martes, 13 de enero de 2015
MUERTE DE ENRIQUE VILLUENDAS
Muerte de Enrique Villuendas
Ciro Bianchi Ross * digital@juventudrebelde.cu
10 de Enero del 2015 20:15:08 CDT
En el llamado Ensanche del Vedado, una de las calles transversales a
Ayestarán lleva el nombre de Enrique Villuendas, coronel del Ejército
Libertador asesinado, ya en la República, en plena juventud. En el
número 409 de la calle Concordia, en el barrio habanero de San
Leopoldo, una tarja indica el lugar donde nació, aunque la casa que
exhibe dicha tableta en su fachada es de construcción posterior a la
fecha de su nacimiento.
En la ciudad de Cienfuegos, donde encontró la muerte, existe el parque
Enrique Villuendas, y otra tarja, en la fachada de lo que fue el hotel
La Suiza, rememora ese hecho.
Escribe Horacio Ferrer en su libro Con el rifle al hombro:
<>.
¿Quién fue Enrique Villuendas? ¿Cómo ocurrió su muerte?
Esta es la historia.
Se busca un pretexto
Las versiones acerca del suceso difieren en su esencia. Unos dicen que
Enrique Villuendas accedió a que registraran su habitación, y otros,
que se negó porque su condición de parlamentario hacía inviolables su
persona y su domicilio. Algunos aseveran que la Policía buscaba
pretextos para sorprenderlo con las manos en la masa y detenerlo, y
otros opinan que las autoridades aprovecharían el registro para
inculparlo por tenencia de explosivos, que <> en el lugar.
Para unos, fue un incidente casual. Para otros, un hecho premeditado.
A Enrique Villuendas, joven representante a la Cámara de filiación
liberal, le cazaron la pelea en la ciudad de Cienfuegos y se lo
llevaron en la golilla.
Corría el año 1905 y el presidente Tomás Estrada Palma, instigado por
el ejecutivo del Partido Moderado, decidió ir a la reelección. Para
garantizarle el triunfo su Gabinete de Combate pareció no deparar en
obstáculos: perseguía sin tregua a los liberales y encarcelaba a
figuras prominentes de ese partido, ocupaba ayuntamientos y deponía a
alcaldes y concejales y cesanteaba a funcionarios públicos que no
fuesen afines al Gobierno, mientras que la prensa, según su tendencia
liberal o moderada, difundía noticias carentes a veces de fundamento,
pero que inflamaban los ánimos de sus seguidores... Figuras connotadas
del liberalismo como Juan Gualberto, José Miguel Gómez, Gerardo
Machado y Carlos Mendieta, entre otras muchas, habían sido víctimas
del ensañamiento del ministro de Gobernación de Estrada Palma, el
general Fernando Freyre de Andrade, un hombre que durante la Guerra de
Independencia no tuvo mando más que sobre su asistente y que en la paz
se convirtió en un maníaco de abuso y autoridad.
Llegó así el mes de septiembre. El día 23 se celebrarían en todo el
país elecciones para constituir los colegios electores. En Cienfuegos,
el senador José Antonio Frías asumía la dirección de la política
gubernamental, y Villuendas dirigiría la oposición, pero el 22, a las
11 de la mañana, Villuendas estaba muerto y un día después los
moderados copaban los colegios y se aseguraban la victoria en los
comicios generales del primero de diciembre.
Ronda la muerte
En la Guerra de Independencia Villuendas ganó los grados de coronel
con solo 21 años de edad. Comandó durante la contienda el Regimiento
Castillo, que combatió a las órdenes de José Miguel Gómez. A los 24
años resultó electo miembro de la Asamblea que redactó la Constitución
de 1901 --votó a favor de la Enmienda Platt-- y tenía 26 cuando ocupó un
escaño en la Cámara. Abogado. Gran orador. Tenía una agradable
presencia física y una simpatía que desbordaba. José Miguel lo quería
como a un hijo.
