Ucrania sin
salida a sus problemas
Hedelberto
López Blanch
El gobierno
ucraniano de Petro Poroshenko, que enfrenta una grave crisis político-económica,
hace lo indecible por complacer a las naciones occidentales y en especial a
Estados Unidos como lo demostró su fallida operación naval contra la
integración de la vecina Rusia.
Con el
proyectado objetivo de agasajar a las naciones occidentales que imponen
sanciones y tratan de aislar a Rusia, y a la par obtener adeptos para ganar las
elecciones presidenciales que se realizarán en marzo de 2019, Poroshenko
autorizó el pasado 25 de noviembre que tres barcos de guerra ucranianos
violaran la frontera estatal rusa.
Las naves entraron
en una zona provisionalmente cerrada del mar Negro y avanzaron hacia el
estrecho de Kerch que une los mares Negro y de Azov y separa la península de
Crimea del resto de Rusia.
Tras ser
apresadas, Moscú calificó la incursión de provocación y denunció que Kiev violó
las normas fundamentales del derecho internacional
Pero analicemos
los problemas económicos fundamentales a los que se enfrenta el gobierno
ucraniano que ha tenido que solicitar y obtener para su subsistencia,
empréstitos al Fondo Monetario Internacional (FMI) y a la Unión Europea.
Las naciones
occidentales desarrolladas presentaban a Ucrania, tras su separación de la
extinta Unión Soviética, como una historia de éxito que estaba asediada por
Rusia. Esa leyenda se desmoronó con el paso del tiempo.
En la actualidad, la economía de Kiev sufre un profundo declive, la
población no es capaz de pagar sus deudas de gastos comunitarios, las elevadas
tarifas aumentan las tensiones sociales y la deuda externa que le es difícil
sufragar la pone al borde del impago.
El FMI acordó con Ucrania un programa de cuatro años de asistencia financiera
por 17 500 millones de dólares del que en marzo de 2015 le entregó 5 000
millones y en agosto de ese año, otros 1 700 millones.
En septiembre de 2016 le transfirió 1 000 millones de dólares y una
cifra similar a finales de 2017, pero el programa fue paralizado hasta que Kiev
no cumpliera con las recias directrices que impone el organismo financiero
internacional.
Ahora Ucrania espera obtener dos tramos del Fondo Monetario
Internacional y uno de la Unión Europea por valor de 2 000 millones de dólares
y 1 000 millones de euros, respectivamente, aunque los organismos financieros todavía
no lo han decidido y el país europeo pasa por un grave estancamiento.
Entre las condiciones que imponen a Kiev el FMI y la Unión Europea aparecen
la de establecer un tribunal contra la corrupción y aumentar las tarifas de gas
para la población y las empresas lo que puede provocar severos disturbios
sociales y como consecuencia directa aumentaría la desaprobación del gobierno a
pocos meses de las elecciones presidenciales.
Los especialistas aseguran que el Tesoro Público del país, al igual que
su fondo de pensiones, están en bancarrota y que le será difícil cumplir los
plazos de pago de la deuda contraída, lo que motivará que el tipo de cambio de
la grivna (su moneda) sufra una brusca caída, y se produzca, también por esta
vía, estallidos sociales.
Otra mala
noticia para Kiev es que a finales de 2019 concluirá la construcción del
gasoducto Nord Stream 2 que le representará la pérdida de 3 000 millones de
dólares al no tener que pasar por territorio ucraniano el gas ruso con destino
a Europa, por lo cual cobra jugosos impuestos. Además, ese país utiliza parte
del gas para su uso, por lo que la pérdida será más elevada.
Ante la belicosa
posición del gobierno de Poroshenko que en 2015 amenazó con hacer explotar el
gasoducto, Moscú tomó la decisión de construir el Nord Stream 2 que desde Rusia
pasará por el mar Báltico hasta llegar a Alemania para después repartirse por
varios países de la Unión Europea.
De esa forma,
su crisis energética se acrecentará sobre todo en invierno cuando se hace
imprescindible los servicios de calefacción.
La crisis y la corrupción no han
dejado de golpear al pueblo ucraniano desde que hace cinco años, Poroshenko se
adueñó del poder tras las manifestaciones en la Plaza de Maidan de fuerzas
derechistas, apoyadas por países occidentales.
Antes de
esos sucesos y durante su permanencia dentro de la extinta Unión Soviética
hasta 1991, Ucrania presentaba un nivel económico comparado con el de los
países desarrollados, con una política social que beneficiaba a todos sus
habitantes.
De 2014 a la fecha, el deterioro
del nivel de vida de la población ha sido galopante.
Si en 2013 el
PIB era de 183 300 millones de dólares, en 2017 fue de tan solo 112 200 millones
de dólares. En 2012 las exportaciones ascendieron a 69 000 millones de dólares,
mientras que en 2017 quedó en 43 000 millones de dólares.
El
PIB per cápita cayó de 4 030 a 2 640 dólares; el salario promedio se redujo más
de un 20%; las pensiones cayeron un 64%; el precio del gas se elevó 11 veces más, la calefacción 5,5
y la electricidad 4 veces.
La consecuencia
directa fue que más de la mitad de la población se convirtió en pobre, pues si en
2014 eran 4,2 millones de personas las que formaban parte de este grupo
poblacional, en 2017 la cifra alcanzó a 25 millones de personas.
Simple y
llanamente, la política neoliberal seguida por el millonario Poroshenko solo ha
beneficiado a las clases pudientes en detrimento de las mayorías.
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