domingo, 21 de enero de 2018

LUIS SILVA , ACTOR Y MATEMATICO


PUBLICADO POR LEONIDES PENTON

Luis Silva: actor y matemático
Jesús Dueñas Becerra
Crítico y periodista

Conversar con el carismático actor Luis Silva, Premio Caricato de
Actuación 2012, es sinónimo de incursionar con seriedad y respeto en
el campo del buen humor, el auténtico, el verdadero, donde el también
conductor del espacio televisivo dominical Lucas desempeña una función
«clave» en los disímiles medios de comunicación en los que incursiona
con éxito indiscutible.

Miembro de la Asociación de Artes Escénicas de la Unión de Escritores
y Artistas de Cuba (UNEAC), se graduó de la especialidad de
Cibernética Matemática en la Universidad de La Habana, donde ejerciera
la docencia superior. Ahora bien, su amor inmenso a la actuación y a
la conducción lo alejaron de las aulas de la capitalina casa de altos
estudios, ya que no le era posible alternar las actividades artísticas
con la labor docente-educativa.

Sin embargo, sus discípulos —que lo admiran y respetan— esperan que
solo sea por un breve lapso. En consecuencia, aguardan el pronto
regreso del profesor Silva a nuestra querida Alma Mater.

¿En qué momento de su vida se le despertó la vocación hacia la
actuación, y concretamente, hacia el humor?

En honor a la verdad, ni para la actuación, y mucho menos para el
humor, hubo ningún tipo de influencia genética o ambiental. Mis
progenitores, así como los demás miembros de mi núcleo familiar, se
dedicaban a otras ocupaciones, que nada tenían que ver con el arte de
las tablas.

La primera vez que me paré delante de un auditorio era muy pequeño.
Estaba en el Círculo Infantil, donde un buen día me pusieron a bailar
y a cantar. Eso fue hace tanto tiempo que mi memoria apenas registra
ese hecho. Con doce años de edad, imitaba a mis profesores delante de
toda la escuela secundaria básica, donde estudié durante mi
adolescencia. Si bien estaba muy nervioso por enfrentarme al público,
fue tanta la risa que generó en mis compañeros de estudio, que esa
reacción favorable me cautivó, me atrapó, y me dio el impulso
necesario para continuar profundizando en el arte de hacer reír. Ese
fue mi despegue hasta llegar al personaje del «viejito Pánfilo».

Un buen día, usted decidió escribir y surgió —como brota el agua
cristalina que corre por los ríos subterráneos del alma humana— el
Monólogo del pan. ¿Podría explicar cuál fue la génesis de esa
decisión?

En realidad, escribo muy poco. Escribo mis monólogos, mis guiones
humorísticos para presentarme ante los televidentes, mis momentos
medio en serio y medio en broma para las galas de Lucas (siempre con
la asesoría del realizador Orlando Cruzata). Pero no soy un escritor
de textos humorísticos o de escribir comedias enteras o hacer guiones
para un espacio determinado. Me inclino ante quienes se dedican a
dichos menesteres.
Le voy a poner un ejemplo: Vivir del cuento tiene sus escritores
fijos. Pero tanto Mario Sardiñas («Chequera»), como Andy Vázquez
(Facundo, «Aguaje», Bienvenido), Ignacio Hernández («Nachi», el
director), y yo («Pánfilo», el personaje que le rinde culto a la
libreta de abastecimiento), generamos muchos chistes y situaciones
hilarantes, que enriquecen cada capítulo del programa […].

Por otra parte, no puedo negarle que he sido un hombre con suerte. Lo
primero que escribí fue el Monólogo del pan (2001). Aunque usted no lo
crea, ni en sueños podía pensar que a mi ópera prima se le iban a
otorgar cuatro premios en el Festival Aquelarre de ese año.
Si usted estudió una carrera de ciencias exactas y no actuación, ¿cómo
fue que se llenó de coraje para despojarse del miedo escénico, y
consecuentemente, evitar el ridículo en medio de un escenario?

El temor escénico (no miedo, porque este paraliza al hombre y a la
mujer), es un leitmotiv que acompaña al actor durante toda su vida
artístico-profesional. Jamás desaparece del todo, aunque
—aparentemente— no lo exterioricemos. En cada presentación, en cada
escena que grabas, aparece como un «fantasma» el temor al ridículo o a
desempeñar un tremendo «papelazo» (como decimos en buen cubano).

Ese temor a no quedar bien, a que te salgan mal las cosas, a que al
espectador no le agrade algo que hagas es —en mi opinión— inmanente al
profesional de las artes escénicas.

¿Cómo fue que nació y creció el personaje de «Pánfilo»?

Por aquellos tiempos, percibía —desde mi yo, el auténtico, el
verdadero— que no tenía, que no proyectaba la imagen de un humorista o
que no tenía cara de cómico. No me imagino cómo es la imagen clásica
de un humorista, pero sentía que mi cara, mi aspecto físico era el de
un joven común y corriente, y que no servía para desencadenar en el
otro la risa, que tanta salud psíquica y espiritual le proporciona al
homo sapiens.

Por esa razón, quise diseñar un personaje que estuviera muy distante
de mí. Un personaje con mucha más edad de la que tengo (que no son
tantos, como muchos creen cuando ven a «Pánfilo» en la pequeña
pantalla o en cualquier otra actividad), con un estilo propio al
andar, lleno de achaques, canoso, sin afeitar, zapatos rotos,
pantalones extravagantes. Eso hice con plena conciencia de lo que
quería lograr […] y me salió tal y como lo había concebido
mentalmente.