El 22 de septiembre, tres horas antes de que lo asesinaran, Villuendas
escribía al caudillo liberal: <>.
Sobre esto, en su edición del día 21, el periódico La Lucha (liberal)
daba a conocer una nota de su corresponsal en Cienfuegos: <>.
El mismo día 21, La Discusión, diario rabiosamente gubernamental,
devolvía la pelota: <>.
Porque violencia hubo, en verdad, de parte y parte. Hoy se sabe que
fueron Villuendas, Carlos Mendieta y Orestes Ferrara los que instaron
a que se redujese a cenizas el Ayuntamiento de Vueltas para evitar así
que fuera ocupado por la Comisión del Gobierno que depondría a su
alcalde.
La tragedia
En el hotel La Suiza, sito en la calle San Carlos número 103, a media
cuadra del Parque Central cienfueguero, encontró la muerte Enrique
Villuendas. Ocupaba la habitación número uno de esa instalación
hotelera.
La Discusión relató los hechos de esta manera: <>.
La realidad fue bien distinta, aunque sin duda los primeros disparos
partieron del grupo liberal. El capitán Illance, de la Policía, en
compañía de dos vigilantes, se personó en La Suiza y pidió a Nicanor
Sánchez, dueño del hotel, que lo condujera a la habitación de
Villuendas. Tenía lugar allí la reunión del comité municipal del
Partido Liberal y Villuendas ante la llegada de Illance pidió a los
reunidos que abandonaran el local. Dice Horacio Ferrer, que horas
después del incidente arribó a Cienfuegos como médico de un batallón
del Cuerpo de Artillería y que conversó con figuras de uno y otro
bando, que Villuendas, pese a su inmunidad, se dispuso a autorizar que
registraran su habitación.
El periodista Manuel Cuéllar Vizcaíno, en cambio, afirma que se negó
al registro. Comprendió Illance los derechos del Representante a la
Cámara y pidió al vigilante Parets que lo hiciera constar así en la
diligencia. Parets se dispone a redactar el documento y requiere la
presencia de un testigo. Se llama a Nicanor Sánchez, pero este se
niega porque, aduce, no sabe leer ni escribir y dice que enviará de
inmediato a un hombre de confianza.
En eso sale de la habitación número dos José Fernández, conocido por
<>. Se enfrenta cara a cara con Illance y sin pensarlo dos veces
lo fulmina. Parets, que está ocupado en la redacción del documento,
saca entonces su revólver, pero Villuendas se le echa encima y se
enfrascan en una lucha cuerpo a cuerpo. Chichí dispara contra Parets y
lo hiere. Sube el vigilante Andrés Acosta, que por órdenes de su jefe
había quedado apostado en el vestíbulo del hotel, y Chichí le
atraviesa el pecho con un balazo. Quiere Acosta repeler la agresión,
pero ya Chichí está fuera de su alcance y acude a donde todavía
forcejean Parets y Villuendas. Dispara y el parlamentario muere en el
acto.
<>, escribe Horacio
Ferrer en su libro Con el rifle al hombro. Dice además: <>, y se acusaría así al parlamentario de querer volar el
cuartel de la Policía.
El cadáver, denunció Sanguily en el Senado, fue arrastrado por los
pies escaleras abajo y la cabeza repicó, como una campana fatídica, de
escalón en escalón. Dicen que la muerte de Villuendas no estaba en los
cálculos de Frías, que quería, sí, apartarlo de la lucha comicial del
día siguiente. Sin embargo, Frías no se cansó de proclamar a los
cuatro vientos que él había ordenado la ejecución. De todas formas, a
su regreso a La Habana, Estrada Palma lo recibió como a un héroe en el
Palacio Presidencial.
(Fuentes: Con el rifle al hombro, de Horacio Ferrer, y Doce muertes
famosas, de Manuel Cuéllar Vizcaíno. Con documentación de Gonzalo
Sala.)
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