ELIGIO DAMAS
Nota: Este texto es parte del libro “Crónica de un paro.
Venezuela e n una encrucijada”, escrito por quien
suscribe, durante los aciagos días del paro patronal de
abril del 2002 que intentó que sacar de Miraflores al
presidente Chávez. Lo ponemos en este espacio por
creer que hay mucha pertinencia en el texto, razones
pedagògicas y un poco por llamar la atención sobre un
libro que se consigue en Amazon.
Por supuesto, en este asunto, por necesidad de entendernos sin mayores dificultades, hemos optado por “aceptar” como “valedera” la connotación que muchos sectores le dan a la palabra “comunismo”; aquella que se utiliza para identificar lo que otros llamaron “el socialismo real” o los regímenes que existieron en la Euroasia y Europa del Este, casi hasta el final del siglo XX. Con lo que dejamos claro que, “comunismo” tiene para nosotros otro significado y no ha existido jamás bajo la tierra, salvo las experiencias idílicas de las primeras comunidades humanas.
Un sector de la oposición al gobierno, ha planteado con insistencia, quizás con demasía, que al país le acecha el comunismo. Como no estamos en los tiempos de la guerra fría, del muro de Berlín y la URSS, se mira hacia Cuba y se asegura que el presidente de Venezuela intenta importar el modelo de esa isla.
Si algo desea Fidel Castro, sin tener que hacer concesiones a la moral y sus principios más internalizados, creen muchos con convicción, es salir de la situación en que se encuentra atrapado que impide el desarrollo y crecimiento de la sociedad cubana. Grandes esfuerzos ha hecho para atraer capitales de Europa, hoy ubicados en el sector turístico y se ha visto obligado a flexibilizar el modelo nacido en los años sesenta. Hoy comprenden en Cuba, por la terquedad de la historia, que sin capitales ni facilidades de acceso a las nuevas tecnologías y al mercado mundial, es imposible producir la felicidad y la satisfacción que los pueblos demandan. No hay dudas que en Cuba, desde el seno mismo del gobierno, hay aspiraciones de cambio y deseos de insertarse en la economía mundial como lo viene haciendo con éxito China. Y se percibe así, porque los pueblos no tienen vocación de suicidas o masoquistas.
Y en el caso venezolano, ¿es posible pensar siquiera un instante que el colectivo venezolano estaría dispuesto a adoptar sin motivos ni justificación alguna, la situación que ahora existe en Cuba?
La respuesta parece obvia. Pero hay más. Si se estudia la praxis gubernamental, no las expresiones del presidente que en fin de cuenta no pasan de ser manifestaciones emocionales, nadie serio y que se respete así mismo, podría afirmar que en ella existen atisbos de comunismo. Algunas cosas tomadas de las leyes aprobadas por la Ley Habilitante, como en la Ley de Tierras o de Pesca, para exhibirlas como manifestaciones extremistas o muestras de comunismo, parecen conservadoras y hasta tímidas, si se les compara con disposiciones del ramo que rigen en Estados Unidos. Hay quienes afirman, entre adversarios y afines al presidente, que la ley anterior que regía la materia era más avanzada que esta Ley de Tierras.
No obstante, el asunto de la importación del castro –comunismo, es argumento que se maneja con insistencia y parece haber prendido en sectores de la clase media, donde con razón se reacciona con indignación y hasta temor ante tal amenaza.
Las reiteradas y manifiestas muestras de afecto del presidente Chávez por Fidel Castro y la experiencia cubana, sirvieron para que un sector de la sociedad, sobre todo aquel que maneja los medios, reviviese los rencores de los tiempos de la Guerra Fría. En América Latina y particularmente en Venezuela, estábamos aprendiendo a convivir con Cuba y admitir que los cubanos eran responsables de su proceso y los llamados a decidir sobre su futuro. Hasta hace poco la sociedad venezolana, casi abrumadoramente, reconocía y celebraba los éxitos cubanos. Había admiración difundida en casi todo el cuerpo social por un país que, en medio de grandes dificultades y carencias, se medía de igual a igual con las grandes potencias en el mundo del deporte. Muestra de un esfuerzo gigantesco y una disciplina dignos de imitar. No se ponía en dudas los avances en materia de salud y medicina, reconocidos por los organismos internacionales y los logros en materia de educación que hicieron de Cuba una especie de Meca para los educadores de Venezuela y América Latina, quienes hasta con sacrificio allí acudían en gran número a observar, estudiar, debatir y absorber nuevas metodologías de aprendizaje.
En la carta que el profesor Alexis Márquez Rodríguez, dirige a su “amigo” cubano Roberto Fernández Retamar, sostiene que “como reacción a la forma como Chávez ha manejado las relaciones bilaterales con Cuba”, el tradicional sentimiento anticomunista del pueblo venezolano, se ha puesto en evidencia “incluso de manera violenta”.
