lunes, 22 de agosto de 2016

REUERDO DE EMILIO ROIG

Recuerdo de Emilio Roig
Ciro Bianchi Ross • digital@juventudrebelde.cu
20 de Agosto del 2016 20:57:44 CDT

Raimundo Lazo destaca la vehemencia con que defendía sus tesis y la
agresividad de sus planteamientos, que apoyaba siempre en un enorme
cúmulo de datos. José María Chacón y Calvo advertía una variedad
inagotable en su obra periodística. Se inició en la letra impresa como
escritor de costumbres; incursionó después en los estudios jurídicos
en materia de Derecho Internacional para devenir historiador
especializado en el proceso de las guerras cubanas por la
independencia, las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, la Enmienda
Platt, el antimperialismo de José Martí y, sobre todo, el estudio y la
evocación del pasado de la ciudad de La Habana, de la que fue
historiador oficial durante muchos años. Obra suya, en esta línea, es
la Oficina del Historiador de la Ciudad, «una de esas creaciones
afortunadas, de vigencia y actividad constantes, que ha conquistado
lugar propio y ha realizado obra de verdadera utilidad, gracias al
espíritu de independencia y respeto que para ella logró su creador…»,
afirmaba Félix Lizaso. Como su predecesor y maestro lo reconoce
Eusebio Leal, actual Historiador de La Habana, un maestro sin cuya
vida y obra, asevera Leal, las suyas habrían sido imposibles.
Ya habrá advertido el lector que aludimos al historiador Emilio Roig
de Leuchsenring. El autor de La Habana. Apuntes históricos y Cuba no
debe su independencia a los Estados Unidos, entre otros muchos títulos
medulares, nació en esta ciudad el 23 de agosto de 1889, por lo que
ahora estaría cumpliendo 127 años. También en agosto, el día 8, se
cumplieron 52 años de su fallecimiento; murió en 1964. En un mes de
agosto, además, se inició en la letra impresa. En efecto, el 4 de
agosto de 1912, aparecía en la revista habanera El Fígaro su artículo
¿Se puede vivir en La Habana sin un centavo?, con el que obtuvo el
primer premio en el concurso humorístico convocado por esa
publicación.

El curioso parlanchín
Lo dicho no llena todas las aristas de este habanero definitivo. Tuvo
Roig una trayectoria periodística destacada. Colaboró en la revista
Carteles (1923-1954), donde escribió sobre tópicos disímiles; en
Gráfico, que dirigía Conrado Massaguer, atendió la sección de
costumbres bajo los títulos de Rasgos y rasguños y Personajes y
personajillos. Llevó adelante un importante trabajo en la revista
Social entre 1926 y 1938. Cronistas como José de Armas y Cárdenas,
José Victoriano Betancourt y el Conde Kostia parecen haberlo influido.
Él, por su parte, se valió de diversos seudónimos a la hora de
acometer su quehacer periodístico: Hermann, Unoquelovio, Unoquelosabe,
El Curioso Parlanchín…
De su labor como escritor de costumbres, solo logró ver publicado un
libro que compiló doce de esas piezas. Apareció en San José de Costa
Rica con el título de una de ellas, de El caballero que ha perdido a
su señora (1922). Una recopilación más completa de su costumbrismo
—más de 40 piezas— apareció con el sello de Ediciones La Memoria, del
Centro Pablo de la Torriente Brau, en 2004. Páginas en las que Roig es
capaz de pintar al detalle y con un fino humor diversos tipos de
personajes que pululaban en la sociedad cubana: el conocido joven, los
novios de sillones y de ventanas, los mataperros, los
rascabucheadores, los consagrados, el marido carcelario… descritos,
decía el maestro Chacón y Calvo, «con una mesura perfecta, con una
amable sonrisa». Precisa la crítica: personajes populares que el autor
supo descubrir y fotografiar a través de la palabra en un ejercicio de
observación y comunicación que dota de vida en sus páginas.
Porque Roig, aparte de haber sido un lector insaciable, creyó, expresa
Eusebio Leal, en la virtud de la memoria popular y de lo uno y de lo
otro dejó constancia en sus artículos de costumbres. Gran conversador,
escuchaba con paciencia y gozo a todos aquellos que se le acercaban y
que con sus recuerdos y anécdotas forjaban un imaginario fascinante.
Encomiable fue asimismo su labor como editor. Entre otros libros y
cuadernos a los que se aludirá más adelante, se debe a Emilio Roig de
Leuchsenring la publicación, en 1932, de la primera edición cubana de
La edad de oro, de José Martí, con una introducción de su autoría.

