¿Guaidó es un Bolsonaro o un simple globo de ensayo? ¿Qué piensan los suyos?
Eligio Damas
Son muy pocos quienes algo sabían de Guaidó. Para los primeros días de enero, pese ser diputado y hasta “dirigente” de Voluntad Popular, el partido de Leopoldo López, la opinión pública y hasta un universo más pequeño que éste, el de los muy bien informados, nunca había escuchado su nombre. Es decir, gozaba del privilegio del común de los ciudadanos de andar por las calles sin que nadie en él reparase. Se podía mencionar su nombre, escribirle en cualquier medio, como Aporrea por ejemplo, y no habría quien de él supiese algo, por lo quien aquello hiciese debía dar muchas explicaciones. Seguramente quien lo mencionase le preguntarían automáticamente detalles del tipo o dejarían eso como estaba. No deja de ser sorprendente que un personaje como ese, de un día para otro, aparezca en el plan en el que anda. Pero sucede que la mayoría de la gente, pese conoce el poder de la publicidad y los medios, cuando le conviene eso olvida y más que olvidar, lo inventado, la manipulación, lo instala en su cerebro con la fuerza de la verdad y hasta como el creyente en milagros. Reacciona cada individualidad como si le hubiesen revelado un secreto divino. Pero claro, pese lo individual de la operación, está insertada en un proceso colectivo, de masas. Es un asunto de querer creer y que sus deseos se les conviertan en realidades. Y si el odio o la desesperación son ingredientes del procedimiento, los resultados suelen ser muy fecundos. No deja de sorprender como mucha gente que uno cree seria y hasta equilibrada, asuman el fenómeno como una revelación y hasta un milagro, como si de pronto viesen descender de los cielos al esperado.
Cuando en un proceso que tuvo sus dificultades, no siendo él a quien le correspondía, según los cálculos y acuerdos previos, sorpresivamente, del anonimato, saltó a la presidencia de la AN y luego se autoproclamó para dar inicio a un guión, montaje teatral diseñado donde todo el mundo sabe, hasta quienes se hacen los musiúes, generó en el mundo de los simples, y eso forma parte del plan, la idea que había llegado el “mesías”, el “esperado” o “el por llegar”. Es un poco la tradicional razón, manera de asumir la vida de quienes creen algo o bastante perdida la esperanza y claman por un milagro. De quienes se han visto frustrados y engañados por tantos, viendo el transcurrir lleno de fracasos, se pegan de cualquier “santo” y se ponen a esperar milagros. Es como un topo a todo. Lo racional se pierde. Lo que habla bastante mal de la dirigencia opositora, pues por ese guion, plan puesto en escena, con un personaje y actor sacado de la nada, suplantaron – esta es la mejor palabra – aunque alguien pudiera decir simplemente sustituyeron, a la dirigencia que hasta ahora sólo había sabido conducir al mismo sitio, al fracaso, pese tan buenas oportunidades. Es decir, es un plan que si bien se vale de lo moderno de la comunicación, está montado sobre una concepción del hombre, sus emociones y relaciones, tan viejo como la vida misma. En definitiva, por encima de eso de “Presidente Provisional”, más que todo por disposición tomada en el Olimpo del capital y la fuerza bruta”, Guaidó sigue siendo lo que es, un personaje de poca significación y lo es tanto, que se dejó conducir hasta llegar a donde ahora está; le ponen y organizan la vida, como esos actores que le dan vida a un personaje atendiendo a lo que está en un guión y las señales del director teatral.
Con anterioridad, hace tres semanas, publiqué un artículo titulado, “Figura de Guaidó fue montada en un laboratorio. ¿Un hombre Alfa o Épsilon?”, en el cual dije lo siguiente:
“Volviendo entonces a la imagen surrealista de Guaidó, autoproclamándose y aquella que pocos días antes, desde hace algún tiempo, había visto en aquel tan mencionado video, pude entender el significado de éste. Los laboratorios políticos y de propaganda de EEUU venían elaborando un plan para cuando se diesen las circunstancias de ahora, desgastada toda posibilidad de provocar un golpe de Estado o rebelión popular anticipada y hallasen un candidato, que no podía ser Ramos Allup ni ninguna otra figura ligada al pasado o sugiriese a las clases dominantes, sino un joven que más bien de alguna manera aludiese a Chávez y el origen popular.
