Audaz muchacho:
Así le califico porque, a lo largo de la carretera sucrense que recorre la costa hacia Carúpano, saliendo de Cumaná, abundan enormes vallas publicitarias que lo promueven como candidato a seguir siendo gobernador, en la cuales se le ve como bastante joven.
Y si a esa edad suya, tan corta como la del Mariscal cuando llegó a Ayacucho, se siente competente para asumir un cargo de esos, sobre todo en una entidad donde se requieren talento, mucho talento y empeño, pero sobre todo bastante audacia para sacarla de la pobreza y serias dificultades en que se halla, con unas fuerzas productivas llamativamente enclenques, supongo que al autoevaluarse encuentra usted que de todo eso de sobra tiene. Pero advierto, que es frecuente que muchos, es la última cualidad que sobre ponen a las primeras y ella no es suficiente, no para llegar, sino para saber responder al compromiso.
Nostalgia, añoranza, siento por la tierra sucrense. Como dice el lenguaje coloquial venezolano, “a uno los pies se le van solos pa´ allá”. Como si alguien con una cabuya larga nos halase. Porque allá pegados están los mejores recuerdos y el gusto por todo lo hermoso que adornó nuestra vida de infante y adolescente. Es saudades. Y esto en uno es doble; por quien esto escribe, cumanés que estando fuera, tiene la tierra madre adentro, y por la compañera, de viejas añoranzas con el río Nivaldo, aquel que alguna vez fue caudaloso y hoy está seco y lleno de tristezas, del bello pueblo de Río Caribe, en la costa pariana.
Por esas cosas, una y otra vez, cuando se presenta alguna oportunidad, agarramos los macundales y hacia allá nos vamos. La rica y sobre todo fresca gastronomía sucrense, bellas y exquisitas playas, hermosa y desbordada generosidad de la gente, hallar todo aquello que alegró y condimentó nuestra vida nos sigue atrayendo con fuerza descomunal.
Llegamos donde ahora vivimos como esos náufragos que la vida va dejando en cada punto. Ella, la vida, se encargó de quemarnos las naves, respaldada por la nueva familia que llega, el calor de la tierra nueva, la bella gente y las relaciones inevitables que uno contrae. Pero aun así, todo aquello, los recuerdos bellos de la vieja vida a uno le atan. Y por eso volvemos cada vez que la morriña a uno le embarga.
Tres veces hemos intentado viajar de Barcelona hasta Río Caribe desde antes de las elecciones del 30J, estas para escoger la Asamblea Nacional Constituyente y “conquistar la paz, tranquilidad y nuestros derechos”. Los dos primeros intentos fueron previos a aquella fecha y el último o tercero ahora mismo, el domingo 10 de septiembre.
Señor gobernador, supongo que usted bien sabe esto, pues si no lo sabe sería peor la opinión de la que usted me he formado como lo haría cualquiera que esto lea. Pues un gobernante que calcule, aunque sus cálculos sean muy malos, por lo menos deja la impresión que anda en algo. Peor es aquel que la da por ignorar todo, actuar con desidia y pese eso insiste en quedarse en el cargo. Sería como aquel gobernante en un cuento de Horacio Quiroga, no sé si usted sabe de quién le hablo, que optó, para su tranquilidad y goce del ejercicio del poder, echar todo reclamo escrito a él dirigido, sin revisar ninguno, en un enorme tonel. Fue su decisión ignorar todo. Desconocer los problemas, ignorarlos, para él era como si no existiesen, más cómodo que abordarlos.
De los tres intentos, así los hemos llamado, dos fueron frustrados. Nos vimos obligados a devolvernos. Desde que uno pasa la población de San Antonio del Golfo, cada dos o tres kilómetros, se halla una tranca. Ciudadanos que se abrogan para sí el derecho de violar el del viajante de transitar por el territorio nacional. Unos alegan falta de agua, otros problemas con la luz, más allá porque no les ha llegado el Clap, simplemente para cobrar peaje, poniendo en práctica el viejo concepto colonial de alcabala.
