martes, 18 de marzo de 2014
EL NINO PERDIDO
ESTAMPAS CUBANAS
Por: Ciro Bianchi Ross
03/17/2014
El niño perdido
¿Sabía usted que en Trinidad, en el sur de la región central de Cuba, muchas familias, ante el advenimiento del primogénito, piden prestada la estatuilla de El niño perdido para, con luces y oraciones, mantenerla durante varios días cerca de la cuna del recién nacido?
De esta antigua y hermosa leyenda trinitaria habla el doctor Manuel Lagunilla en su libro Trinidad de Cuba: tradiciones, mitos y leyendas, publicado por la editorial Luminaria, de Sancti Spíritus. Un libro que hoy se encuentra agotado y del que el autor promete una segunda edición enriquecida y aumentada.
El niño perdido es una efigie enigmática, de color caoba y apenas cinco centímetros de largo. Semeja a un infante que duerme y desde su aparición se le tiene como milagrosa. Durante mucho tiempo se le mantuvo en una cuna de plata hasta que un hábil joyero le confeccionó otra de oro, que todavía conserva.
La imagen apareció en los primeros años del siglo XIX. La ciudad se transformaba entonces gracias al alza de los precios del azúcar. Competían entre sí, llenas de vanidad, las familias Borell, Bécquer, Iznaga… Construían bellos palacios y espléndidas casas solariegas. Las calles empezaron a ser de piedras y se cubrían las aceras con losas de Bremen. Los sectores de menos recursos remozaban también sus viviendas. Del barro pasaban al mampuesto y el techo de tejas sustituía a la cobija de guano. Fue en una humilde casa del barrio de La Cantoja donde apareció El niño perdido.
Porque el viejo José María Cañón se empeñó en restaurar su morada y, mientras los albañiles rompían una roca enorme para nivelar los pisos, saltó del interior de la piedra la diminuta figura.
¡Es un niño Jesús! ¡Es un niño Jesús! –exclamó Cleto Gascón, un mestizo de unos siete años de edad, y se apoderó de ella, pero sus compañeritos de juego, que también seguían el quehacer de los albañiles, se empeñaron en arrebatársela. Cleto se defendió y cuando comprendió que perdería su tesoro, lo arrojó a la manigua cercana, donde lo encontró al día siguiente.
Pronto la noticia se extendió por la localidad y la vecinería empezó a visitar la humilde casa de la familia de Cleto Gascón, ansiosa de ver la pieza y escuchar el relato del hallazgo. La gente le atribuyó poderes milagrosos y la bautizó con el nombre por el que se le conoce, El niño perdido.
El 1813, el Padre Valencia, un sacerdote muy querido en Trinidad por sus obras benéficas, tomó en cuenta el fervor de los trinitarios por El niño perdido y rogó a la familia Gascón que depositara la imagen en el templo de San Francisco. El Padre Valencia bendijo la imagen y la mantuvo en el templo de San Francisco hasta 1815, cuando recibió la orden de sus superiores de trasladarse a la ciudad de Camagüey. Antes de salir de Trinidad, devolvió la estatuilla a sus dueños.
Fue entonces que los devotos proporcionaron a la imagen una cuna de plata. Años más tarde, doña Asunción González Llorente de Torrado llevó El niño perdido a España y ordenó que se le confeccionase la cuna de oro que todavía conserva. El joyero que elaboró la cuna, curioso, quiso saber el material de que estaba hecha la estatuilla y la raspó en una axila. Pagó su irreverencia con la pérdida de la visión.
Se mantiene entre los trinitarios la curiosa costumbre. Al nacer el primogénito de una familia, esta solicita la imagen de El niño perdido y lo mantiene durante varios días cerca de la cama del recién nacido.
Los descendientes de Cleto Gascón, el niño que encontró la estatuilla a comienzos del siglo XIX, nunca han dejado de tener la imagen bajo su custodia. Se trata de una familia muy antigua en Trinidad, donde es muy respetada y querida. Cristina Gascón Ortiz y su hija Josefa Manso Gascón lo atendieron hasta su fallecimiento. Las dos señoras vivían en una casa muy humilde de la calle Gutiérrez, cercana al hospital.
En la actualidad El niño perdido se halla en la casa de Esther Vélez Gascón, en la calle Angustias número 251, también en la ciudad de Trinidad de Cuba, donde se conservan además los ricos obsequios que, a lo largo de los años, ha recibido El niño perdido en agradecimiento a sus bondades.
Habló para Radio Miami, Ciro Bianchi Ross.
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