lunes, 30 de noviembre de 2015
LUCHO GATICA EN LA HABANA
Lucho Gatica en La Habana
Ciro Bianchi Ross
ciro@juventudrebelde.cu
Hace poco un amigo chileno me contaba de su conversación reciente con
Lucho Gatica. El afamado bolerista, con casi 90 años de edad y
radicado en Miami, evocaba con alegría y nostalgia sus días cubanos.
No podía ser de otro modo porque Lucho fue todo un ídolo en la Cuba de
la década de 1950. Baste decir que en el hit parade de 1958 —dado a
conocer el 21 de diciembre de ese año— tres piezas interpretadas por
él aparecen entre las catorce seleccionadas. Son: Picolissima
serenata, de Renato Carossone, Allá tú, de Álvaro Carrillo y Regresa a
mí, de Carmen Lombardo.
Lucho vino por primera vez a La Habana en 1954, contratado por Radio
Progreso, La onda de la alegría. Era poco menos que desconocido. El
éxito que cosechó aquí entonces le sirvió de pasaporte en la capital
mexicana, donde consolidó su fama.
Gaspar Pumarejo lo trae en 1957 para se presente en su Escuela de
Televisión que sale al aire en las noches, por el Canal 2-Tele Mundo.
Es el momento cumbre de Lucho Gatica en la Isla.
Dice Cristóbal Díaz Ayala: «Tenía Pumarejo un instinto innato para
contratar artistas. O traía figuras en el apogeo de la fama, como
Sarita Montiel o Liberace o buscaba figuras hasta entonces
prácticamente desconocidas y las convertía en ídolos, como hizo con
Lucho Gatica, Paco Michel y Luis Aguilé».
Pumarejo, que es el pionero de la TV en Cuba, tiene una
extraordinaria capacidad publicitaria y es capaz, dicen los que lo
conocieron de cerca, de perfeccionar una idea ajena y llevarla hasta
sus últimas consecuencias. Sus programas carecen del boato de los de
la CMQ, no son El cabaret Regalías, con Rolando Ochoa como animador,
ni Jueves de Partagás, con Enrique Santisteban; tampoco cuenta con el
capital ni la influencia de Goar Mestre, el magnate de Radiocentro,
pero es simpático, convence, y a la gente le gusta lo que hace, se
mete siempre al público en el bolsillo. Es un hombre capaz de hacer
un espectáculo con el pan con chorizo —el choripán— que reparte en el
estudio.
Un día Pumarejo tiene una de sus ideas geniales. Decide traer a La
Habana, con todos los gastos cubiertos, a treinta músicos del patio
que andan dispersos por el mundo a fin de que participen aquí en una
jornada que llevará el título de Cincuenta años de música cubana. En
el grupo vienen Machito, Vicentico Valdés, Antonio Machín, Zenaida
Manfugás, Chiquito Socarrás… Viene, entre otros, Antonio Picallo que
puede reencontrarse con su madre tras veintisiete años sin saber una
palabra acerca de ella.
Pumarejo decide agasajarlos con un acto monstruoso en el Gran Stadium
del Cerro, actual Estadio Latinoamericano, el 24 de febrero de 1957.
Allí está Lucho Gatica que es, en esos días, la estrella de los
programas televisivos del empresario.
Llegado su turno, Pumarejo pregunta a Lucho sobre el tiempo que lleva
sin ver a su madre y cuándo volverá a verla. Hasta enero, responde el
artista, que es cuando puede viajar a Chile. Pumarejo le tiene una
sorpresa. Dice que ha hecho una conexión en cadena y podrá ver a su
madre por televisión. En efecto, una señora, con el rostro muy serio,
aparece en una pantalla gigante y le habla a su hijo. Lucho se frota
los ojos; no da crédito a lo que está pasando, y Pumarejo, sin darle
tiempo a reaccionar, devela el truco: la señora está allí mismo, en
el estadio, porque Pumarejo, en secreto, la trajo desde Chile.
Llora Lucho Gatica. Llora la madre. Llora Pumarejo. Lloran las
treinta mil personas que colman el recinto. Lloran los televidentes.
Llora el escribidor que entonces era un niño. El hombre del choripán
es el héroe de la jornada.
