El grito de Dolores Ciro Bianchi Ross El cubano Félix B. Caignet, el archifamoso autor de El derecho de nacer, tuvo siempre una alta y viva estimación por la actriz Dolores del Río. Todavía al final de su vida evocaba su último encuentro con la que fue una de las grandes figuras de la época de oro del cine mexicano. Caignet se estaba quedando ciego y, por intermedio del gobierno cubano, que corrió con los gastos, se le sometió a tratamiento médico-quirúrgico en la clínica de los Hermanos Mayo, en Estados Unidos. En su regreso a La Habana, el escritor, padre de la radionovela, pasó por México. Recordaba Caignet que ya fuera del edificio del aeropuerto, de <<un limousine larguísimo>> salió un chofer uniformado que abrió la portezuela a una bella mujer. Era Dolores del Río. Le secuestró el chofer las maletas, las metió en el automóvil, y la actriz firme ante él: <<Nada de eso, señor Caignet, usted no se va para un hotel; usted se hospeda en mi casa... Hágame ese honor>>. La casa resultó un palacete, con criados uniformados y con las iniciales D. R. bordadas en el bolsillo de las chaquetas. Allí permaneció varios días el cubano. <<¿Quién le decía que no a doña Dolores en México?>>. Contaba Caignet: <<Todas la tardes, al caer el sol, ella salía a pasear por el jardín. Con batas mexicanas largas, de encaje y lino. Paseaba sola, siempre con un libro de poesía en las manos. El jardín tenía surtidores que daban frescura al lugar, y por el césped paseaba una docena de pavos reales...>> Antes de regresar a La Habana, Dolores ofreció, en el Hotel Regis, una fiesta a su amigo. A ella asistieron, decía Caignet, <<todos los grandes de México, Pedro Armendáriz, María Félix, periodistas, la televisión... Rosa Fornés, que tantos éxitos cosechó en México como artista --durante siete años consecutivos la prensa mexicana la arropó como la gran vedette de ese país-- tiene en sus memorias un recuerdo para la protagonista de Flor silvestre, María Candelaria y La malquerida, entre otros filmes. Dice que a Dolores del Río se la presentaron cinco veces. <<Era una mujer etérea, distante, aunque muy amable, eso sí. Y por lo visto bastante olvidadiza. Tras la quinta presentación no pude menos que exclamar: "¡Por favor, no más! Ya nos hemos saludado cinco veces en los últimos tiempos". Ella rió con ganas y exclamó con ingenuidad: "De veras, mucho gusto". Cuando la conocí venía con la aureola que otorga Hollywood a sus estrellas y, además, marcada por un amor trunco con Orson Welles. Era muy bella y siempre me pareció que estaba detenida en una nube>>. Mucho pudiera decirse de esta mujer que fue la primera actriz latinoamericana que triunfó en Hollywood. Participó en unos 450 filmes mexicanos, norteamericanos y españoles. También en una docena de programas televisivos y en unas diez obras de teatro. Hollywood, que la consideró una versión femenina de Rodolfo Valentino, buscó en ella desde una nota exótica hasta la madre mestiza de Elvis Presley. Su rostro inspiró a pintores como Diego Rivera y José Clemente Orozco y el gran Alfonso Reyes le dedicó un poema en 1952. El escritor Bernard Shaw dijo de ella: <<La dos cosas más hermosas del mundo son el Taj Mahal y Dolores del Río>>. Prefiere hoy el cronista evocar un pasaje de Dolores del Río en Cuba. Sucede que a mediados de los años 50, cuando la televisión cubana estaba en su apogeo, una empresa productora consiguió, a través de Félix B. Caignet, que Dolores del Río, viniera a La Habana y se presentara en uno de sus programas que pasaba por el Circuito CMQ-Canal 6. Era apenas una escena de diez minutos dentro de un espacio musical. La escribiría José M. Carballido Rey, notable autor radial y televisivo de la época, vinculado asimismo al mundo de la publicidad. Solo dos personajes se moverían en el fragmento: la madre aristocrática, que sería Dolores, y la hija, que interpretaría Hada Béjar. La empresa pagaría un dineral a la mexicana. El periodista Orlando Quiroga, testigo presencial del suceso, relató en su libro Nada es imposible que ese día la tensión era bien evidente en el estudio televisivo. Tras las cámaras, Dolores se paseaba nerviosa de un lado a otro mientras que Osvaldo Salas, uno de los grandes fotógrafos cubanos, no le perdía, con su cámara, pie ni pisada, lo que empeoraba visiblemente los nervios de la actriz. Terminó el número musical que era el preámbulo, siguió un comercial y salió un locutor a decir maravillas de Dolores del Río. Que era una gloria de México, que con su presencia le hacía un alto honor al programa, que Cuba la recibía con todos los honores. Entonces la TV era en vivo. En la escena, la hija debía reprochar a la madre que no autorizara sus relaciones con determinado joven. Dolores, de manera abrupta, se levantó del sofá donde estaba sentada y caminó de un lado para otro sin atinar a decir su parlamento, mientras que Hada Béjar trataba de ayudarla. A fin de darle el pie, repetía: <<Sí, ya sé lo que me vas a decir, soy una hija desobediente y malagradecida, que soy la vergüenza de la familia, que sientes odio hacia él y hacia mí...>> Pero Dolores, nada. No se daba por aludida, era como si no fuese con ella. La tensión, recordaba Orlando Quiroga, crecía en el estudio; casi podía cortarse con un cuchillo. Ahora era Carballido Rey quien se paseaba tras las cámaras, pasándose nerviosamente las manos por la cabeza. La gran Dolores del Río no reaccionaba. Por fin emitió un gritico, <<muy distinguido>>, dice Quiroga, y cayó <<desmayada>> en el sofá donde hasta poco antes estuvo sentada. El director del programa gritó en la cabina y el coordinador repitió su grito en el estudio para ordenar al ballet que continuara el programa. Mientras, actores y técnicos se agolpaban en torno a Dolores, todavía <<desmayada>>. Al día siguiente toda Cuba hablaba sobre el desvanecimiento de la actriz. Carballido y un representante de los patrocinadores fueron a verla al hotel donde se alojaba. Los recibió el esposo de Dolores, muy apenado. No, la actriz no podía recibirlos, estaba en la recámara, todavía indispuesta. No, por supuesto que no, ni pensarlo, claro que no aceptaría el cheque. Nada de eso de cobrar por un trabajo que no realizó. Carballido lo cortó de golpe: Sí aceptaría el dinero; aquí está el cheque, tómelo. <<El desmayo ha dado más que hablar que si Dolores hubiese actuado. ¡Ha sido todo un éxito!>> Al día siguiente, Dolores del Río retornaba a México sin conceder entrevistas. -- Ciro Bianchi Ross cbianchi@enet.cu http://wwwcirobianchi.blogia.com/ http://cbianchiross.blogia.com/
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