“A partir de ahora te diré hermano Guaidó?”*
De esa manera, se dirigió a Juan Guaidó, el presidente Jair Bolsonaro, quien no sólo es acusado de fascista, sino que asume posiciones que eso confirman, como esa de desatarse en elogios por Alfredo Strossner, ex dictador paraguayo, lo que llevó a Rogelio Goiburú, de la Dirección de Memoria Histórica y Reparación de Paraguay, decir "Ya antes de las elecciones de Brasil todo el mundo sabía que Bolsonaro es un fascista como Stroessner". Quien agregó "Todo lo peor que pueda tener el ser humano está concentrado en una persona".**
Es dudoso que Guaidó sea hermano de Bolsonaro, genética o biológicamente hablando, sus rasgos, los mismos nuestros, no entran en lo que el presidente brasileño tiene como gente. Pero si de verdad lo fuese porque pudiera suceder y Bolsonaro tiene buena información, entonces Juan Guaidó, sería un Bolsonaro.
Lo cierto es que le usaron para que se autoproclamase presidente, lo que en principio logró le apoyase a regañadientes parte de la oposición, como esa de AD y Ramos Allup, porque EEUU les convenció que el 23 de febrero se desataría una hecatombe, como que una multitud entraría desde Colombia tras los camiones porque los militares allí acantonados se plegarían y en todo el país sucedería lo mismo y las masas populares, como cuando el “Caracazo”, desatarían toda su fuerza como telúrica y Maduro caería ipso facto. Viendo aquello tan fácil y hasta como bonito, pues parecía un cantar romántico y hasta de gesta, según ellos, optaron por dejarse meter aquel “strike”. Con lo que no sólo Guaidó, sino que más de uno, terminó endosado al apellido Bolsonaro.
Pero por lo que uno escucha, lee y además intuye, porque los hechos con su enorme contundencia terminan por hacernos aprender a la fuerza, pareciera que EEUU, en su afán de lograr su meta, que es apoderarse de Venezuela, fragmentándola o mediante un gobierno de fuerza que empiece por eliminar todo vestigio opositor y hasta discretamente discrepante, para hacer y deshacer a su gusto, en verdad tienen todos los planes sobre la mesa y este de Guaidó, pareciera que comienza a declinar. Aconteció antes, desde que Carmona comenzó con eso y como cuando el propio Ramos Allup dio plazo de seis meses para salir de Maduro y las tantas fechas fijadas. Como la oposición no ayuda, el mismo Guaidó tampoco puso mucho de parte, pues tampoco en eso consistía el plan, ya comienzan a poner de bulto las supuestas fallas del muchacho, como que no logró los apoyos militares y políticos que según él y que ofreció, cuando no estaba en condiciones de ofrecer nada sino solamente jugar el rol que le asignaron.
Pero si Maduro es o fue, llámelo el lector como bien la parezca, un “sobrevenido”, pues de manera inesperada, antes de tiempo y sin todavía estar como para eso, le convirtieron en presidente de Venezuela en Miraflores, Guaidó también es eso, un “sobrevenido”, pero no porque salió del sombrero de un mago, según la percepción de muchos que desconocen y hasta optan por desconocer para no verle las costuras al paquete, sino como ya dije, del laboratorio donde EEUU diseña la política para América Latina.
Por lo que uno sabe, Guaidó no es más que un sobrevenido Bolsonaro, como el de Brasil mismo, que bailan como les toquen. Sólo que el original es presidente, manda desde el Palacio de Planalto y posiblemente estará allí el tiempo que la Constitución brasileña lo determine, en cambio el sobrevenido no es más que un globo de ensayo, que por ahora anda de aquí para allá.
alfredo-stroessner.html
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