SALTO A LA FAMA
Se confunden las fechas de las visitas y tal vez los protagonistas y
el orden en que se grabaron las canciones. Lucho vino varias veces y
en ocasiones pasó aquí largas temporadas. Parece que fue Olga Guillot
quien propició la primera visita de Lucho Gatica a La Habana. La
mujer que inspiró a René Touzet su muy célebre bolero La noche de
anoche, lo oyó cantar en Chile y se maravilló. Lucho, que daba sus
primeros pasos en el bolero, cantaba entonces tangos y cuecas y
otros aires folclóricos de su tierra. Cantó él para ella acompañándose
con su guitarra y ella, a capela, interpretó para él boleros de José
Antonio Méndez y César Portillo de la Luz. La Guillot pidió a su
representante Eugenio (Tito) Garrote que gestionase a Lucho un
viaje a Cuba que era, en la época, el sitio obligado de un artista
para saltar a la fama. «Él se entusiasmaría con el filin, y terminaría
grabando boleros como Delirio, La gloria eres tú, Contigo en la
distancia…» recordaba la Guillot años después. Y él, complacido,
rememoraba: «Olga decía que ella y yo éramos los reyes del bolero».
Se presenta en el Montmartre, el fastuoso cabaret de 23 y P, en el
Vedado, como parte de un elenco en que también figura Edith Piaf.
Hace luego una larga temporada en el Parisién, del Hotel Nacional,
donde lo acompaña al piano Frank Domínguez, de quien grabará su Tú me
acostumbraste. Graba además, con el respaldo del cuarteto de Aida, No
puedo ser feliz, de Adolfo Guzmán, y Por nuestra cobardía, de José
Antonio Méndez. Para estos dos números tiene al piano a Frank Emilio,
a quien años después evocará como «un músico tremendo, maravilloso».
Llevó al acetato piezas de no pocos compositores cubanos como Tania
Castellanos (En nosotros) José Antonio Méndez (La gloria eres tú y
Novia mía) Portillo de la Luz (Delirio) René Touzet (La noche de
anoche) Pedro Junco (Nosotros) Osvaldo Alburquerque (Triste condena)…
De Urbano Gómez Montiel graba Canta lo sentimental, que le llega
gracias a Bola de Nieve. La cantan en Cuba Portillo Scull, Gina León y
Elena Burke. Lucho la convierte en un éxito, aunque la versión del
cubano Roberto Ledesma fue la más difundida en toda América.
Interpreta asimismo Total. Su autor Ricardo García Perdomo la mantiene
inédita durante más de diez años y cuando la «suelta» es el acabose.
En diciembre de 1959, el mismo año en que sale al mercado, acumulaba
la insólita cifra de cuarenta versiones, entre ellas las de Bertha
Dupuy, Olga Guillot, Fernando Álvarez… Ñico Membiela vende quince mil
copias de su grabación de Total, y otro cubano, Celio González, en
México, cincuenta y tres mil copias en solo tres meses. La graba
también Lucho Gatica, que al cabo de los años reconocería que Contigo
en la distancia, de Portillo de la Luz fue su primer gran éxito
discográfico. Por cierto, al grabarla cambió la letra (no el sentido)
de uno de sus versos, lo que su autor, hombre ácido y arisco, no
demoró en echárselo en cara. No puedo ser feliz y Por nuestra
cobardía también marcaron éxitos en su carrera, según confesión
propia.
Éxitos suyos fueron también Reloj, La barca, Historia de un amor, La
puerta, Vanidad, Espérame en el cielo, Sinceridad, Encadenados… De
Agustín Lara interpretó Solamente una vez, Santa, Noches de Veracruz,
María Bonita. De Armando Manzanero, que fue su pianista acompañante,
Voy a apagar la luz. Resulta imposible para el escribidor dejar de
mencionar sus versiones de Bésame mucho, de la mexicana Consuelo
Velázquez, y No me platiques más, del también mexicano Vicente
Garrido. Lucho se la escuchó a Bola de Nieve y se enamoró de la pieza.
La cantó y la hizo suya para siempre. Diría: «Esa es la canción que me
identifica, es la canción mía. Todo el mundo que me ve en la calle, me
canta: No me platiques más»..
