ELIGIO DAMAS
El triunfalismo y estar acostumbrado al triunfo, en veces desarman y crean falsas expectativas. Uno se sobreestima, cree ungido por los dioses y como destinado a salir siempre triunfante hagamos lo que hagamos. La herencia recibida de nuestros antepasados, suele escaparse como agua entre las manos si no somos capaces de reproducirla y hasta aumentarla. El chavismo o el gobierno, para decirlo al gusto de todos los lectores, sufrió una inesperada, digo yo, derrota el 6D; tanto que pareciera que todavía no hay claridad necesaria en la dirigencia gubernamental y del partido, que pese los pareceres de cada quien son la misma gente, para abordar el debate interno, revisión y parto de medidas en todos los ámbitos. Porque no se entiende todavía o no se quiere, cuáles son las causas primordiales de lo acontecido. Por eso, las primeras acciones y opiniones parecieran imprecisas, autistas, como lo de casi poner en duda al CNE, al que antes hemos defendido “con rodilla en tierra”, para decirlo con frase repetida. Como también culpar a los descontentos que se abstuvieron o expresamente votaron nulo, como dijo alguien y hasta a las patrañas atribuidas durante el acto electoral a la oposición. Es decir, en sectores oficiales y partidistas, que son los mismos, como con la guerra económica, se acusa al enemigo de nuestra derrota. Es decir, la culpa o causas fundamentales están solamente afuera, en los otros y no también “en nosotros” y nuestros desaciertos.
Lo cierto es que sean 112 o 114 los diputados que la MUD lleve a la AN, lo importante es que allí el chavismo es minoría. Eso significa, en primer término, que debe asimilar eso y como dijo Vladimir Acosta recientemente, este sector debe olvidar que antes fue mayoría, hizo lo que creyó necesario hacer y ahora está obligado ir a allí “a hacer política”.
Lo primero por hacer es sacarse de la cabeza la refocilada idea que la oposición es un bloque de granito. No lo es la sociedad venezolana toda y menos ese sector. Como es evidente que tampoco lo es el chavismo. Ni siquiera un grupo de dos o tres personas. Hasta dentro de un individuo hay contradicciones de distinta naturaleza, porque así es la vida y lo percibe sin duda el pensamiento dialéctico. Me atrevo a asegurar que mi talentoso amigo Vladimir Acosta pensó esto mismo cuando hizo aquella recomendación. Pensar en la MUD como bloque capitalista neoliberal granítico, sólido parece dudoso, por no decir otra cosa. Además, el votante, aquel que siempre lo ha hecho contra el chavismo, quienes descontentos votaron contra los factores económicos que le perturban la vida, al margen de quien sea el responsable de eso, pero atribuyeron al gobierno, o se abstuvieron por la misma causa, no están dispuestos a dejarse arrebatar las conquistas de los últimos 18 años.
Todo eso significa que hay que hacer política, tomando en cuenta todas las circunstancias, para evitar que por torpezas, sectarismo, incompetencia para abordar la realidad, hagamos todo para que lo que por esencia está lleno de contradicciones se unifique. Pienso que es un disparate asumir que la oposición toda refleja los deseos de Fedecámaras, para sólo tocar un asunto, en lo relacionado con la Ley del Trabajo. No dudo que lleven un proyecto de reforma y hasta de derogación de la vigente, pero sí que tengan consenso para sustituirla o promulgar otra que arranque las conquistas de los trabajadores establecidas en la ahora vigente. Aquí hay un punto de partida para poner en práctica eso que el profesor Acosta calificó como “hacer política”. Eso significa, para decirlo en lenguaje estereotipado pero del gusto de mucha gente, trabajar para agudizar las contradicciones internas del adversario.
Por supuesto, ahora más que nunca, se requiere que la representación parlamentaria sea talentosa, hábil, políticamente clara y rompa con aquel estereotipo, tan de gusto de las derechas e izquierdas, que lo pertinente o demostrativo de la consecuencia con los principios, la justicia o la verdad, es gritar y ofender a todo aquel quien de uno discrepe, poco o mucho. No es pues el momento de gritones, animadores de mítines de voz ronca y estruendosa, presentadores de oficio hasta quedarse roncos diciendo pendejadas, repetidores de consignas o mandaderos, sino de políticos cultos, inteligentes y creativos.
Hay que prepararse para ignorar la ortodoxia, a quienes no son capaces de percibir la realidad y menos medir con exactitud la correlación de fuerzas, respetarla dentro del modelo que nosotros mismos hemos privilegiado, el poder popular, que pudiera ser, si somos hábiles, discretos y tolerantes, una circunstancia mudable, para haciendo política, en breve, provocar una variante que nos devuelva el respaldo popular mayoritario. Hay que tener entereza para ignorar a los delirantes, partidarios de acciones derivadas de viejas lecturas de la literatura revolucionaria que nada tienen que ver con la realidad, soñadores, y abordar los hechos, las circunstancias con realismo y hacer política.
¿Por qué hemos mencionado en el título al Mariscal Sucre?
Cuando en 1813 el Mariscal o mejor el general de 25 años Antonio José de Sucre, redactó y logró que la representación del general español Pablo Morillo firmase aquel “Tratado de Regularización de la Guerra”, considerado hoy, desde tiempo atrás como base importante del “Derecho internacional Humanitario” vigente entre todas las naciones, nacido en Ginebra muchos años después, fue víctima de duras críticas, como la de débil, condescendiente con el enemigo y hasta vacilante. Los hechos posteriores demostraron que tuvo razón y fueron enormes su capacidad diplomática y para hacer política como la de sus dotes como guerrero.
El 12 de septiembre de 1821, en Huachi, por los alrededores de Guayaquil, Sucre recibe la primera y única derrota en las batallas que dirigió. Su ejército fue destrozado por el enemigo, por causas no precisamente atribuibles a él, por lo que se vio obligado “a hacer política” para reponerse y salir triunfante; en efecto, el 20 de noviembre de 1821, ante aquellas circunstancias, firma una tregua con el bando opositor que le permite rápidamente, dadas sus extraordinarias cualidades de organizador, reponer sus fuerzas y volver con energía y talento para entrar definitivamente en la historia con todo su peso y grandeza.
Hacer política es una expresión, usada hace pocos días por Vladimir Acosta al referirse a la futura actuación del chavismo dentro de la AN, espacio donde ahora el cuadro es sustancialmente diferente. Pero eso no queda allí, es la hora que dentro del Psuv y sus relaciones con el gobierno se haga política y se olvide la práctica burguesa de valerse de la fuerza derivada de distintos factores para imponer procederes, silenciar y anular las discrepancias.
--
Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 1/03/2016 09:58:00 a. m.
No hay comentarios:
Publicar un comentario