Carta a la generación histórica
“El verdadero Patriota no adula a nadie: no adquiere aura popular alabando costumbres bárbaras, hábitos groseros, rutinas inertes, y sobre todo vicios tan feo como la ingratitud y la antipatía provincial. Cuando la verdad está de por medio, cuando los progresos de la Patria se interesan en ella, el Patriota no disimula las mentiras ni dobleces: sino con manos fuertes rasga el velo que venda los ojos del pueblo y le señala sus defectos, sus necesidades, sus derechos y sus deberes. Este es el Patriota: el otro es Palaciego”.Gaspar Betancourt Cisneros (El Lugareño, 1803–1866).
Querida generación histórica:
Percibo que ese dieciocho por ciento de diputados en el Parlamento con menos de veinticinco años, los máximos dirigentes de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y la Unión de Jóvenes Comunista (UJC), funcionarios municipales, provinciales…, como aquellos que llegan próximo a ustedes, les han hecho creer que, a través de relatorías en congresos, asambleas y reuniones, se puede coger el pulso de lo que siente y piensa más de tres millones de jóvenes cubanos. Aunque, a decir verdad, tampoco creo que estén ajeno a lo que manifestaré en esta suerte de narración y arranque de franqueza.
Preocupante resulta que una buena parte de mi generación “ni mastique ni trague” la política, mucho menos sueñe en convertirse en los políticos del mañana.
No obstante, tenemos valores heredados de ustedes que con orgullo compartimos. Somos rebeldes. Sentimos como propia la injusticia cometida en los demás. Buscamos y exigimos las razones últimas de los problemas. Reconocemos que callar los inconvenientes o camuflarlos es contraproducente. Discrepamos. No somos imitadores. Tenemos bien claro lo que no aceptamos. No nos dejamos cegar fácilmente por la visión de los demás. Planteamos que se vive demasiado del pasado. Nos preocupa no poder superar la experiencia histórica, en aras de no estancarnos.
También les cuento que es necesario hacer matizaciones a la hora de caracterizar la implicación política de la juventud cubana, pues la apatía existente no es un asunto que involucre a todos. Existen quienes tienen buenos proyectos como políticos y son agraciados para ejercer la política, los que llegan, según se les permita, a conviertirse en líderes.
Claro está, no es político verdadero ese que presume de su bandera, se envuelve en ella y la besa con fruición, y por detrás es asiduo a los placeres y ostentaciones dadas por un cargo político. Ese es un político de cartón, los que por desgracia, proliferan como hongos.
Dijo el periodista José Raúl Gallego Ramos en un trabajo publicado en La Joven Cuba, “y si alguien tiene dudas que haga memoria de la cantidad de ministros que han sido destituidos por casos de corrupción y ojalá pudiéramos tener acceso a la aún más larga lista de funcionarios que han abandonado el país con los bolsillos repletos o que han sido sobornados en el extranjero con comisiones por las compras de productos de pésima calidad que luego se pudren en las tiendas recaudadoras de divisas. Es difícil estar alerta cuando te tapan los ojos”.
Continúo. Hoy tenemos menos propósitos de participar en votaciones y nos alejamos de los temas sobre partidos políticos, leyes, gobernabilidad, institucionalidad… Además, el desinterés por la política parte de sobresaturada frecuencia con que se discuten asuntos políticos. En sí, no somos ningún grupo homogéneo, de hecho, ustedes tampoco lo fueron.
Por otro lado, nos encontramos con la desafección hacia algunos sujetos políticos, instituciones u organizaciones como los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), Partido Comunista de Cuba (PCC) y UJC, las que están bombardeadas por el burocratismo y una profunda crisis de valores. Fue a partir de la década de los 90 cuando comenzó ese aumento de nuestra criticidad hacia el funcionamiento de estas organizaciones y ha ido creciendo aceleradamente, como consecuencia de tantos años de acallamiento y autoacallamiento. Somos los jóvenes hijos de esos años 90.
Las mismas organizaciones de masas y políticas que impulsan y canalizan la participación de los jóvenes no siempre resultan efectivas ni suficientemente atractivas para que nos identifiquemos plenamente con ellas y desde ellas generemos los pretendidos y necesarios cambios.
Al presente, estar desmotivado conduce a no sentirse parte, lo cual no solo condiciona, sino que determina el cómo se participa. Ustedes mismos dicen que estar presente no es lo importante, si no involucrarse, pero ¿cómo lo hacemos sin que otros se lancen a amputarnos los dedos cuando señalamos los culpables de los conflictos que vivimos? ¿Cómo lo hacemos si los sinnúmeros de espacios creados para el debate son sitiados por una minoría de subestimadores cuadros políticos? Sin embargo, esos escenarios han demostrado la existencia entre la juventud de una gran autonomía, obligación social, agenda propia y una rica y variada diversidad de razonamientos.