A Lucho Gatica se le presentó en Cuba como «la nueva voz del bolero».
Lo cierto es que La Habana, con sus grandes cabarets, canales de
televisión, empresas disqueras y publicitarias, sus luces y noches sin
fin, le cambió el ritmo a la vida del artista. Afirman especialistas
que Lucho no asumió el bolero de la manera tradicional ni a la
manera del filin. Lo suyo era puro romanticismo, una invitación
constante a intimar. En lugar de cantarlas, acariciaba las letras y
rozaba provocativamente sus labios con el micrófono. «Yo cantaba de
una manera sensual», diría más tarde. Precisa la crítica: «No hubo
quien no soñara y se enamorara con su voz profunda y armoniosa».
Algunos hablan hoy de «luchomanía» para definir los sentimientos de
simpatía y admiración que despertó en la Isla. Aquella luna de miel,
sin embargo, duró lo que duran las lunas de miel. En 1959 sobrevino
el divorcio: Lucho no entendió la justeza de la Revolución, hizo
declaraciones en contra muy duras y muchos de los que hasta entonces
lo seguían y admiraban empezaron a darle de lado.
Siempre ha dicho que ama profundamente a Cuba. De cualquier manera su
fama saltó de La Habana a México, Venezuela, Argentina, Perú. En
Brasil, sus éxitos fueron apoteósicos. Pasó a España y Portugal y a
lugares más distantes como Filipinas, Japón, Medio Oriente. En 1966 se
calculaba que había vendido unos veintidós millones de discos, pese a
que desde 1961 un desgaste en las cuerdas vocales que se recrudecería
con los años, lo obligaba a reducir la frecuencia de las grabaciones
y la intensidad de los espectáculos en vivo.
50 CANCIONES INMORTALES
Luis Enrique Gatica Silva —Lucho Gatica— nació en Rancagua el 11 de
agosto de 1928. Era uno de los siete hijos del matrimonio de Agustín,
pequeño agricultor y comerciante, y Juana, amante de la música. La
muerte del padre, en 1933, hizo que la familia conociera todo tipo de
privaciones. Hizo estudios en colegios de los hermanos Maristas y
matriculó en una escuela técnica para hacerse mecánico dental,
estudios que concluyó, aunque nunca ejerció. Ya se inclinaba hacia la
música y un disco con aires folclóricos chilenos grabados a dúo con su
hermano Arturo, le abrió puertas en emisoras locales.
Desde entonces grabó unos veinte albúmenes discográficos, entre ellos
el que lleva el título de 50 canciones inmortales (2002). En 2013
presentó su disco Historia de un amor, donde, a dúo con figuras de la
música mundial, como Laura Pausini y Nelly Furtado, canta nuevas
versiones de viejos boleros. Participó en quince películas, casi todas
filmadas antes de 1960, en México, país donde hizo además mucha
televisión. Los escritores peruanos Mario Vargas llosa y Alfredo Bryce
Echenique evocan en varios de sus libros la figura de Lucho, sus
visitas a Lima y la significación que para ellos tuvieron sus
canciones. Se casó tres veces y tiene siete hijos.
En el año 2000, Rancagua, su región natal, le rindió homenaje. Dos
años después le rindieron honores en el XLIII Festival Internacional
de la Canción de Viña del Mar, pero su voz ya en decadencia decepcionó
al público. Poco después, el gobierno de Chile le concedía la Orden al
Mérito Gabriela Mistral por el aporte realizado a la historia musical
de su país. El 7 de noviembre de 2007 recibió el Grammy Latino a la
Excelencia, y el 25 de enero de 2008 fue inmortalizado en la estrella
número 2354 del Paseo de la Fama de Hollywood, siendo el segundo
chileno, después de Don Francisco, en recibir tal reconocimiento. Más
recientemente recibió la Orden al Mérito Pablo Neruda, la máxima
distinción del Consejo de la Cultura y las Artes chilenas a figuras
con un quehacer artístico-cultural de alcance internacional.
Los que pudimos verlo y escucharlo en La Habana de los años 50
seguimos recordándolo.
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Ciro Bianchi Ross
cbianchi@enet.cu
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