En los dos primeros intentos, antes del 30J, cuando el país estaba azotado por las guarimbas, esas trancas sucrenses aparecieron confundidas con estas. En esos días no daban explicación alguna, por lo que a aquellas aparecían como asociadas. Lo más curioso, triste, lamentable o que da calentera, es que en los distintos puestos de la Guardia Nacional, muy cercanos a los escenarios de los acontecimientos, se limitaban a responder a quien reclamase su derecho a transitar que “no podían hacer nada porque las instrucciones de arriba consistían en no inmiscuirse en esos asuntos”. Asuntos que les incumben, porque esa fuerza es justamente la encargada de custodiar el orden en esas vías. Es más, nos cansamos ver como guardias nacionales y policías, abordando vehículos de ambas fuerzas, pasaban por los sitios de tranca con el debido “permiso” de los abusadores y seguían como si aquello no tuviese relación alguna con ellos. ¡Qué extraña conducta! ¡Cómo un acuerdo!
Después del 30J, cuando “llegó la paz” con la Constituyente, desaparecieron las guarimbas, ilusamente optamos por volver a Sucre, a la costa de Paria, esta semana que ha finalizado, creyendo que esta vez sí podríamos llegar a nuestro destino, Río Caribe sin problema de aquella naturaleza. ¡Qué va! Señor gobernador, allí la cosa nada ha cambiado. La autoridad no existe. Persiste el secuestro de nuestro derecho a viajar, la tranca de las vías, cada tres o cuatro kilómetros, alegando las mismas razones y amparados en la misma actitud de las autoridades. Pero ahora la cosa es más grave, no sólo que aumentan las “alcabalas” ilegales sino que tal expresión sirve para que los asaltantes se aprovechen confundiéndose entre quienes abusan con el amparo oficial, que no es más que la impunidad y la desidia, simplemente para atracar a mano armada a los viajeros. Es decir, se intercalan trancas “oficializadas y justas”, con aquellas para atracar a mano armada al transeúnte. Pero una es producto inexorable de la otra. Y las dos de la impunidad. Allí, señor gobernador, contando con la indiferencia suya se está acumulando una fuerza que podría explotar con consecuencias muy lamentables. Se dice que la guardia y las fuerzas policiales asumen esa actitud por lo acaecido en Cariaco no hace mucho, cuando un enfrentamiento entre esa fuerza y unos ciudadanos produjo varias muertes.
Independientemente de las razones aludidas por quienes trancan, impera el irrespeto, desafío a la gente que con razón reclama sus derechos y el contubernio entre las autoridades y quienes cometen aquellos abusos o reclaman sus derechos atropellando a los demás. Pareciera que los responsables de los asuntos por los cuales ellos reclaman fuesen los viajeros y no las autoridades.
¡Gústele o no, joven audaz, usted es el responsable de todo eso! Su desidia o complacencia, creyéndose que con eso se gana el voto de esa gente o aminora la inconformidad ante los problemas que dicen padecer y motivan a ese abuso, conduce no sólo a violar el derecho de los viajeros, que lo hacen por distintos motivos, no sólo por placer o saudades como nosotros, sino por razones de salud, negocios, etc. Es decir, sepa usted joven audaz que quiere quedarse unos años más en ese puesto, que su desinterés también daña la economía de todo los sucrenses, empezando por la misma gente que a lo largo de la vía vive del turismo o de los simples transeúntes, pues ya esa grave situación que usted ignora o frente a la cual se hace el desentendido, está provocando que nadie quiera viajar a esa parte donde usted gobierna por temor a ser agredido o como nosotros, verse obligados a devolverse después de largas horas detenidos en varios puntos del camino o llegar cansados y hasta hastiados a la meta, habiendo hecho un viaje de cinco hora en diez o doce.
Por último, joven audaz, que aspira seguir en el cargo con la gracia divina, sepa que a tres o cuatro kilómetros de la alcabala que separa el territorio donde usted gobierna, del Estado Anzoátegui, donde hay un gobernador que esos problemas encara con entereza y eficiencia, hay un punto donde atracan a todas horas. Curiosamente, todo el mundo habla del mismo sitio, lo que hace eso como “la crónica de una muerte anunciada” y no hay quien lo resuelva.
Si usted joven audaz, quiere seguir gobernando, ganar las elecciones, no ponga tantas vallas costosas como las que abundan y preñan los espacios donde impera la anarquía y la impunidad reina, sino ocúpese de atender estos reclamos. No se ampare en la incompetencia, desidia o imposibilidad de los alcaldes, del bando que sean, pues en primer término hablamos de una carretera nacional, lo que le hace a usted el primer responsable. Tampoco atribuya a su actitud el carácter de una posición táctica muy inteligente destinada a que esos problemas se diluyan o desaparezcan, pues lo que uno observa, por lo que ha visto y ven quienes en esos espacios viven es que la violencia se expande paulatinamente y una fuerza explosiva se acumula.
ELIGIO DAMAS / VENEZUELA
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