¿El puente de los espías o el fin de una operación de la CIA?
Por: Fabián Escalante
Las historias reales de uno y de otro son bien distintas. El soviético era un hombre de mediana edad, que dominaba 10 idiomas, aficionado a las matemáticas y pintor de brocha fina, culto y experimentado en los avatares de la Inteligencia. El joven piloto norteamericano de aviones espías U-2, quien aparece en la versión cinematográfica como si realizara su primera operación, fue abatido sobre territorio soviético el 1ero de mayo de 1960, precisamente el día en que debían reunirse en Viena, Austria, el Presidente Eisenhower y el Premier Jrushchov para negociaciones relativas a la distensión y eventual desarme de los bloques que encabezaban ambos países.
El personaje principal de la película que interpreta Hank es el abogado James Donovan, quien había sido compañero de Allen Dulles, entonces jefe de la CIA, en los años de la Segunda Guerra Mundial en las Oficinas de Servicios Estratégicos OSS, la primera formación de inteligencia norteamericana. Luego formó parte del equipo de su país en el juicio de Nuremberg, donde los entonces aliados juzgaron a los dirigentes del nazismo y más tarde, sin perder sus vínculos con la naciente CIA, se dedicó al ejercicio de la abogacía. Años después fue el abogado designado por los Kennedy para negociar el intercambio de los mercenarios de Girón por alimentos para niños e implementos agrícolas que ya el bloqueo -que aún sufrimos- hacía inaccesibles para nuestro pueblo. En 1963 la CIA por su intermedio trató de hacer llegar un traje de buzo envenenado para obsequiarlo a Fidel Castro, a lo cual Donovan se negó, y unos meses más tarde sirvió de introductor a la periodista Lisa Howard para realizar una entrevista al líder cubano, en la cual hurgaría en las alternativas para la normalización de las relaciones entre ambos países.
Sin embargo, el objetivo de este artículo no es lo explicado, ni incluso las omisiones o tergiversaciones del film, sino las causas por las cuales fue capturado el piloto Powers, precisamente el día en que los líderes norteamericanos y soviéticos intentaban negociar buscando una eventual distensión de la Guerra Fría.
En diciembre de 1959 el ex marine Lee Harvey Oswald, quien más tarde fuera sindicado como el asesino solitario del Presidente John F. Kennedy, había desertado de manera rocambolesca en la URSS. Allí, tras una aparatosa renuncia a su ciudadanía en la embajada americana y un intento de suicidio en el hotel donde se alojaba, Oswald obtuvo su permiso de residencia en la ciudad de Minsk, Bielorrusia, donde habitó por casi tres años, se casó con una joven ciudadana soviética y tuvieron una niña.
Quién era Oswald, y por qué desertó, es una pregunta hasta ahora no respondida. Había ingresado al cuerpo de Marines en 1958 para cumplir el servicio militar y según su hoja de servicios estudió ruso en la escuela de diomas de Monterrey, California. Más tarde fue trasladado a la base aeronaval de Atsugi, Japón, especializándose en la operación de los radares que dirigían los vuelos de los aviones U-2 por territorios soviéticos y chinos a los efectos de fotografiar emplazamientos de armas y campamentos militares. Esta base estaba a cargo de la CIA. Su actividad lo familiarizaba con los parámetros de vuelo de dichas aeronaves y le permitía perfeccionar el idioma ruso. Según algunos investigadores norteamericanos, durante su estancia en Japón, Oswald estuvo relacionado con el intento de reclutamiento por la CIA del agregado militar de la embajada soviética en Tokio, en compañía de otro agente.
Luego de cumplir el periodo de trabajo asignado en Japón, Oswald regresó a Estados Unidos, para ser destacado en la Base de El Toro en California, a donde una noche lo fue a visitar el conocido agente CIA Gerry Patrick Hemmings, quien en ese año, 1959, había estado en Cuba espiando a la naciente Fuerza Aérea Revolucionaria, y junto con su colega Frank Sturgis estuvo involucrado en un fracasado atentado a Fidel Castro.
