domingo, 8 de febrero de 2015
LA CONSTITUCION DEL 40 (1)
La Constitución del 40 (I)
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Ciro Bianchi RossCiro Bianchi Ross * digital@juventudrebelde.cu
7 de Febrero del 2015 20:49:34 CDT
A partir de 1933 el militarismo se convirtió en un factor de peso en
la vida política cubana. Nunca había sido así con anterioridad, pese a
que el Ejército desempeñó siempre un papel represivo y, como norma,
ejerció la coacción y la violencia durante las campañas comiciales.
El coronel Fulgencio Batista, como jefe del Ejército, llenó de
beneficios a la tropa. Otorgó un papel decisivo al cuadro de
oficiales, instituyó un privilegiado sistema de salarios tanto para
los oficiales como para los simples alistados, con asignaciones y
sobresueldos. Incrementó a más de 14 000 el número de miembros de las
Fuerzas Armadas, con lo que hubo un militar por cada 285 habitantes.
Se creó, por otra parte, el cuerpo de la Policía Nacional. Se
garantizó a los militares seguridad social, hospitales y clínicas
especiales, balnearios, viviendas, cajas de auxilio. El campamento de
Columbia se transformó en Ciudad Militar y se acometió la construcción
de una red de cuarteles o se transformaron o modernizaron los
existentes. Ya en 1936, las asignaciones otorgadas a la Secretaría de
Defensa sobrepasaban el 25 por ciento del total del presupuesto de la
nación. Había sido de un 14 por ciento en 1925. Con ascensos,
traslados y licenciamientos controlados por Batista, el Ejército se
convirtió en la fuerza más cohesionada en el escenario político
cubano.
Había, por supuesto, oposición interna. En el Congreso incluso se creó
el Bloque Democrático a raíz de la destitución del presidente Miguel
Mariano Gómez. Pero Batista, dicen los investigadores, se enfrentaba a
una situación internacional más compleja que la de la oposición
interna. Repercutía en Cuba la lucha contra el fascismo y el nazismo,
sus relaciones eran excelentes con Washington y el momento no era
propicio para gobernar apoyado en un partido militar. Además, quería
Batista proyectarse como estadista y todo esto lo hizo comprender que
debía reorientar sus aspiraciones políticas. Fue así que en 1937 lanzó
el llamado Plan Trienal, con una amplia gama de medidas encaminadas al
mejoramiento de la población campesina. Lo elaboró con poca o ninguna
intervención de las instituciones civiles del Estado, presidido
entonces por Federico Laredo Brú. Ese Plan no duró mucho; fue
abandonado en menos de un año. Aun así dejó algunas ganancias, como la
Ley de Coordinación Azucarera y ciertas medidas ventajosas en
educación, sanidad y beneficencia, impulsadas por el Consejo
Corporativo.
El mensajero de la prosperidad
Las relaciones de Batista con los norteamericanos eran inmejorables en
aquellos años. En 1938 fue invitado a Washington por el jefe del
Estado Mayor del Ejército de Estados Unidos. El presidente Roosevelt
lo recibió en la Casa Blanca; asistió a la ceremonia por el Día de los
Veteranos en el cementerio de Arlington y en la academia militar de
West Point se le trató en consonancia con su alta jerarquía militar
como jefe del Ejército cubano. En Nueva York el Alcalde lo atendió por
todo lo alto.
Hizo contacto Batista en Estados Unidos con la banca y las grandes
empresas, y firmó numerosos acuerdos que redundarían en el bienestar
económico de la Isla. Regresó a Cuba, y sus seguidores le apodaron El
Mensajero de la Prosperidad. Por esa misma época viajó a México con
una invitación de Lázaro Cárdenas, quien quería, se decía,
resquebrajar la alianza de Batista con los norteamericanos y sumarlo a
su política antiyanqui. En ese país, donde se le exaltó como un líder
continental, el militar cubano se comprometió, se dijo, con el
presidente Cárdenas y con Lombardo Toledano, a legalizar en Cuba el
Partido Comunista y facilitarle el control del movimiento sindical.
Asimismo, autorizaría a esa organización política a fundar un
periódico y una emisora radial. Con todo, el país no se estabilizó ni
en lo político ni en lo económico, aunque se tomaron medidas para
atenuar el descontento. Se autorizó la organización del Partido Unión
Revolucionaria, copado y controlado ya por los comunistas. Se declaró
una amplia amnistía política. Se concedió la autonomía universitaria.
Se reorganizó la educación. Y se ensancharon las posibilidades de
trabajo para el cubano, con la expulsión de jamaicanos y haitianos.
Constituyente primero, elecciones después
Quería la oposición más de lo que ha conseguido. Insistía en la
convocatoria a una Asamblea Constituyente. Batista también la quería,
pero deseaba que primero se celebraran elecciones. Se ha empeñado el
Coronel en llegar al poder por la vía electoral; reprimió por la
fuerza a sus adversarios, pero reclamó una legitimidad política en las
urnas. Quería la aprobación popular. La oposición no cedía. Sus
adversarios reclamaban Constituyente primero y elecciones después, y
lo consiguieron en las negociaciones que encabezó Laredo Brú,
presidente de la República.
No todos los sectores estaban de acuerdo con que se promulgara una
nueva Constitución. Mariano Aramburo, desde las páginas del Diario de
la Marina, decía que los descalabros que conoció el país desde la
instauración de la República no se debían tanto a la Constitución de
1901 como <>.
Puntualiza Aramburo: <>.
Sin embargo, proseguía Aramburo, intereses de partido tiñeron el
movimiento insurgente de un radicalismo reformador y empezó a hablarse
de cambio de régimen, concepto que la mayor parte de los sublevados
asoció solo con la defenestración de Machado y no con un cambio
constitucional. El resultado fue la convocatoria a una Asamblea de la
que saldría <>. Por eso, en opinión de Aramburo, <>.
