OSINT: La cara oculta de la administración Obama
Por Thierry Meyssan – Cortesía de Red Voltaire
¿Cómo instaurar una dictadura con guantes de terciopelo? El presidente Obama conversa con su amigo, el «paternalista liberal» (sic) Cass Sunstein, y con la esposa de este, la «idealista maquiavélica» (también sic) Samantha Power.
Nombrada en 2013 representante permanente de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU, la embajadora Samantha Power es la líder de los «halcones liberales», especie de alter ego de los «neoconservadores» en la promoción del intervencionismo del «Imperio americano». Durante su audición de confirmación ante el Senado, Power proclamó: «Este país es el país más grande de la Tierra. ¡Nunca pediré excusas por América!» [1].
La juventud de Samantha Power
Nacida en el Reino Unido en 1970 y educada en Irlanda, Samantha Power emigra a Estados Unidos a los 9 años, cuando su madre abandona a su padre pianista para volver a casarse con un médico, más adinerado. Después de cursar brillantes estudios de Derecho en Yale, Power trabaja como periodista de deportes en la CNN, televisión de información internacional cuya redacción albergaba miembros del 4º Grupo de Operaciones Sicológicas de Fort Bragg [2].
Samantha Power llega a la Carnegie Endowment for International Peace como asistente de Morton Abramowitz, quien también administraba por entonces la National Endowment for Democracy, la cara legal de la CIA.
Durante la guerra en Bosnia-Herzegovina, Power trabaja como reportera para el Boston Globe, The Economist,New Republic y U.S. News and World Report. Conoce entonces a Richard Holbrooke, quien se convierte en su mentor. Hoolbroke fue el organizador de la independencia de Bosnia-Herzegovina, bajo la presidencia de Alija Izetbegovic, al término de una guerra organizada por Estados Unidos para desmembrar Yugoslavia. Samantha Power no podía ignorar que Izetbegovic se había rodeado de 3 consejeros: el neoconservador estadounidense Richard Perle para los temas diplomáticos, el cabildero francés Bernard-Henri Levy para la propaganda y, para ocuparse de las cuestiones militares, el islamista saudita Osama ben Laden [3].
La prensa no es suficiente para Samantha Power así que retoma sus estudios en Harvard, en la Escuela Kennedy de Gobierno, donde crea, en 1998, el Centro Carr para la Política de los Derechos Humanos. Samantha Power entiende los «Derechos Humanos» en el sentido anglosajón de ese término: proteger a los humanos de los posibles abusos del poder estatal. Como hiperpotencia, el Imperio debe tener una política de Derechos Humanos y formar para ello a sus altos funcionarios.
Esta concepción se opone culturalmente a la de los países latinos, donde se habla, por el contrario, de los «Derechos del Hombre y del Ciudadano». Para estos países la cuestión no es limitar los poderes del Estado sino cuestionar su legitimidad. Por consiguiente, no puede existir en ellos una «política de Derechos Humanos» porque los Derechos Humanos son la irrupción del Pueblo en la política.
El Centro Carr es financiado por la fundación del ex empresario Gregory C. Carr y por la fundación del líbano-saudita Rafic Hariri.
En 2001, la profesora Power participa como consultante en la Comisión Internacional sobre Intervención y Soberanía de los Estados, creada por Canadá. Es el inicio de la noción de «responsabilidad de proteger» (R2P). Los expertos ponen sobre la mesa la idea de que para prevenir masacres como las de Srebrenica o Rwanda, el Consejo de Seguridad de la ONU tendría que poder intervenir cuando ya no hay Estado.
Al año siguiente, Samantha Power publica su obra maestra: A problem from Hell: America and the Age of Genocide[En español, “Un problema del infierno: América y la era del genocidio”]. Particularmente difícil de leer, este libro le valdrá la obtención del Premio Pulitzer. Aunque comienza por el genocidio armenio para terminar por el que supuestamente sufrieron los albaneses en Kosovo, el libro gira esencialmente alrededor de la cuestión del exterminio de los judíos de Europa a manos de la Alemania nazi y de la doctrina jurídica de Raphael Lemkins.