Lo cierto es, según las investigaciones oficiales norteamericanas, que al mes siguiente de la visita recibida, Lee Harvey Oswald solicitó el licenciamiento aduciendo problemas de salud de su madre, residente en Nueva Orleans, el cual obtuvo, y luego de un paso fugaz por aquella ciudad, marchó en barco a Inglaterra, desde donde en avión se dirigió a Finlandia, trasladándose al día siguiente por tren a territorio soviético. Todo en tiempo récord, algo poco común para un turista. Los soviéticos lo interrogaron y conocieron sus antecedentes, según lo reconocieron cuando después del crimen contra JFK los norteamericanos les solicitaron información.
Oswald era portador de una información vital para la defensa estratégica de las fuerzas armadas soviéticas, y ella consistía en los parámetros de vuelos de los aviones U-2 hasta entonces imbatibles por la cohetería antiaérea. Nunca se aclararon los términos por los cuales le fue concedido el asilo que, por supuesto, no estaban relacionados por sus dichos de marxista leninista convencido. Lo usual en los casos donde no mediaba ningún antecedente o persecución política era que lo devolvieran por la misma frontera que había penetrado, sin embargo sucedió todo lo contrario. En muy corto tiempo, unos 30 días, obtuvo el permiso de residencia en la capital bielorrusa y un trabajo en una fábrica de componentes electrónicos. Probablemente Oswald entregó información sensible a los soviéticos para garantizar su categoría de asilado.
Otro elemento a tener en cuenta en el análisis de este caso se desprende del hecho que desde diciembre de 1959 hasta el 1ero de mayo de 1960 los U-2 norteamericanos no volaron por territorio de la URSS y es precisamente ese día, en un momento crucial en que se reunían Eisenhower y Jruschov en la búsqueda de una vía para aliviar los rigores de la Guerra Fría, que el avión de Powers es derribado por la cohetería soviética. ¿Por qué un vuelo en esa fecha? ¿Fue una provocación? ¿Acaso tenían la intención de que los soviéticos lo tumbaran –conociendo ya información valiosa sobre sus parámetros de vuelo– con la vana intención de contar con alguna superioridad en las negociaciones que se iniciaban?
Lo que sí quedó claro fue que, pocos meses después del derribo del avión, Oswald regresó al consulado de Estados Unidos en Moscú, en el cual antes había roto su pasaporte norteamericano, y solicitó la repatriación, la cual fue aprobada incluyendo esposa e hija, y sus gastos fueron pagados por el gobierno norteamericano.
Luego su historia continuará en Estados Unidos, vinculado al FBI, la CIA y organizaciones antisoviéticas, su ubicación en Dallas, y finalmente conectado a los contrarrevolucionarios cubanos con los cuales se va a unir en sus pretensiones –pocas semanas antes del magnicidio de Kennedy—de viajar a Cuba de manera tal que sus relaciones con nuestro país quedaran legalizadas, actividades todas documentadas en las investigaciones oficiales norteamericanas.
Como ya sabemos Oswald fue asesinado el 24 de noviembre de 1963 por Jack Ruby, un conocido gánster tejano, y con ello se le puso punto final, al menos oficiosamente, a la investigación del asesinato del presidente John F. Kennedy. ¿Cuantos secretos conocía Oswald que lo hacían tan peligroso? ¿Acaso fue un patsy, como él mismo se denominara al ser interrogado por la policía durante las primeras horas posteriores al crimen? ¿Cuántos años más habrá que esperar para que el gobierno de Estados Unidos desclasifique todos los documentos de la investigación por ellos realizada del magnicidio?
Entonces, en aquel puente de Berlín que unía los dos sectores –soviético y norteamericano—¿qué fue lo que se intercambió? ¿Un piloto por un coronel que no había delatado a nadie, ni reconocido los cargos que se le imputaban y estaba condenado a 37 años de cárcel? Parece poco probable. Quizás lo que originó aquel intercambio fue la necesidad de recuperar un testigo potencialmente explosivo, que podía conocer informaciones importantes sobre el espía Lee Harvey Oswald un año antes del magnicidio.
Finalmente, el coronel Vilyam Guénrijovich Fischer, alias Rudolf Abel, fue condecorado con la orden Bandera Roja en su patria y falleció entre los suyos en 1971. Fue, sin dudas, uno de los héroes de la Guerra Fría, que posibilitó con su trabajo silencioso y modesto dotar a la URSS de materiales inestimables sobre la defensa y capacidad ofensiva de los Estados Unidos de aquellas fechas.
(Tomado de La pupila insomne)
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