo que todo el mundo debería experimentar. ¡Cuánto se aprende! ¡Cuánto sensibiliza!
Y en esa vigencia y atractivo de Notre Dame mucho tiene que ver Víctor Hugo y su novela “Nuestra Señora de París”, aquella bella historia del romanticismo con sus personajes, entre ellos la hermosa gitana Esmeralda y el jorobado Quasimodo, el campanero de la catedral.
Pues hay cosas que pese la vejez, no sólo por el tiempo de aparecer como también el estilo gótico, siguen siendo jóvenes y vigentes como Notre Dame. Muchos valores le mantienen viva. Tanto que pese la magnitud del desastre, aunque ella no vuelva más nunca a ser lo que fue, el Estado y la sociedad francesa toda y hasta gente del mundo, están dispuestos a remozarla. Pero si hay cosas que el tiempo y las circunstancias van dejando atrás por obsoletas. Como que un sistema de información o de aprendizaje se estaría volviendo anticuado. Nadie los guarda ni les rinde veneración.
Al mediodía o en la tarde venezolana del lunes pasado, una agencia informativa, colocó en mi máquina la noticia de última hora: “Las llamas devoran el templo de Notre Dame de Paris”. Por eso busqué entrar al diario “Le Monde”, el cual visito con frecuencia en la mañana y hallé abundante información escrita apoyada en varios videos. Tanto que a la noche, cuando Walter Martínez en su Dossier, dio la información, ya eso era para mí, como suelen decir los periodistas, “caliche” o “clavo pasao”, como en el lenguaje coloquial venezolano. Es más, yo mismo esa tarde a través de los medios contribuí a difundir la triste noticia, porque cualquiera puede hacerlo en estos tiempos. Por supuesto también fue posible aquello para los millones de personas que acceden por los teléfonos que tienen a la mano, entre los cuales predominan quienes pudieran ponerse frente al televisor a ver y escuchar a Walter Martínez. ¡Cómo han cambiado las cosas!
El mundo ha cambiado mucho y a gran velocidad últimamente, sobre todo los medios de comunicación. Tanto que la tecnología envejece más que la gente misma. Los teléfonos, muchos productos del área de la comunicación, dejan de ser útiles con demasiada rapidez. Los jóvenes y la gente toda reciben demasiada información, lo que no significa estén bien informados, por las circunstancias que en esto prevalecen y que no vamos a comentar ahora. Pero reciben abundante información y al momento. Pero la negativa anterior sirve para fundamentar el cambio verdadero, necesario y positivo.
Todo lo anterior sirve para decir algo que en verdad es una perogrullada, pero no por eso deja de ser cierto. El mundo está inmerso en un incesante cambio y dentro de este el hombre. De manera que aunque uno no quiera cambia, pero eso no significa que uno, el individuo, lo haga al ritmo y la dirección correspondiente para ponerse a tono con las circunstancias que le rodean. Por no hacerlo como es, uno puede quedarse atrás o en la vera del camino. Como que uno se deje atrapar por los medios en lugar de atraparles a ellos.
Walter Martínez, desde que comenzó el año pareciera intentar darle un cambio a su programa. Para empezar, esta vez, las vacaciones “decembrinas” como si fueron muy largas. Su regreso que coincidió con los apagones, estuvo caracterizado por unos cambios en la programación y el proceder que uno pensó resultado de ellos y como tal transitorios. Pero hemos visto que parece no es exactamente lo que pensamos. Viene distinto. Debe hacerlo por lo que arriba dijimos, no puede volverse “un periódico de ayer”, menos ponerse dócil y a ofrecer las ideas que su público debe elaborar que hasta pudieran ser distintas a las suyas.
Él es un experimentado periodista, tanto que sabe bien es necesario cambiar cuando hay medios que informan casi al minuto de producirse cualquier hecho en el más lejano rincón del planeta. Pero al cambiar uno debe ser muy cuidadoso. Martínez se ha vanagloriado siempre, y en eso tiene mucho fundamento, de ser muy cuidadoso y objetivo. No ha sido hasta ahora, por lo menos que uno sepa, un ideologizante ni propagandista visceral. Escoge muy bien su material y lo ofrece sin sesgo para que el objeto de su trabajo, el público, asuma posición con entera libertad. Es una hasta noble manera de respetar a su público donde abunda gente muy exigente. Nunca le hemos visto en actitud de propagandista de gobierno alguno y menos de empresa privada.
Walter y su Dossier, dicho así pero de muy buena fe y con mucho respeto, por lo que representa en el campo del periodismo, es como una enorme catedral de la información y discreta, como el gótico. Sería, visto así como Notre Dame. La parisina sufrirá el cambio que comenzó con el incendio, pero por mucho que uno imagine y sueñe, quedará tan afectada y demasiado cambiada como para no volver a ser más nunca lo que fue; quienes allí lleguen, habiéndole visitado antes o no, sabrán que ahora es otra y ella debería, en buen medida, ser la misma. Walter si puede cambiar para seguir siendo el mismo, es un humano, puede decidir su futuro, sin permitir que nadie le cambie su línea editorial ni le convierta en un propagandista. Si pudiera sugerirle un cambio a Walter, es que eso de “En pleno desarrollo”, frase que le enorgullece, tome más vigencia y hasta fuerza. Sería una manera de competir con éxito.
Pero en sus dos últimas presentaciones Walter y Dossier nos han sorprendido. De su forma de presentar el programa de pie, cosa de la cual se ufana haber sido el decano, optó por aparecer sentado ante un escritorio la primera vez leyendo y explicando detalles de un largo comunicado oficial. La segunda, “cedió” todo el espacio de la segunda parte a difundir unos videos de actividades del gobierno, especialmente del presidente en el curso del día que de paso habían sido exhibidos varias veces en el mismo canal en otros espacios. Si uno usa la usual jerga periodística, no sería inadecuado ni irrespetuoso, muy lejos estamos de querer hacerlo, calificarle de refritos. Bueno es cambiar porque la vida cambia, pero hay que medir y cuidarse de los cambios.
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