miércoles, 30 de noviembre de 2016

JESUCRISTO Y LOS CUBANOS

JESUCRISTO Y LOS CUBANOS
Este  artículo lo escribí  en el año 1992. Lo encontré buscando otros papeles perdidos pero creo que todavía está actualizado .Los lectores dirán.
El pasado 25 de diciembre se celebró, según la tradición cristiana, el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. Se podrá argumentar sobre la divinidad de Jesús pero la filosofía que estructura su existencia es real. Jesucristo existió y existe porque existe y perduran sus enseñanzas. Concibió o fue en él concebido el estado ideal de las relaciones humanas. Fue tan revolucionario y radical en el ordenamiento de los valores humanos, en la interpretación de la justicia y en la concepción integral de la vida, que hoy, a casi 2000 años de su nacimiento, todavía no se le comprende cabalmente.
Despojó de toda importancia a los valores primarios de su época: La prepotencia, el orgullo…..y colocó en primer lugar al menos apreciado de todos los valores humanos; la humildad. Si se considera la humildad como el valor supremo se puede eliminar todo obstáculo que impida vivir de acuerdo con las enseñanzas cristianas y se garantiza la igualdad de oportunidades en la consecución de este valor pues hasta el más pobre, desolado y débil puede llegar a alcanzarlo. Cuando Jesús le lavaba los pies, en gesto de humildad, a uno de sus discípulos, no se estaba humillando, todo lo contrario, estaba practicando el más alto de los valores humanos. Jesús, al ojo por ojo y diente por diente de su época, opuso el poner la otra mejilla. Predicó, no tan sólo querer al prójimo, sino también al enemigo, luchar contra el pecado y no contra el pecador y perdonar siempre. Nos enseñó que el amor todo lo puede.
Claro, la visión de Jesucristo no se centraba en el término de vida de una persona, sino en la existencia del ser humano a través de los siglos y milenios. Era la visión de una humanidad que no muere, que se reproduce a sí misma y va alargando su vida hasta su desarrollo total, donde la vida pasajera no es más que una etapa transitoria y evolutiva de la vida eterna. No hay dudas de que si el ser humano lograra alcanzar el estado de humildad y desprendimiento que emana de la doctrina enunciada por Cristo, sin perder las motivaciones genéticas para su esfuerzo personal en el desarrollo de su vida terrestre, sus problemas terminarían, pero es tal el grado de desarrollo y perfección que tiene que alcanzar para este logro que es imposible alcanzarlo en el lapso de una vida. Es por eso que hablamos de una humanidad que no muere, donde cada generación representa, tan sólo, una etapa de una larga vida..Las enseñanzas de Jesucristo son como una estrella que nos indica el camino por donde tenemos que andar y recordarnos donde se encuentra ésta cuando nos alejamos.
Al principio, cuando, cuando los primeros cristianos, adheridos a las enseñanzas de Cristo, practicaban la humildad, el perdón y exponían la otra mejilla, a pesar de que muchos perdieron la vida, lograron mantener la supervivencia de la doctrina cristiana. Poco a poco fueron ganando adeptos. Con el tiempo no sólo lograron ser reconocidos ampliamente sino que obtuvieron poder.Con el poder (¿Recuerdan la estructura de valores cristianos?) perdieron la humildad e impusieron su doctrina en forma tan dogmática y brutal que sumieron a la humanidad, durante la Edad Media, en el oscurantismo y la parálisis evolutiva. Obviamente, esto no era culpa de Jesucristo ni de su ordenamiento de valores, todo lo contrario, sucedió por el abandono de los preceptos enseñado por el propio Jesús.
El comunismo proclama que busca la igualdad, la justicia social, la educación universaly el cuidado médico para todos. Estos son objetivos que pueden ser sustentados por un convencido  cristiano. Sin embargo, para lograr estos objetivos, el comunismo impone un sistema político con control absoluto de la economía y la vida social de los pueblos. Es esta imposición forzosa a la que hay que oponerse y es la injusticia que provoca esta imposición a la que hay que combatir. La Historia nos enseña que cuando se combate al injusto y se triunfa, casi siempre éste es reemplazado por otro injusto. Cuando se lucha contra la injusticia y esta desaparece, con ella desaparece el injusto.
El problema cubano no es que haya una educación universal porque con todos sus problemas, existe, ni que el cuidado médico llegue a toda la población, porqué también, con todos sus problemas, llega. El problema cubano es la ineficiencia y la injusticia que provoca el sistema por ser impuesto. El método utilizado, aunque ilegítimo por inicuo no ilegitima los fines buscados. Es decir, los fines buscados son legítimos, lo que hay hacer es buscar otros métodos para alcanzarlos.
¿Qué hacer?. La respuesta es complicada pero quizás ayudaría la concepción cristiana sobre las relaciones humanas. Que tal, por ejemplo. Dejar de odiar…..
Hasta aquí el artículo escrito en el año 1992 cuando Cuba entraba de lleno en la debacle económica de lo que llamarían Periodo Especial, una etapa de miseria extrema. Han pasado 24 años, Fidel Castro ha muerto. El mundo recuerda sus años de esplendor. Durante su mandato Cuba se convirtió en una Potencia política, militar y deportiva a nivel mundial. La Isla se llenó de escuelas y centros de atención médica, ganó guerras en Africa y resistió las embestidas del más poderoso país que la humanidad haya conocido. Fue un héroe para millones de ciudadanos del mundo, pero para muchos cubanos fue una pesadilla. Impuso un sistema económico que sencillamente no funcionó, dividió al pueblo e incluso a las familias, fue implacable con sus enemigos. Manejó el odio escondido en todo ser humano con extraordinaria habilidad. Los que lo aman, odian. Los que lo odian, como una maldita enfermedad incurable, no pueden dejar de hacerlo.
Obama llegó a Cuba sin odios ni rencores, más tarde lo  recibió un Raúl Castro risueño,parecía contento por la visita. Obama dijo un discurso exponiendo lo que era, según él, una verdadera democracia. Raúl lo despidió sonriendo. En Miami, los que no habían podido dejar de odiar, estaban molestos,otros, dudosos, quizás esperanzados, asintieron manteniéndose callados. Los creyentes expresaban abiertamente sus contenturas. Este era el panorama que existía en ese momento. Entonces, Fidel hizo un artículo con un sarcástico título: Hermano Obama. Alertaba, según él,  las intenciones nada inocentes del Presidente norteamericano. Los que  odiaban se regocijaron, los dudosos dejaron de dudar y los creyentes, sorprendidos, se callaron. Murió, no lo celebro, tampoco lo lloro. He dejado de odiar, me hacía daño. La Historia, sin latentes emociones, lo juzgará.
Raúl Sorondo.


1 comentario:

  1. Me parece excelente que sigamos confiando en Dios y que no nos olvidemos de rezar, además de enseñarle a nuestros hijos a seguir éste camino.

    ResponderEliminar