Uno, de vez en cuando, debe mostrar
sus armas, aunque no sean muchas y estén melladas, más si ellas se avienen con
Dios, el verdadero, como esa de los libros que ha leído y sobre todo la vida
que ha vivido; pero no para dejar sentada una autoridad que no se tiene y luego
pudiera diluirse en el transcurso de la vida y hasta en lo escrito.
“Los rinocerontes” de Eugene
Ionesco, es una obra de 1959, una fecha de gran ebullición política en
Venezuela, de la época cercana a la aparición del “Techo de la Ballena” y de aquellas casi fiestas de todas las noches
a lo largo de Sabana Grande, donde tanto se hablaba de literatura, más que de
política y jóvenes inquietos no tenían que asomarse a las ventanas, como en los
tiempos de la “Junta Patriótica”, sino meterse en el bar, donde unas cuantas
cervezas con “tapas”, o pasapalos, cualquiera las podía pagar sin sacrificio
alguno, colocarse discretamente en un puesto a escuchar. Siempre que uno se
pagase sus pedidos, no había problema para acercarse al grupo, aunque sea como
dije, de observador. Por eso escuché hablar de aquella obra, la que pude ver en
teatro importante de un país también importante al cual visité años después,
con reales ahorrados de mi paga, por
supuesto, por ser maestro. Justo también
entre el final de la década del cincuenta y comienzos de la del sesenta, leí
otra pequeña obra donde un humano, una mañana, al desentumecerse y haber pasado
una noche intranquilo, se descubre convertido en escarabajo. Es decir, nadie
acapara esas cosas, sino que hay diferentes maneras de vivir. Por supuesto hay,
así es la vida, quienes tienen más cosas que otros.
Digo lo anterior por lo escrito por
Roberto Hernández Montoya, que usa la figura de Ionesco de “Los Rinocerontes”,
relativa a la conversión al fascismo de toda la gente en un pueblo, menos Berenger,
para compararla al fenómeno que llamamos en Venezuela “el salto de talanquera”.
Este dice “es de una espectacular tristeza”. Y he “terminado preguntándome
cuándo me va tocar a mí esa muerte en vida”. No es más ni menos que una sutil y
hasta “respetuosa” sugerencia que muchos por discrepar del gobierno se están
volviendo rinocerontes; y en Ionesco eso era volverse fascista. Lo que no deja
de asombrar, siendo Hernández Montoya una voz muy alta para que se ponga dar
esos tonos que quizás entusiasmen al director musical de la ópera o mejor lo distraigan
pero pudieran exasperar a la abundante gente que en el teatro tiene buen oído y
gusto. Pero puede ser que nadie, me refiero a “ellos y nosotros”, sepa en qué
momento empezamos a transformarnos en rinocerontes, cuáles son los primeros
síntomas y de qué lado se sienta el animal.
Hoy he leído un artículo en el que
su autor (a) ve los bloques que encabezan EEUU y China, como si fuesen aquellos
pranes carcelarios, donde uno quizás es más benévolo en lo inmediato que el
otro, pero en fin de cuentas buscan lo mismo, sin contar que si uno se impone
sobre el otro, pedirá sin clemencia a sus protegidos mucho más. Es un asunto de
estrategia y suma de influencia, como de esperar que la marea baje y hasta
quizás los ríos lleguen a la mar. Pero el “multicentrismo”, según quien eso
escribió, consiste no en promover “muchos centros”, menos una opción diferente
y hasta mostrarse neutral, tampoco tener con ellos relaciones respetuosas, de
independencia y hasta donde se pueda como entre iguales, sino plegarse a uno de los dos. Es decir, el
“multicentrismo” criollo, para decirlo con una palabra como confusa, es meterse
bajo uno de los bloques, con todo el peso que ellos tienen y lo meñique que es
uno. Estamos con los gringos “pa´ lo que salga”, piensa la derecha y en la
misma tónica con los chinos, dicen los “multicentristas”. Reconozco el poder de los pranes carcelarios,
eso es inevitable, me someto y convoco a todos cuantos pueda se sometan, eso es
inexorable. Ni más ni menos, ese dilema se le planteó en vida de Bolívar y es
bien sabido como el Libertador manejó
aquello sin plegarse. Creo que eso de
plegarse lo venía justificando la derecha en la “real polítikit” o el
pragmatismo hecho política, para justificar entregarse al imperialismo gringo. Ahora
sirve para promover leyes como la “Terminator” y firmar convenios con el
imperialismo “bueno” para que se lleven hasta el aire de nuestros pulmones o
cosas insignificantes como el tajalí, cazón, chucho, raya, vainas de esas que
muchos no comen porque tienen el pesebre bajo. Y lo justificamos en la amenaza también
real del imperialismo malo.
Quien ese artículo escribió,
evidentemente, salió a explicar la posición de Luis Britto García, por lo
escrito por Jesús Puerta, luego Claudio Domínguez y lo nuestro con respecto al
primero y Julio Escalona. Aunque bien sé que éstos nada tienen que ver con esa
decisión, pues no es su estilo y menos porque no van a ocuparse de responder a
todo aquel que les critique siendo ellos por tantos leídos. El defensor(a) a
ultranza habló en nombre de “lo objetivo y lo real”. La “real politikit”, no es
casualidad. Lo hizo con una argumentación maniquea y casualmente en base a “El
bien y el mal”. La misma de un imperialismo bueno y otro malo. En consecuencia,
quienes llamamos la atención sobre el peligro del “imperialismo bueno”,
recordando a “Caperucita Roja y la abuelita”, seríamos partidarios del
imperialismo malo. Es decir, quien esto escribe pudiera ser nada más ni nada
menos que un “agente del imperialismo yanqui”. ¡Coño! Esa pendejada se la
decíamos, a los 17 años de edad, a los
amigos que no coincidiesen en todo con nosotros, cuando defendíamos el estalinismo.
Julio Escalona por ejemplo nos conoce desde 1958 ó 59 y bien tiene razones y pruebas
para juzgarnos.
Pero hay más todavía, porque esta
vez aquel maniqueísmo toma la figura de chantaje. Según se opina, la única
manera de mostrarse antiimperialista, o mejor si logro entender, “enemigo del
imperialismo malo”, no de la abuelita, sino del Lobo Feroz, sin el disfraz o
del Pran más agresivo “por ahora”, es votando por Nicolás Maduro. De manera que
cualquiera opte por una candidatura distinta, como parecieran están pensando
los integrantes del Buró Político del PCV, aunque no sea la misma de la MUD o
cualquiera de sus derivados, como hubiese dicho Chávez, sin importar sus
credenciales, historia y programa, no sería sino un simple monigote del
imperialismo malo.
¿Verdad que la cosa es cómo muy
simple?
Mejor siguen siendo “los Rinocerontes”
de Ionesco, donde casi todos en aquel pequeño pueblo se vuelven fascistas por
convencidos, miedosos u oportunistas y
“El escarabajo” de Kafka, donde Gregorio Samsa, aturdido y acorralado se transformó en eso mismo.
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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 2/04/2018 09:54:00 p. m.
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