Voy a pintar a Venezuela. Nos arruinaron la vejez. ¡Qué a los jóvenes no les roben el futuro!
Eligio Damas
No pensaba poner nada ahora en este espacio, quizás lo dejaría para dentro de tres días, pero lo que cuento explica el por qué de esta decisión.
Sí, lo sé. Tiene una pesada carga emocional. Como que está impactado, entre otras cosas de la negativa del gobierno a reconocernos nuestras conquistas de años. También por eso que llama eufemísticamente aumentos de salarios, mientras se nos niegan las tablas salariales que rigen según contrato y los aumentos específicos establecidos en el mismo, como el 40 por ciento de septiembre del recién fenecido año y el 60 % de este mes de enero. Y en nuestro caso es eufemístico porque en realidad eso se ha traducido en nosotros en una reducción del mismo. Es una artimaña decir que se nos aumentó el salario partiendo de la cifra en la que se colocó el mismo obviando que el costo de la cesta básica es muy superior superlativamente a la misma y estimando que la relación entre el salario mínimo de ahora y el nuestro es infinitivamente inferior que la de antes de la implementación del “Programa de Emergencia y Bienestar Económico”.
Mi compañera y yo somos profesores, egresados universitarios, ya jubilados, habiendo cumplido ambos una larga carrera de más de cuarenta años. Terminamos la carrera siendo directores de escuela media, el máximo nivel que en Venezuela, la de la IV República, podía alcanzar quienes como nosotros, provenientes de la izquierda y siempre distanciados de quienes gobernaban. Hasta allí podía llegar uno, salvo que optase por poner empeño en ganarse la confianza de ellos. Los nuevos gobernantes, esos que llegaron con Chávez y apoyamos, nos ignoraron, sus razones tendrían. Una vez, en un acto en el cual coincidimos como ponentes, pregunté á a Héctor Navarro, Ministro de Educación que nos jubiló sin preguntarnos, la causa de aquello, pues no estábamos interesados ni apurados, no supo responderme pues eso lo decidieron en otro nivel, donde se evaluó que necesitaban los cargos para dárselos a otros, sin darle valor a ninguno de nosotros. Pero no estábamos tampoco en busca de nada; no fuimos de esos. Nos conformamos con ser buenos servidores públicos, mejores educadores y coherentes con nuestras concepciones, roles ciudadanos y profesionales. Siempre ganamos para vivir decentemente, sin apremio y menos ambiciones; con las necesidades básicas cubiertas y hasta con disponibilidad para pequeños lujos, esos habituales de la “pequeña burguesía”. Pudimos construir una casa confortable y amplia, tanta como para en la vejez dividirla en dos para darle espacio a mi hija mayor y su pequeña familia.
Esta tarde, hace menos de media hora, mi compañera regresó de hacer un pequeño mercado. Unas dos o tres frutas y un poco cosa de eso que suelo llamar aliños, pero que son cebolla, ají dulce, zanahoria y algo más que ahora se me olvida. No hay allí queso, carne, pollo, aceite y paremos de contar. Es sólo eso. Y quizás para apenas dos días. Y por las pocas cosas que trajo debió pagar una suma superior a nuestro ingreso de esta quincena. Como ya no nos quedan ahorros, no sé cómo haremos para encarar los días por venir. Y conste que no he hablado de medicinas, lo que es sustancial siendo ambos mayores de 75 años.
Pero el asunto se me hace más grave y lo que determinantemente me inclinó a este lamento es que el presidente Maduro viene diciendo de manera reiterada que su Programa de Progreso y Bienestar Económico” marcha, como solemos decir los venezolanos, “sobre ruedas” y espera seguir aplicándolo para mejorar nuestra existencia. El salario mínimo mensual para hoy es de dos dólares, tomando como referencia el dólar to day, el que marca el mercado en Venezuela y el nuestro de unos dos dólares con 75 céntimos. En el mejor de los casos, el marcador oficial, no el que el gobierno llama el dólar criminal, dejaría ese salario mensual en unos cuatro dólares y medio y el nuestro en unos cinco seis. Pero es, como ya dije, el marcador “criminal”, según la calificación oficial, el que determina el precio de los productos que uno adquiere. Y para más preocupación nuestra, alguien a quien al parecer nombrarán Ministro de Educación, según señalan varios medios, el nuestro es el más alto salario de América Latina. Por supuesto ya sé lo que dirán al respecto quienes esto lean, pero yo sólo diré ¿qué puedo esperar? Creo que a mi compañera y a mí, pese los largos servicios prestados casi desinteresadamente y que, como solemos decimos ambos, de volver a nacer, seríamos sin duda de nuevo educadores, nos arruinaron la vejez.
Por supuesto bien sabemos el por qué de todo esto. Hay un poco de aquello del “Excremento del diablo”, como llamó Pérez Alfonzo al petróleo, y de la avaricia del capital de ponerse en él de la manera más vil. Hay del cómo el combustible se acaba en el planeta y la rapacidad desatada para apoderarse del nuestro que es bastante y para más señas cerca estamos de quien más lo ansía y necesita. Sé que esas circunstancias nos vuelven una presa envidiable a la que hay que asegurar a cualquier costo. Pero también estoy consciente que, para desarrollar una política independiente, tanto como asegurar que esos recursos sirvan para mejorar la vida del venezolano, lo que incluye vivir en libertad, es necesario tener talento para diseñar una política en concordancia y ser honrado y abnegado; no basta la buena fe y menos esas poses de muchacho peleón y hasta mal educado. Tampoco Robin Hood podría hacer mucho por nosotros, con él nos pasaría lo mismo que ahora.
Pensar que hasta para que a uno lo entierren es toda una tragedia. Uno no tiene para eso y de sólo pensarlo se perturba y adelanta los tiempos. Y si piensa en los hijos a quienes sólo esa herencia dejaremos, la vida se nos hace más triste.
Mañana, para nosotros, y cuando digo mañana, es mañana, aumentará nuestro dolor y hasta incertidumbre. Viviremos una dura experiencia ya habitual entre los venezolanos y cuando somos pocos y estamos viejos, eso es mucho más doloroso. Pero eso tiene que suceder, pues los jóvenes deben abrirse espacios, romper el horizonte si quieren que las circunstancias y los hombres que ahora prevalecen en este país no les roben el futuro. Ya es suficiente con los viejos.
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