Sorprende a uno, como un humanista de la talla del antiguo director de Escuela de Periodismo de la UCV, individuo de número de la Academia de la Lengua y comunista, según su confesión, percibe el problema de manera tan parcializada.
Es verdad, como ya dijimos que Chávez ha incurrido e incurre en el error, de meter a Cuba y a Fidel en cualquier asunto y con excusas baladíes. Pero también es verdad, que como era de esperarse, sus opositores, entre los cuales cuentan los grandes medios de comunicación, entre ellos “El Nacional”, han tomado de modo persistente esas “infantiles” excusas para crear una matriz de opinión adversa a Chávez y la propia Cuba. Por eso, la versión de Alexis Márquez, luce interesada y para decirlo con un término puesto de moda, sesgada.
Tampoco es verdad aquello que el pueblo de Venezuela haya puesto de manifiesto su repudio a Cuba, “incluso con la violencia”.
Toda opinión ajustada, nada prejuiciada, debe entender que esa reacción se ha dado en un sector de venezolanos, no entre todos los venezolanos. Y se ha dado en aquel sector que Alexis Márquez califica “tradicionalmente anticomunista”. El pueblo venezolano, de manera aplastante, generalmente ha votado contra los comunistas, sin olvidar que en las elecciones de 1958, el PCV, fue la primera fuerza electoral en el Distrito Federal, pero decir que ha sido “tradicionalmente anticomunista”, luce como una exageración, un extremismo, que no resiste un análisis crítico e histórico. Tanto es pueblo aquel universo que respalda al presidente, como lo es el que lo adversa. No importa que una viva en el este y el otro en el oeste de la capital caraqueña, para tomar a esa ciudad como una referencia.
Europa, por lo menos en materia de negocios y turismo, ha procedido sin prejuicios desde hace años y hasta parte de sus capitales acuden a la isla a participar en áreas que el régimen les abre espacio
En los Estados Unidos, después de la disolución de la Unión Soviética, la caída del muro de Berlín y la debacle del mundo comunista, comenzó a verse a Cuba con otra óptica. Ya para el Departamento de Estado, hoy inmerso en una conflictividad de otra naturaleza en el Medio Oriente, Cuba no es la cabeza de puente de un mundo comunista no existente y tal es así, que las relaciones necesarias entre ambos países hoy tienen otro carácter.
Según informaciones procedentes del país norteño, Otto Reich, norteamericano nacido en Cuba, no contó con el respaldo necesario en el Senado para que el presidente Bush le designase a un cargo para manejar en primera línea los asuntos de ese país con América Latina. Y según la prensa americana, porque se piensa que no se condujo adecuadamente y con equilibrio propio de un diplomático, en los asuntos que tuvieron que ver con Cuba y Nicaragua.
Capitalistas norteamericanos, en número importante, hoy manifiestan interés en que se revise la política frente a la patria de José Martí y se abra posibilidades de intercambio e inversión. No es un secreto para nadie que la marcada influencia del voto de origen cubano en Miami y la radical oposición que allí persiste frente al gobierno cubano, son motivos que han privado en la conducta cautelosa que en este asunto aún mantiene la Casa Blanca.
Como una muestra importante de lo que estamos sustentando, acudimos a una cita de Domingo Alberto Rangel, quien en la revista “Quinto Día”, del viernes 24 de enero de este año, dice: “intereses y sectores norteamericanos muy influyentes promovieron hace meses una feria agrícola de Estados Unidos en La Habana. A ella concurrió el señor Ventura, gobernador de Minnesota, quien cuando Bush lo censuró por tal conducta, le dio una respuesta elocuente: Voy a donde haya un mercado para nuestros granjeros y Cuba es, señor Presidente, el mejor mercado del Caribe para nuestros productores de trigo” (“Quinto Día”, 24-01-2003. Pág. 4).
De manera que las acusaciones de comunismo o importación del modelo cubano a Venezuela, asunto que no plantea el sector más lúcido y coherente de la oposición, no es más que una consigna para sumar adeptos.
Por último, los mismos que hacen circular la especie según la cual existe un proyecto para instaurar el comunismo en Venezuela, aceptaron con la debida naturalidad, como lo hicimos todos, que el presidente CAP, sobre todo en su primer gobierno, aquel “de la gran Venezuela” y las nacionalizaciones, se ufanase de su amistad con el presidente cubano. Y los encuentros frecuentes, tenidos como furtivos, dentro de la mayor discreción, a los que se le atribuía fines además de políticos, personales o amistosos, no produjeron ninguna reacción ni denuncias de existencia de planes inconfesables. Se les vio como actos muy propio de la especie humana, dignos de respeto y tolerancia.
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