El rescate neoliberal a Grecia
Por Hedelberto López Blanch
La Unión Europea acaba de anunciar
con bombos y platillos que ha finalizado el programa de rescate a Grecia pero
el país heleno aún permanecerá varios años bajo la supervisión de las
instituciones internacionales. Entonces cabría preguntarse si esa nación podrá
algún día recuperar su independencia financiera.
Entre 2010 y 2018 la Troika (Comisión
Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) prestaron
a Grecia un total de 288 700 millones de euros a
lo largo de tres rescates. El primero de ellos
tuvo lugar en 2010, el segundo en 2012 y el tercero, el que acabó este 20 de
agosto, comenzó en 2015.
A partir de 2004 Grecia comenzó a
padecer problemas económicos con un déficit del 6 % del PIB y una deuda de 48
000 millones de euros, que a principios de 2015 se elevó a 330 000 millones de
euros.
Desde 2005 el país fue sometido al control
fiscal de la Comisión
Europea y en 2009 la Troika inició los multimillonarios rescates a los
bancos y la implantación de violentas medidas de austeridad aplicadas con
intransigencia las que llevaron al país al hundimiento de su sistema político y
económico.
Como siempre ocurre, la táctica neoliberal
utilizada para continuar el saqueo de los países que caen bajo su égida, fue la
de entregar los rescates financieros a los bancos privados para que estos a su
vez, paguen las deudas que el Estado ha adquirido con otros bancos lo que
provoca un mayor endeudamiento al adicionarse los altos impuestos acordados.
Para la entrega de los empréstitos, la Troika impuso leoninas
medidas de ajustes y austeridad con el “derecho” a supervisarlas
permanentemente, con lo cual el país perdió prácticamente la soberanía
financiera, política y social.
Después de la profunda crisis económica
mundial de finales de 2008, que tuvo su comienzo en Estados Unidos, Grecia
dependió de miles de millones de euros de préstamos internacionales para
mantener a flote su deprimida economía.
En 2017, ya más del 75 % de los hogares
helenos habían sufrido la reducción de los ingresos; una de cada tres personas
tenía a un miembro de la familia en paro y casi la mitad de la población redujo
los gastos en alimentación, mientras que pagar las facturas de electricidad y
teléfonos se convirtió en extremo difícil.
A la par, se incrementó el número de personas
que malviven en las calles que han debido recurrir a organizaciones
humanitarias que les sirven un plato de comida por algunos sitios de las
ciudades.
Actualmente, Grecia ocupa el tercer puesto
entre los países más pobres de la Unión Europea, solo detrás de Bulgaria y
Rumania.
Si para 2009 el número de
desempleados representaba el 9,6% de la población activa, en 2014 llegó a
alcanzar a más de la cuarta parte, el 27,5%. Aunque
desde entonces el número de parados comenzó a descender, en 2018 se cifra en 19,5%.
Esas son las consecuencias del
establecimiento de políticas neoliberales mediante las cuales, las poderosas
transnacionales y los países más desarrollados van controlando económica y
hasta políticamente a las naciones más débiles sin que éstas puedan zafarse de
esas ataduras.
Fíjense en estas otras cifras: si en 2012 el salario mínimo era
de 876,62 euros, de 2013 a
2018 se quedó congelado en 683,76 euros,
según datos de Eurostat; el gasto en salud en 2009 era de 22 490 millones de
euros, tras un recorte del 35
%, en 2016 se situaba en 14 727 millones; en 2009 las personas
que se encontraban en riesgo de pobreza o de
exclusión social eran el 27,6 %, en 2014 llegaron a ser el 38
% y en la actualidad es de 34 %.
Alexis Tsipras tras ganar las elecciones de 2015 convocó un referéndum
en el que la ciudadanía rechazó las condiciones impuestas para el tercer
rescate. Finalmente, acabó aceptando el rescate, con durísimas condiciones, y
tuvo que decretar un corralito bancario que hizo
que los bancos permanecieran cerrados y que cada persona solo pudiera sacar un
máximo de 60 euros al día para evitar la fuga de capitales. Tuvo que hacer
frente también a la división dentro de su Ejecutivo, que se saldó con la destitución
de aquellos ministros que habían votado en contra del rescate.
Ahora, tras el término de los
rescates, el Gobierno afirma que sus necesidades de financiación están
cubiertas hasta 2022 y se planea
su regreso a los mercados de capitales, de donde fue expulsado en 2010, cuando
su prima de riesgo (diferencia de interés con el bono alemán) se situó en
niveles difíciles de asumir.
El presidente del Eurogrupo, Mario Centeno, se mostró eufórico
con la noticia y aseguró que "Grecia está ahora en una posición en la
que puede disfrutar completamente de su pertenencia a la zona euro,
respetando las mismas reglas que cualquier otro país del euro".
Más reservado fue el Comisario europeo de Asuntos
Económicos y Financieros, Pierre Moscovici, quien reconoció que "la
realidad sobre el terreno sigue siendo difícil. El tiempo de la austeridad ha
terminado, pero el final del programa no es el final del camino de la
reformas".
El resultado de esa implementación ha
supuesto una ligera mejora en sus datos macroeconómicos: el país comienza a
crecer (por primera vez en 2017 desde el inicio de su crisis en 2009) y se
espera que continúe haciéndolo en 2018 y 2019, y la tasa de desempleo comienza
a descender, aunque aún se mantiene por encima del 20%.
Lo cierto es que las reformas
exigidas por la Troika
supusieron un duro esfuerzo para el pueblo griego que durante varios años
seguirá padeciendo las restricciones sociales mientras la política económica y
financiera del Estado continuará siendo vigilada y controlada desde el exterior.
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