Fri, Oct 5, 2018 12:37 pm
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Una
lección de sabiduría china
En estos momentos en los que el impulsivo
y prepotente Presidente norteamericano Donald Trump está
amenazando a China con una peligrosa “guerra” de tarifas
arancelarias- algo que de llevarse a cabo en toda su
magnitud, nadie puede predecir las funestas
consecuencias que tendría para la economía
mundial- me viene a cuento una aleccionadora
“experiencia china” de mi juventud.
Fue aquel un lance
inolvidable del que salí muy mal parado al
tropezar mis ímpetus de imberbe revolucionario de entonces con la
acumulada sapiencia milenaria de un humilde hijo del
lejano Oriente, que se buscaba la vida como vendedor de
billetes de lotería en aquellos años
sangrientos de la oprobiosa dictadura de Fulgencio
Batista, a mediados de la década de
los años cincuenta del pasado siglo XX.
Eran tiempos difíciles y peligrosos, sobre todo para
quienes como yo andaba en trajines conspirativos, actividades
riesgosas que me habían llevado a vivir
clandestinamente en un inseguro escondite ubicado en una
casa amiga de la barriada habanera del reparto Santos
Suarez.
Un día bien temprano en la mañana salí de
mi escondite de la calle “Libertad”- el nombre era para
mí todo un símbolo de lucha- con el propósito de
participar en una reunión conspirativa,
encaminando mi pasos a la esquina de
la avenida Santa Catalina y la calle Juan
Delgado para tomar allí una “guagua” de la “Ruta
14” de los Ómnibus Aliados.
Iban pocos pasajeros en el vehículo público en horas
tempranas de un sábado en la mañana,
un policía de uniforme sentado
en los asientos traseros
, tres señoras de mediana edad elegantemente
vestidas, cuatro jóvenes al parecer
estudiantes y una media docena de hombres que por su
indumentaria tenían aspecto de obreros de
la construcción. Era poco más de una quincena de
pasajeros los que serían testigos de lo que vino después. Fue
entonces que en el estribo del ómnibus se
sube un chino vendedor de billetes de la
Lotería Nacional pregonando un número que bien recuerdo
todavía, que estaba programado para
el sorteo a celebrarse ese mismo día sábado en
horas de la tarde.
“ Chinko mil kiniento shincuenta y uno. She
juega hoy, plemio goldo lo tengo yo”-, pregonaba desde el
estribo de la guagua el chino billetero
que con cara alegre de fiesta, se
autoproclamaba mensajero de la felicidad para
aquel que tuviera la suerte loca de sacarse el premio
mayor de cien mil pesos de la Lotería
Nacional.
Fue entonces que de manera un tanto arrogante de
joven estudiante con ínfulas de superioridad
intelectual, le propuse al chino billetero que
le compraba el billete entero si él me decía con quién simpatizaba,
si con el comunista Mao Zedong o con
el nacionalista pronorteamericano Chiang-Kai Shek.
El chino vendedor de billetes
sorprendido ante tan provocadora propuesta en presencia de gente extraña, entre
ellas un policía de
uniforme, miró fijo a mi cara y
después a la del policía, que como los demás en
el vehículo estaba atento a lo que podría responder
el humilde billetero asiático, respuesta que
pudiera traerle a este muy malas consecuencias dado
que las simpatías comunistas eran vistas como subversivas
por el régimen dictatorial batistiano.
Primero silencio de su parte, haciendo
gala de la tradicional paciencia china. Después la
respuesta aguda con una estocada mortífera, con su mirada puesta en
mí y en el policía. “Yo legala billete pa ti si tu decime
plimelo con quien tu etá con Batista o con Filé”. A una otra
La carcajada fue general. Todo
rieron al unísono ante la certera respuesta dada
por el chino billetero al joven provocador que era yo. Se rio hasta
el policía y también el que cuenta esta
historia. Me había contestado la sabiduría china de cinco
mil años de experiencia.
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