ATENCIÓN FRANK
Crónica de un profano con sentimientos
Félix Sautié Mederos
Crónicas cubanas
La posibilidad de apreciar la belleza, de experimentar sentimientos y de ejercer la creatividad, son dones inherentes a la condición humana que por encima de cualquier circunstancia y avatares que se nos presenten en la vida, nunca deberíamos renunciar a su manifestación, ejercicio y disfrute porque sentirlos y expresarlos justifican y fortalecen nuestra espiritualidad intrínseca. En consecuencia, en medio del quehacer cotidiano hacer espacios para la elevación del espíritu por medio del ejercicio y el disfrute de estos dones, constituyen rasgos de humanidad que cuando se pierden podemos cosificarnos y endurecer nuestras formas de manifestarnos y de relacionarnos con los demás y con la vida en general.
En este orden de cosas, se presentan ocasiones en las que las vivencias compartidas, la historia de nuestro peregrinaje por la vida así como nuestras convicciones patrióticas y humanas, se nos cruzan en nuestro camino cotidiano, muchas veces sin esperarlas como parte de un encuentro inesperado. Fue lo que me sucedió hace algunos días y pretendo testimoniar, cuando en compañía de mi esposa y compañera de muchos años de la vida, mi Elena del alma, me encontré con mi amigo y camarada de siempre, el extraordinario músico cubano Frank Fernández, con quien colaboré muy especialmente a finales de la década de los sesenta y principios de los setenta del Siglo pasado cuando me ejercía en la dirección de la Escuela Nacional de Arte, ENA, así como en la Dirección General de las Escuelas de Arte y en mi participación en el Consejo Nacional de Cultura en Cuba. Resultó un encuentro muy breve pero cálido, cargado de sentimientos de amistad y convicciones compartidas. No nos cruzamos muchas palabras, no hizo falta, quizás la emoción las ahogaron, además realmente no fueron necesarias porque la camaradería y las convicciones asentadas en el tiempo en sus formas quizás misteriosas de comunicarse, lo hicieron todo. Así fue; y Frank me invitó a que asistiera a un próximo concierto suyo en la Sala de Conciertos de la legendaria Basílica Menor del antiguo convento de san Francisco de Asís en el Casco Histórico de La Habana Vieja, que es uno de los lugares más emblemáticos de nuestra Capital de todos los cubanos, rescatado para el Arte y la Cultura más elevados por la Oficina del Historiador de La Habana.
Frank iba a realizar algo muy importante y novedoso en su extensa y exitosa carrera musical, iba a actuar como pianista muy bueno y profesional que es, no porque lo diga yo que soy en realidad un profano de la música, sino porque lo atestigua su extenso currículo de actuaciones y premios de gran prestigio profesional en Cuba y en el mundo; pero además se iba a ejercer al unísono como Director invitado de la Orquesta de Solistas de La Habana. Algo a lo que me invitó que fuera un testigo y participante en el disfrute de aquel momento, que consideraba muy importante para su vida artística y no falté .El concierto se realizó en definitiva, y estuvo dedicado a la conmemoración del 69 Aniversario de las Naciones Unidas. El público asistente abarrotó a la hermosa Sala de Conciertos que preside la Cruz de un Jesús encarnado y crucificado, la que pende del aire por delante una hermosa pintura de fondo en la que se representa al San Cristóbal con un niño cargado que le da nombre a La Habana, San Cristóbal de La Habana.
Entre los asistentes coincidieron diplomáticos, músicos, artistas y pueblo, en conjunto con amigos de Frank de muchos años. No podía ser de otra manera por lo que representa Frank Fernández para los cubanos de distintas generaciones coetáneas de su presencia en nuestra música, nuestra cultura y nuestra historia.
Aunque ejerzo el periodismo desde hace 50 y tantos años, he estudiado arte académicamente y me he ejercido dentro del ámbito de la Enseñanza del Arte, no poseo una formación musical específica. Soy simplemente parte de un público que la disfruta a profundidad; y profesionalmente me considero un profano, pero no podía dejar pasar este momento que quedará inscripto en la carrera de Frank Fernández como un hito importante de su vida artística, sin expresar como cronista de mi época que pretendo ser el testimonio de mi participación para dejar constancia y compartirlo con los lectores de Crónicas Cubanas. Es muy difícil de expresar con las palabras que siempre resultan muy limitadas para transmitir lo que la música dice en sí misma con su lenguaje del alma y de los ángeles del cielo, pero algo puedo decir para testimoniar lo que experimenté y disfruté como un ser humano profano pero con cubanía, sentimientos y espiritualidad.
Aunque ejerzo el periodismo desde hace 50 y tantos años, he estudiado arte académicamente y me he ejercido dentro del ámbito de la Enseñanza del Arte, no poseo una formación musical específica. Soy simplemente parte de un público que la disfruta a profundidad; y profesionalmente me considero un profano, pero no podía dejar pasar este momento que quedará inscripto en la carrera de Frank Fernández como un hito importante de su vida artística, sin expresar como cronista de mi época que pretendo ser el testimonio de mi participación para dejar constancia y compartirlo con los lectores de Crónicas Cubanas. Es muy difícil de expresar con las palabras que siempre resultan muy limitadas para transmitir lo que la música dice en sí misma con su lenguaje del alma y de los ángeles del cielo, pero algo puedo decir para testimoniar lo que experimenté y disfruté como un ser humano profano pero con cubanía, sentimientos y espiritualidad.
El programa muy al estilo y el criterio artístico de Frank, estuvo compuesto por clásicos del mundo y de todos los tiempos Albinoni, Bach, Mozart, el cubano inolvidable José White, así como el propio Frank Fernández prolijo compositor junto con una profusión de piezas no programadas en las que no faltó Lecuona interpretadas en respuesta a un público que lo ovacionaba y que no lo dejaba terminar. También como parte de estos regalos finales Frank nos presentó a un hijo que por el camino de sus padres, es ya un músico en consagración. En resumen disfrutamos de clásicos mundiales y obras de cubanía genuina.
A partir de mis sentimientos, puedo decir que disfruté del arte exquisito y sentido de un Frank Fernández, amigo y gran músico cubano con sus acordes muy característicos en los que se me mezclaron las nostalgias del pasado con los signos del presente y del futuro, como consecuencia de la expresión profesional, técnica y a la vez delicada y enérgica surgida de lo más profundo de su Ser Interior, jalonada por una intensa espiritualidad, optimista y cargada de alegría genuinamente cubana, en un gran todo que solo se puede expresar por medio de la música. Las manos de Frank Fernández volaban sobre el piano que siempre le ha respondido a sus sentimientos más intensos y se alternaron magistralmente con su ejercicio de director orquestal en una conjunción para mí percepción tan natural que apenas se podía distinguir porque piano y orquesta respondieron a un solo sentimiento que se nos transmitió desde lo más profundo del gran músico cubano.
Fue una tarde inolvidable, histórica, de espiritualidad, cubanía y vida en honor al ideal de humanidad y paz que representan las tan agredidas Naciones Unidas por parte de los poderosos de la tierra. Así lo pienso y así lo expreso con mis respetos para el pensamiento diferente y sin querer ofender a nadie en particular. fsmederos@gmail.com
Publicado en el periódico Por Esto! de Mérida Yucatán, México, el miércoles 5 de noviembre del 2014.
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