Estoy seguro de que soy mucho más simpático y ocurrente cuando estoy
interpretando a «Pánfilo» que cuando soy Luis Silva, mi identidad
única e irrepetible. Me parece que la diferencia es abismal. Desde
luego, a partir de ahí el personaje comenzó a crecer, a adquirir cada
vez más características de las personas de la tercera edad.

Me dediqué más a estudiar a los adultos mayores en la calle, en los
estanquillos de periódicos, en los bancos, donde hacen largas colas
para cobrar su jubilación, así como en la bodega, donde compran la
canasta básica mensual. «Pánfilo», por ejemplo, no es el mismo hoy que
cuando apareció en pantalla por primera vez. Su historia se ha
enriquecido […], ¡y de qué manera!

¿Cómo y de qué forma Vivir del cuento ha influido en el desarrollo de
«Pánfilo» y viceversa?

Como es obvio, Vivir del cuento ha sido el espacio ideal que le ha
facilitado un gran desarrollo a mi personaje predilecto. Del 2008
hasta hoy, ha transcurrido más de un lustro. Durante ese lapso,
«Pánfilo» ha crecido desde los puntos de vista humano y espiritual.
Las situaciones inherentes al programa, los guiones, los enredos y
equívocos en que se ven inmersos los personajes, lo han consolidado.
De ello, no tengo la más mínima duda. Por otra parte, han surgido
vivencias […], que él lleva en lo más hondo de su mundo interior, y
que le aportan una caracterización personográfica y un entramado
espiritual que lo convierten en alguien tan real como indestructible a
la hora de reaccionar o de improvisar en cualquier escenario. Y
«Pánfilo», a su vez, le ha «inyectado» mucho más dinamismo al espacio.
Tanto es así que, en la actualidad, goza de una gran teleaudiencia en
el territorio nacional, según los hallazgos de encuestas realizadas
por el Centro de Investigaciones Sociales del Instituto Cubano de
Radio y Televisión (ICRT).

¿Cómo usted se las arregla para emitir sus opiniones acerca de temas
candentes que afectan a nuestra sociedad?

Soy totalmente libre para expresar lo que quiero decir. Eso sí, con la
dosis exacta y precisa de ética y respeto hacia las personas e
instituciones que pudieran ser blanco de algunas críticas
constructivas. Mi objetivo no es ofender o destruir la integridad de
nadie, porque todos somos seres humanos, y por consiguiente, podemos
cometer errores […], y de hecho los cometemos.

«Pánfilo» ha dado su opinión sobre temas sencillos o azarosos. Y eso
no es solo un logro mío, sino de todo el equipo de realización de
Vivir del cuento. Cada mensaje que se pone en boca de mi personaje se
analiza in extenso […], son pesquisadas las posibles interpretaciones
de que pudiera ser objeto, y si es capaz de generar alguna
tergiversación o no.

Para ello, empleamos herramientas propias del buen humor: el doble
sentido, el cambio brusco de ritmo, la sutileza, la sorpresa, las
transiciones cortadas, y sobre todo, un fuerte uso de la lengua
española y su rica gramática. En este momento, mi memoria evoca un
aforismo martiano: «el uso esmerado y oportuno del lenguaje fortalece
la mente y acaricia el espíritu».

Hemos sido capaces de «jugar con candela» sin que —hasta ahora— nos
hayamos «quemado» […], de tratar temas hasta cierto punto tabúes en un
espacio humorístico de la televisión insular. Hemos hecho chistes con
las antenas (todo el mundo sabe cuáles son), con las escaseces, con el
éxodo al exterior […]. Pero de una manera fina, bien hilvanada,
dibujada a mano para no herir susceptibilidades.

En su opinión, ¿cómo valoraría usted el humor que hoy se hace en los
medios y fuera de ellos?

Ante todo, le diré que hay humoristas y humoristas, y si usted me lo
permite, le voy a contestar esa pregunta con una frase antológica de
la primerísima actriz María de los Ángeles Santana (1914-2011):
«cualquiera puede hacer llorar, pero hacer reír solo quien sea un
verdadero actor humorístico». Me parece que esa frase de la
inolvidable «doña Remigia», la alcaldesa del estelar espacio
televisivo San Nicolás del Peladero, responde dicha interrogante […],
en todas y cada una de sus partes.

Como maestro que es y seguirá siendo, ¿qué les recomendaría a los
jóvenes actores y actrices que comienzan a dar los primeros pasos en
el difícil arte de hacer reir?

Que sean ellos mismos y no traten de imitar a nadie, ni siquiera a sus
maestros o mentores, quienes desempeñan una función básica
indispensable en su formación profesional, ya que son ellos los que
les enseñan los recursos técnico-expresivos para llevarlos,
posteriormente, a un escenario (sea cual fuere), y además, les
permiten descubrir —a través del ejemplo, en el aula y fuera de ella—
los valores éticos, ideo-estético-artísticos, humanos y espirituales
en que se estructura la personalidad de un actor integral.
Cualquier medio de comunicación deviene el contexto idóneo para
demostrar las aptitudes artísticas, y concretamente, las humorísticas
[…], si es que las poseen.

Estudiar, trabajar, respetar al espectador, ser sencillos y humildes,
darlo todo a cambio de nada. Esas son —en apretada síntesis— mis
recomendaciones, las cuales recogen lo fundamental de mi vigente
código ético en el ejercicio de esta profesión, ya que amo con todas
las fuerzas de mi ser la actuación, las Matemáticas y la Informática.
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