Entonces, ¿un joven concienciado y preocupado por la gravísima situación actual y futura de muchos de sus compatriotas, si de verdad es devoto a su Revolución, tiene que sentirse compungido y permanecer impávido por el miedo? Jamás. La Revolución necesita verdades nombradas, no hay otra alternativa y sin ellas no hay democracia.
Debemos concretar lo que planteó el Comandante en Jefe Fidel Castro el 13 de marzo de 1962: “¿Y qué juventud queremos? ¿Queremos, acaso, una juventud que simplemente se concrete a oír y a repetir? ¡No! ¿Una juventud, acaso, que sea revolucionaria por imitarnos a nosotros? ¡No!, sino una juventud que aprenda por sí misma a ser revolucionaria”.
Tampoco olvidemos a Fidel el 17 de Noviembre de 2005 en el Aula Magna de la Universidad de La Habana cuando preguntó a los estudiantes allí reunidos: “¿Es que las revoluciones están llamadas a derrumbarse, o es que los hombres pueden hacer que las revoluciones se derrumben? ¿Pueden o no impedir los hombres, puede o no impedir la sociedad que las revoluciones se derrumben?”.
Más adelante expresó: “este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra”.
Fidel avizoraba así el protagonismo de los jóvenes en la lucha por evitar la destrucción del proyecto socialista cubano. Y es ahí donde entra el fomento de los conocimientos y habilidades en los más jóvenes, el que ha sido tan vertical y machacado que hoy provoca rechazo, confusión y eso se restituye en distanciamiento (de la política). Amén de contar con las reservas y potencialidades necesarias para educarlos en los valores y principios que defendemos el resultado parece que es y será el menos esperado. Aclaro, no vaticino nada, especulo.
Unos cuantos de nuestros dirigentes no enamoran con sus actos, valores y conductas, deseos y realizaciones en la dura batalla cotidiana de sobrevivencia, teorías y prácticas… Parte de la juventud cubana mira a esos dirigentes y anticipa de extinguido el país que está soñando crear.
Al verdadero revolucionario, patriota, le importa mucho las informaciones sobre la conducta de los políticos o sobre la situación del país. Y son esos dirigentes que no enamoran con sus actos, valores y conductas los que quieren a todo costo hacernos encajar en sus marcos y que ignoremos los hechos, como aferrados a sus esquemas.
En entrevistas realizadas por este joven constaté que buena parte de la muestra no fue capaz de nombrar a cinco dirigentes de su propio municipio. Otros de los entrevistados alegaron que les importa poco o nada la política, pues la forma en que algunos funcionarios la ejercen genera abandono y entredichos.
Unos cuantos jóvenes siempre hemos sabido que disímiles políticos participan en la política no sólo por quienes son: unos buenos para casi nada, falsarios y enajenadores, sino también como resultado de las opciones y los incentivos que se les ofrecen. También sabemos purgar la lista y acoger a los buenos.
¿La marca de la actual época es la que los jóvenes de hoy defienden e imprimen en sus relaciones sociopolíticas y culturales? No, seguimos ceñidos por la marca de época de los políticos de los años 60, 70, 80 y parte de los 90 del pasado siglo. Eso se traduce en que todavía existan políticos con una “visión antigua” de hacer política, ensoberbeciendo los aportes juveniles.
Nuestros mayores, en este caso los dirigentes, no reconocen que los jóvenes necesitamos creer en ellos, no ver en ellos unos tracatanes con guayaberas o en coloridos pulóveres que recitan discursos y llaman a resistir, aguantar o esforzarse, así como quien lo ve todo “facilito facilito”.
De lo que se trata es de aceptarnos como sujetos pensantes y actuantes, poseedores de competencias y habilidades que garantizan un liderazgo comprometido para la continuidad del proceso revolucionario cubano.
Cito entonces al Papa Francisco, quien dijo a los jóvenes cubanos en uno de sus mensajes: “Jóvenes cubanos: ¡Ábranse a cosas grandes! No tengan miedo, no sean tiquismiquis. ¡Sueñen que el mundo con ustedes puede ser distinto! ¡Sueñen que Cuba con ustedes puede ser distinta y cada día mejor! ¡No se rindan!”.
Muchas gracias,
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