Lemkins era fiscal en Varsovia durante el periodo intermedio entre las dos Guerras Mundiales. Como experto de la Sociedad de Naciones denunció los crímenes de «barbarie» cometidos por el Imperio Otomano contra los cristianos –incluyendo a los armenios– (de 1894 a 1915) y posteriormente por Irak contra los asirios (en 1933). Durante la Segunda Guerra Mundial, Lemkins escapó a la persecución nazi contra los judíos exilándose en Estados Unidos, donde se convirtió en consejero del Departamento de Guerra. Toda su familia, que se había quedado en Europa, fue asesinada. Poco a poco, Lemkins forjó el término «genocidio» para designar una política tendiente a liquidar un grupo étnico en particular. Finalmente, se convirtió en consejero del fiscal estadounidense en el Tribunal de Nuremberg que condenó a varios dirigentes nazis por «genocidio».
Para Samantha Power, Raphael Lemkins abrió una vía en la que Estados Unidos tendría que haber perseverado. Sólo el senador William Proxmire –pariente de los Rockfeller– continuó su lucha hasta que el Senado ratificó, en 1986, la Convención para la Prevención y la Represión del Crimen de Genocidio. Como única potencial global, Estados Unidos tiene, en lo adelante, el deber de intervenir allí donde lo exijan los «Derechos Humanos».
Sin embargo, la profesora Power nunca se interroga sobre la responsabilidad de Estados Unidos en las masacres contemporáneas, ya sea sobre su responsabilidad directa –como en Corea, Vietnam y Cambodia (desde 1969 hasta 1975) y en Irak (desde 1991 hasta 2003)– o sobre su responsabilidad indirecta –como en Indonesia, Papuasia, Timor Oriental, Guatemala, Israel y Sudáfrica. La «responsabilidad de proteger» aporta la justificación teórica, a posteriori, de la «guerra humanitaria» en Kosovo. Algo que el profesor Edward Harriman resume de la siguiente manera: «Para ella [Samantha Power], Estados Unidos no es el problema sino la solución.»
La «responsabilidad de proteger» se ha convertido en un «deber moral» de intervenir en todo país que Washington acuse de practicar o de planificar un genocidio. Ya ni siquiera hay que esperar a que el Estado se desmorone para iniciar la intervención, basta con un pretexto.
También en 2002, Samantha Power da una entrevista a la serie de video de la universidad de BerkeleyConversations with History. Al responder a una pregunta sobre cómo debería reaccionar Estados Unidos si el conflicto israelo-palestino se agravara al extremo de hacer posible un genocidio, Power aconseja el envío de una importante fuerza militar para separar a los dos bandos. Pero se manipula su respuesta para acusarla de no ponerse del lado de Israel por antisemitismo. Así que Samantha Power se ve obligada a solicitar la ayuda de varias personalidades judías estadounidenses, como Abraham Foxman de la Anti-Defamation League, para que la saquen de esa situación y redorar su imagen.
Samantha Power se ve entonces en el gobierno. En 2003, participa brevemente en el equipo de campaña del general Wesley Clark, el ex Comandante Supremo de las fuerzas de la OTAN en Kosovo, quien compite por la investidura demócrata a la elección presidencial.
En 2005-2006, Power es invitada por un senador que acaba de salir de la nada: Barack Obama. Este joven es un protegido del ex consejero de Seguridad Nacional Zbigniew Brzeziński y de su financista David Rockefeller. Se informa a Samantha Power sobre el proyecto de convertir a este joven negro en el próximo presidente de los Estados Unidos de América y ella decide renunciar a sus funciones en Harvard y unirse al equipo de Obama para convertirse en su secretaria de Estado.
En 2006, Obama emprende como parlamentario un extraño viaje por África. En realidad se trata de una misión de la CIA para sentar las bases de un cambio de régimen en Kenya, su país de origen [4]. Samantha Power recibe la misión de preparar el viaje y principalmente la etapa de los campos de refugiados de Darfur.
También participa ampliamente en la redacción de The Audacity of Hope: Thoughts on Reclaiming the American Dream, libro con el que Barack Obama se da a conocer al público estadounidense y que le abrirá el camino hacia la Casa Blanca.
Ya convertida en todo un personaje de la intelectualidad imperialista, Samantha Power se apodera de la figura de Sergio Vieira de Mello. Este diplomático brasileño había sido Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos antes de morir asesinado en Irak, en 2003, cuando esperaba convertirse en secretario general de la ONU. Power le dedica una entusiasta biografía, titulada “Mantener la llama: Sergio Vieira de Mello y la lucha por salvar el mundo” (sic). También ejerce su influencia sobre otro oportunista, el francés Bernard Kouchner, quien reemplazó a de Mello como representante especial del secretario general de la ONU en Kosovo (1999-2001) y fue posteriormente designado por Washington como ministro de Relaciones Exteriores de Nicolas Sarkozy (2007-2010).
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