Triunfa la oposición
El 15 de noviembre de 1939 se celebraron las elecciones para la
Asamblea Constituyente. Triunfaba la oposición. De 76 actas, 35
correspondían al Gobierno; 41 a sus contrarios. 73 hombres y tres
mujeres. Ramón Grau San Martín, quien ha sido electo por las cinco
provincias que lo nominaron, fue exaltado merecidamente a la
Presidencia de la Asamblea, que inauguró sus sesiones el 7 de febrero
de 1940, hace ahora 75 años
Ocho partidos políticos estaban representados en la Convención. El
Auténtico, con 18 delegados, fue el de más nutrida presencia. Le
siguieron los liberales, con 15 asientos, y los nacionalistas con
nueve. Seis delegados conformaron la bancada comunista, mientras que
Acción Republicana y el ABC se hicieron presentes con cuatro delgados
cada uno. Tres fueron los conjuntistas, esto era, representantes del
Conjunto Nacional Democrático, en tanto que el Partido Realista
concurrió con un solo delegado, José Maceo González.
Por los auténticos, aparte de Grau, estuvieron, entre otros, Eduardo
Chibás, Emilio <> Ochoa, Miguel Suárez Fernández, Alicia
Hernández de la Barca, María Esther Villoch, Eusebio Mujal y Carlos
Prío, que despuntará como un político brillante por su hábil y
acertada actuación.
Por los liberales asistieron José Manuel Cortina, Rafael Guas Inclán,
Alfredo Hornedo, Emilio Núñez Portuondo, Orestes Ferrara... Los
comunistas se hicieron representar por Juan Marinello, Blas Roca,
Salvador García Agüero, Romárico Cordero, Esperanza Sánchez Mastrapa y
César Vilar... Jorge Mañach, Francisco Ichaso y Joaquín Martínez Sáenz
figuraron entre los abecedarios. Hubo también demócratas y
republicanos, como Pelayo Cuervo y Santiago Rey. Gente de todas las
tendencias políticas, animados en su labor por el criterio memorable
de José Manuel Cortina en uno de los discursos de la sesión inaugural
de la Asamblea. Dijo Cortina entonces: <<¡Los Partidos fuera! ¡La
Patria dentro!>>. Fue ese el espíritu que animó a los constituyentes.
El constituyente de mayor edad fue el abogado santiaguero Antonio
Bravo Correoso, de la bancada Demócrata-Republicana. Correoso había
sido delegado a la Convención Constituyente de 1901. Se opuso
entonces a la Enmienda Platt, pero no se hizo presente en la Asamblea
el día de la votación decisiva. El último sobreviviente de aquellos 76
delegados fue el holguinero <> Ochoa. Con posterioridad a la
Constituyente resultó electo senador. Estuvo entre los fundadores del
Partido Ortodoxo, que llegaría a presidir. Fue detenido 32 veces a lo
largo de su vida política. Salió de Cuba en 1960. Murió en 2007 al
filo de los cien años, en Miami, donde se ganó la vida como taxista y
mensajero.
Habría de todo en aquella asamblea que dotó al país de la Constitución
de 1940. Oratoria brillante, retórica, acerados duelos verbales,
anécdotas de todo tipo, fallecimientos, renuncias y, por no dejar de
haber, hubo asimismo pérdida de tiempo en discusiones inútiles acerca
del reglamento. Y hasta un atentado que puso a Ferrara al borde de la
muerte, recuerda, en sus Crónicas de la República, la profesora Uva de
Aragón, de quien el escribidor toma, de manera casi textual,
referencias para esta página.
El pacto Batista-Menocal
Preocupaba a algunos sectores de la opinión pública la extensión
desmedida del texto constitucional que se elaboraba. De nuevo salía
Mariano Aramburo a la palestra: <>.
Pronto sobrevendría la crisis. Grau, pese a su filiación con el
movimiento revolucionario del 33, asumió desde el comienzo una
posición firme para evitar las luchas internas. Pero el líder del
autenticismo no dominaba la técnica parlamentaria y había constantes
desórdenes que amenazaban con convertir la reunión en un caos. Por
otra parte, Batista, deseoso de asegurarse la Presidencia en los
siguientes comicios, ofreció a los menocalistas la vicepresidencia de
la República, la alcaldía de La Habana, tres gobiernos provinciales y
12 senadurías. Los menocalistas pasaron a militar dentro de las filas
del Gobierno porque, dijo el viejo Menocal a sus partidarios que
juzgaban demasiado fuerte el brebaje pactista, <>. No pudo
el viejo caudillo, sin embargo, convencerlos a todos. Fue un golpe muy
duro de asimilar para Miguel Coyula, otro de los delegados de la
Convención. La fidelidad a su jefe y amigo chocaban con principios que
lo obligaban a rechazar públicamente la alianza con un hombre que ya
había anticipado su calaña. No encontró Coyula otra salida, una vez
finalizada la Asamblea, que la de renunciar a los puestos superiores
que ocupaba en las filas del menocalismo y retirarse de la vida
política; todo menos enfrentarse a Menocal, cuyo duelo despediría poco
después con la voz ahogada por la emoción. De cualquier manera, el
pacto Batista-Menocal alteró la composición de la Asamblea. Perdía la
oposición la mayoría, y Grau se veía forzado a renunciar a su
presidencia. La ocupa entonces Carlos Márquez Sterling. (Continuará)
Fuentes: Textos de Uva de Aragón, Mariano Aramburo, Mario Coyula y Mario Riera.
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