Cesanteado y repuesto
Como Comisionado de la Intermunicipalidad de la ciudad, trabajaba el
entonces joven historiador en el Ayuntamiento de La Habana desde 1927,
cuando el alcalde Miguel Mariano Gómez, que llegaría a ocupar la
presidencia de la República, le confió el examen y estudio de las
actas capitulares. Al año siguiente apareció su libro La Habana de
ayer, de hoy y de mañana, álbum que se obsequió a los políticos y
diplomáticos que participaron en la Conferencia Panamericana que tuvo
lugar en Cuba en esa fecha, y a los delegados del II Congreso
Internacional de Emigración e Inmigración. Por sus campañas
periodísticas contra la dictadura machadista lo cesantearon en 1931.
Ya para entonces Roig había conseguido que se mecanografiaran los
siete primeros tomos que contenían las actas capitulares y había
publicado en libro los correspondientes a la dominación inglesa en La
Habana. Lo repusieron en 1933, a la caída de Machado.
En 1935 es ya el Historiador de La Habana por disposición del alcalde
Antonio Beruff Mendieta. Aun así se veía obligado a trabajar en un
exiguo espacio del archivo general del Ayuntamiento que radicaba en el
Palacio de los Capitanes Generales hasta que Beruff, entusiasmado con
el trabajo de Roig, dispone que se le adapte un local en la planta
baja del edificio. Es allí en 1938, y también por disposición
alcaldicia, que surge la Oficina del Historiador de La Habana con sus
secciones iniciales de Publicaciones, Archivo Histórico Municipal y
Biblioteca Histórica Cubana y Americana. Roig pudo disponer de todos
los tomos de las actas capitulares que, por orden del alcalde,
quedaron entonces a su cargo. En 1942 se crea el Museo de la Ciudad.
Ambas entidades pasarían con el tiempo al Palacio de Lombillo, en la
Plaza de la Catedral.
Además de la Oficina del Historiador, Roig creó la Sociedad Cubana de
Estudios Históricos e Internacionales, la Comisión de Monumentos,
Edificios y Lugares Históricos y Artísticos Habaneros y la Junta
Nacional de Arqueología, entre otras instituciones. Integró la
Sociedad de Estudios Afrocubanos, que presidía Fernando Ortiz.
Fue el editor de los Cuadernos de Historia. El alcalde Beruff Mendieta
aceptó, en 1935, que el Municipio asumiese la impresión de obras sobre
temas históricos que se repartirían de manera gratuita. Esa colección
editorial, dirigida por Roig, alcanzó los 75 volúmenes, de entre 80 y
200 páginas y tiradas de mil ejemplares. Dejaron de publicarse en
1962. Concibió además en esta fecha, en cuatro volúmenes, La
literatura costumbrista cubana de los siglos XVIII y XIX. Los ya
aludidos Apuntes históricos vieron la luz en 1963. Y en 1965, ya
muerto el autor, apareció otro título suyo, Médicos y medicina en
Cuba. Historia, biografía, costumbrismo.

El conservador
Tan importante como su obra escrita, son las muchas batallas que Roig
de Leuchsenring libró a favor de La Habana y el cuidado y la
conservación de su patrimonio colonial. Ganó algunas de ellas. Logró
salvar de la demolición total el edificio que fue de la Iglesia de
Paula, Monumento Nacional desde 1944 y que dos años más tarde fue
expropiado a los Ferrocarriles Unidos, a fin de proceder a su
restauración.
En 1926, la fábrica de tabacos La Corona se instaló en el Palacio de
Aldama. Fue un escándalo. Protestaron las instituciones cívicas y
culturales. Además de cometer ese atentado monstruoso, los
propietarios de la firma no se detuvieron ante nada y añadieron al
edificio un piso más, el tercero, que aún existe, y que si bien fue
construido en el mismo estilo del resto del Palacio, no ostenta las
mismas proporciones majestuosas de los dos pisos originales ni el
hermoso remate que antes lucía.
Veinte años después, en 1946, esa misma empresa o la que la sustituyó
en la propiedad del edificio, pretendió demolerlo aduciendo razones de
«conveniencia práctica». Afortunadamente, todas las instituciones
cívicas y culturales se agruparon en torno a Roig en la defensa del
Palacio y se logró que el Doctor Grau San Martín, presidente de la
República, como hizo antes con la Iglesia de Paula, lo declarara
Monumento Nacional, lo que impidió el estropicio.
También las presiones de Roig impidieron, en 1940, que el edificio
social del Colegio de Abogados se construyera en terrenos anexos al
castillo de La Fuerza, lo que hubiera destruido la interesante
perspectiva que ofrece la antigua fortaleza.
No tuvo suerte el historiador, sin embargo, con el convento de San
Juan de Letrán, donde funcionó la Universidad de San Gerónimo, fundada
por los padres dominicos en 1728. Vendido ya a particulares, la
demolición comenzó en 1917. En 1941 se levantó, por Mercaderes, un
inmueble que armonizaba con el Palacio de los Capitanes Generales cuya
fachada trasera se alza enfrente. Pero esa construcción y lo que
quedaba de la iglesia y el convento fueron totalmente arrasados en los
años 50, como para que no quedara vestigio alguno de la vieja casa de
estudio. Protestó Roig; protestó el jefe de Urbanismo municipal.
Protestaron instituciones cívicas y culturales y representantes de las
clases vivas. Nada ni nadie pudo impedirla. La propiedad del terreno
había pasado al Banco Nacional, que pensaba levantar allí un edificio,
pero la entidad lo arrendó por 30 años a una llamada Asociación de
Inversionistas y Propietarios de La Habana Vieja, que decidió
construir allí un edificio de oficinas, donde radicaría la Cámara de
Comercio, Industria y Navegación y, en su azotea, una Terminal de
Helicópteros. El Gobierno Revolucionario ubicó allí el Ministerio de
Hacienda y, después, el Ministerio de Educación. Fue rescatado por la
Oficina del Historiador.

Las cartas
El sábado 23 de agosto de 1969, el mismo día en que Roig hubiese
cumplido 80 años de edad, su viuda María Benítez —26 años más joven
que el marido— puso en manos de Eusebio Leal el epistolario del
desaparecido historiador. Catorce mil cartas. Nueve mil de ellas
fueron remitidas a Roig. Las cinco mil restantes son de su autoría.
Una selección de ellas apareció hasta ahora en dos volúmenes de gran
formato que ponen de relieve no solo al intelectual que fue, sino al
hombre, sencillo y humilde, capaz de responder a cuantos le
escribieron.












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Ciro Bianchi Ross
cbianchi@enet.cu
http://wwwcirobianchi.blogia.com/

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