ELIGIO DAMAS
La Constituyente se me está volviendo pura cháchara. La presidenta me hace recordar a un viejo amigo humilde él pero con una incontinencia verbal que en veces parecía el Orinoco en crecida, quien haciendo de director de debate se sentía tentado a hablar para apoyar o contrarrestar lo dicho por todo aquel que hablase. Y lanzaba sus arengas sin percatarse que era el mismo discurso que repetía como si se le hubiese pegado la aguja, con las mismas cosas y los mismos aplausos complacientes.
Viendo eso y como todo lo que nos viene agobiando arrea con más fuerza y uno todavía cree que la ANC algo puede hacer ya que quienes debían le pasaron el testigo y están de espectadores, esta noche me puse a recordar y soñar:
-“¿Quién mató al Comendador?”
-“Fuente Ovejuna, señor.”
Y pasó todo el pueblo, uno a uno, a someterse a los rigores del interrogatorio. Al Comendador, por ladino, muerte le dieron. Y como fue un acto de justicia popular, todos asumieron aquel trágico gesto como suyo. Y cuándo a alguno en la villa preguntaban sobre el autor de la muerte, respondía con maliciosa entonación:
-“Fuente Ovejuna, señor”.
En Lope de Vega no se trata en verdad de una muerte de esas en las cuales se despacha al hombre al otro mundo, no se le despide del afecto y la credibilidad de la gente. Es sólo una muerte política. Para mejor decirlo, es pura poesía.
Lope de Vega en aquella obra metió al pueblo, a la gente inédita, a las víctimas de siempre, ignoradas por la justicia, para que en un acto subversivo o desestabilizador, para decirlo con término muy desacreditado, pero de moda puesto, castigase a quien bien lo merecía. El gran escritor del Siglo de Oro español, mostró el poder soberano. Es la época del Renacimiento, del “Siglo de las luces”. En la literatura, en el arte en general, como en la política, el pueblo comienza a ocupar los primeros planos y los escritores, poetas y pintores señalaban el camino. La justicia popular no estaba escrita en ningún libro y ninguna autoridad dispuesta a administrarla.
Aun Alcalde corrupto o, por lo menos indolente, un Comendador maula y cualquier otro funcionario indigno, no debemos despacharlo al otro mundo, como parece decirse en la obra de Lope, donde otro acto de justicia no tenía cabida, pero sí someterlo al juicio divino de la gente. “Fuente Ovejuna” es una buena enseñanza; el pueblo nuestro preparado está para descubrir a pillos y hacer valer sus derechos.
En una bella película de los años sesenta, titulada “Un día un gato”, llegó a un pueblo un felino que al mirar a algún personaje de colores a éste pintaba. Cada color representaba un defecto, vicio o virtud. De modo que ladrones, mentirosos, avaros, etc., al toparse al gato yal temor que éste los mirase y asignase justo el color que merecían, huían despavoridos. Y esto, ya era una manera de denunciarlos y exponerlos a la justicia popular, pero también una poética manera de quitárselos de encima.
Hoy, los ladinos, ladrones, embusteros y maulas son bastante conocidos; unos cuantos quieren volver desde ultratumba. Y sí aún no les conocemos, pero poco ganó y mucho gasta o tiene, allí hay una pista. Sólo tenemos que sobre él poner el ojo del gato. No importa que después salgan diciendo que es una cosa de política se trata. Si el gato les pinta no quién les quite las rayas. Están allí a flor de piel, porque es la verdad verdadera.
Al Alcalde que dispuso a real saber y conveniencia los bienes y dineros de “Fuente Ovejuna” o se desentendió de sus obligaciones, no hacerlo un mártir. Que no vengan aquí sus homólogos, unos en parte y otros en el todo. A exhibirlo como víctima de infundios y atropellos, menos de persecución injustificada ungiéndole de valores falsos, como adalid de la libertad y democracia, como si el gato no lo hubiese pintado del color que en justicia debe. Sino que puso la cagada. No hagamos caso si sale a quejarse a la “Comisión Internacional de Derechos Humanos, Corte de La Haya o la Celestial.
El gato los pintó y con una tintura indeleble. Por allí van y aunque se disfracen y lloren como víctimas, el ojo del gato es infalible y justiciero.
Y esperemos con paciencia, que no será tanto como Job, que los mecanismos que hoy administra “Fuente Ovejuna” se encarguen del asunto. Pues ella y el gato, buenos observadores como el satélite Miranda, sabrán en el momento preciso cuándo y cómo aplicar la justicia popular; claro, aquella que en las leyes permitida está.
Cuando la justicia se apresura y no usa los medios adecuados (Fuente Ovejuna bastante paciencia tuvo), puede ocurrir que el gato, ante tanto llantén y familiares desfilando para pedir clemencia, por sentimentalismo exacerbado, confunda los colores y los villanos se pinten de mártires llorones o a su manera, para decirlo en la jerga popular, se pinten de colores.
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