No hay mal que por bien no venga
Cuando las cosas andan mal es bueno que se pongan peores, porque las definiciones siempre son mejores que las ambigüedades. Digo así en referencia a la situación de América Latina con respecto a las relaciones con Estados Unidos a partir de la presidencia de Donald Trump.
Lidiar con el coloso del norte nunca ha sido tarea fácil para los países del continente latinoamericano, ya sean sus gobiernos de centro o de izquierdas y mucho más si esa izquierda se proclama antimperialista porque entonces, como en el caso de Cuba lo que sale de Washington es “Nitrón”. Solo la extrema derecha, sumisa y antinacional se siente cómoda en sus relaciones con Washington.
Con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos el ajedrez internacional se ha complicado. A tal punto que el debate político norteamericano que debió aplacar sus furias después de celebradas las elecciones del pasado año, lo que ha resultado ser es todo lo contrario, con más encendidas polémicas entre Demócratas y Republicanos, a lo que se añade la guerra desatada entre el nuevo mandatario y la gran prensa del país, una confrontación a muerte en la que ninguna de las partes parece estar dispuesta a ceder hasta la liquidación de su contrario.
La administración Republicana de Trump ha enseñado de manera bien clara su concepción de cómo han de ser sus relaciones con el resto del mundo. Un borrón y cuenta nueva que implica quitarse la máscara bonita y de manera abierta y franca proclamar a todos los vientos la superioridad norteamericana, que es como decir que los otros pueblos y naciones son todos inferiores, especialmente los mejicanos y los que se le parecen, es decir los latinoamericanos todos. Lo mismo que a los musulmanes.
Con la excepción de la extrema derecha cubana de Miami la abrumadora mayoría de los inmigrantes que viven en Estados Unidos, ya tengan “papeles” o sean “Residentes Legales” o ciudadanos norteamericanos se han sentido ofendidos por esa política racista que se respira en el ambiente.
Ahora el “Trumpismo “está creando con su actitud discriminatoria y arrogante un sentimiento anti-norteamericano de grandes proporciones quizás como nunca antes visto, sin que esté matizado por ideologías políticas, un sentimiento que a decir verdad había sido aplacado hasta cierto punto por las políticas de “guante suave” de anteriores administraciones especialmente la más reciente, la del Presidente Barack Obama quien quizás por ser de la raza negra le hizo creer a muchos que el inquilino de la Casa Blanca era uno de sus iguales.
¿Le soplará alguien al oído de Mr. Trump lo mal encaminado que está con respecto a América Latina? Pero las cosas son como son y no como uno quiere. Solo nos queda decir que no hay mal que por bien no venga.
Les habló para Réplica de Radio-Miami su director Max Lesnik.
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