lunes, 3 de febrero de 2014
EN TRES Y DOS
En tres y dos
Ciro Bianchi Ross * digital@juventudrebelde.cu
1 de Febrero del 2014 20:30:53 CDT
Decía Eladio Secades, que fue un excepcional escritor de estampas
costumbristas y también un extraordinario cronista deportivo, que en
los albores del siglo XX la práctica de los deportes era reducida en
Cuba y la prensa periódica le concedía muy escasa importancia. Se
publicaban solo columnas sueltas sobre las temporadas de jai alai en
el entonces joven Palacio de los Gritos, de Concordia y Lucena, en La
Habana, y acerca del campeonato de béisbol, que los periodistas
llamaban <>, el cual se llevaba a cabo en el
Almendares Park, de Carlos III.
Los ídolos de entonces eran, en el béisbol, José de la Caridad Méndez
--que hizo célebre el sobrenombre de el Diamante Negro--, y Luis Macala
en la pelota vasca. Méndez fue, junto a Adolfo Luque, el más grande
serpentinero que dio Cuba antes de 1959. Don Luis Macala --como
invariablemente le llamaba la prensa de la época-- fue el pelotari más
popular en el ciclo del deporte vasco que se inició en nuestro país en
1901 y se cerró diez años después.
Durante esa década Macala gozó de una simpatía enorme y ningún otro
jugador pudo, en lo suyo, comparársele. Su nombre, que se mencionaba
en todas partes, calzó frases callejeras; hubo corbatas, zapatos y
sombreros <> y la expresión <<¡Aire, Macala!>>, repetida
tantas veces en el frontón de Concordia y Lucena, llegó a los rincones
más remotos de la Isla y se convirtió en dicharacho que iba de boca en
boca. Algunos fabricantes tomaron la frase como eslogan para sus
productos y --escribe Secades-- <>. Manera de rendir
tributo a un jugador que con sus saques de dos paredes levantaba a la
concurrencia. Un público en el que no faltaban los que se encaramaban
en las butacas y arrojaban centenes como forma de premiar, dice
Secades, <>.
Luque alcanzó una posición prominente en la pelota cubana y se mantuvo
durante 20 años en las Grandes Ligas de EE.UU. En 1923 fue champion
pitcher en la Liga Nacional norteamericana: se anotó 27 triunfos en
defensa de la bandera del Cincinnati. Luque era blanco. A José de la
Caridad Méndez el color de la piel le cerró la entrada a las Ligas
Mayores.
En 1908 Méndez estuvo a punto de anotarse un desafío sin hit ni
carrera frente al Cincinnati, de visita en la capital cubana. El
bateador Miller Huggins le conectó un imparable en el noveno episodio.
Pero en aquel año de 1908, que fue el más sensacional de su carrera,
lanzó 45 innings sin permitir anotaciones y figuró en 14 juegos y no
perdió ninguno.
El ideal del no hit no run, malogrado por el dramático batazo de
Huggins en 1908, lo hizo realidad José de la Caridad Méndez en 1913,
también en La Habana, pero esa vez frente al Birmingham. Despachó a
todos los bateadores y no permitió que ningún corredor llegara a la
almohadilla intermedia. Se dice que el mentor de un equipo
norteamericano, al verlo jugar, exclamó: <>.
Repare el lector en el tufo racista de la frase. Como ya se dijo, José
de la Caridad Méndez, el Diamante Negro, no llegó a Grandes Ligas.
Aquí, en su patria, murió en el olvido y en la miseria. La
tuberculosis terminó pasándole la cuenta en 1928, a los 41 años de
edad.
Dos campeonatos
En 1919 se construyó el segundo Almendares Park. Por entonces lo que
iba siendo ya el deporte nacional estaba relegado por el tremendo auge
del balompié. Eran tiempos en que se imponía jugar pelota en la mañana
a fin de dejar el campo libre para los futbolistas, que disfrutaban
del horario preferente de la tarde. Cuando la pelota pudo al fin
arrebatarle al fútbol sus horas de privilegio, se registró un lleno de
asombro en el Almendares Park, y también un incidente gravísimo, el
primero que se inscribe en la crónica deportiva. El de la protesta de
los miles de aficionados que, al quedar sin asientos, se amotinaron y
arremetieron contra las tribunas, destruyendo parte de estas. Un
tumulto que no pudo contener la policía montada con su <>. Ocurrió en los días iniciales de diciembre de 1923.
Cierra el segundo Almendares Park. Una nueva etapa de la pelota cubana
se abrirá en 1929 con la inauguración del estadio de la cervecería La
Tropical. Parecía que el nuevo campo deportivo tenía capacidad
suficiente para albergar a toda la fanaticada, pero crece tanto el
gusto de los cubanos por la pelota en los años iniciales de la década
de los 40 que se hizo imprescindible la construcción de un parque más
amplio y moderno, ajustado a las necesidades del progreso y con
espacio adecuado para el estacionamiento de vehículos. Durante el
último campeonato que se llevó a cabo en La Tropical ocurrió lo que
sucedió antes en el Almendares Park: quedaban, en los partidos
decisivos, miles de espectadores sin asiento.
Fue así que se invirtieron más de dos millones de pesos en la
construcción del Gran Stadium del Cerro. La obra, con proyecto del
arquitecto Max Borges, se construyó entre mayo y octubre de 1946, y
podía alojar a unos 35 000 espectadores. Al inaugurarse, el 26 de
octubre de dicho año, solo lo superaban en capacidad cinco
instalaciones norteamericanas: el Yankee Stadium (75 000 personas), el
de Detroit (58 000); el Polo Grounds, de Nueva York (56 000); el
Wrigley Field, de Chicago (50 000), y el Fenway Park, de Boston (40
000). El estadio del Cerro, rebautizado ya en la Revolución como
Estadio Latinoamericano, se amplió de manera considerable a inicios de
los 70, con vistas al Campeonato Mundial de 1971.
Con la apertura del Gran Stadium ocurrió algo interesante. Hubo, al
mismo tiempo, dos campeonatos de pelota. El de los leales al convenio
con los magnates norteamericanos, que se celebraba en el Cerro, y el
de los rebeldes, que se refugiaban en La Tropical y que contaba con el
refuerzo de ases de las Ligas Mayores que desertaron y llegaron a
México atraídos por el dinero de los hermanos Pasquet. Entre ellos, el
<>, como lo apodaban, Max Lanier.
En 1946-47 la Liga Cubana pudo disfrutar todavía de la participación
de aquellos desertores famosos, pues no se habían firmado los
convenios de reciprocidad con el béisbol organizado. El ya mencionado
Lanier dio esa temporada el triunfo al club Almendares, conducido por
Luque, frente al Habana, de Miguel Ángel González, que parecía
invencible. Fue --cuenta lo crónica y aseguran quienes lo presenciaron--
un partido dramático. La reñida batalla entre los dos equipos aumentó
en grado superlativo la afición por el deporte nacional. Los ánimos se
exacerbaron, más de un fanático fue incapaz de controlarse y se dio
rienda suelta a la pasión. Los incidentes se sucedieron y los juzgados
correccionales y de instrucción tuvieron que ventilar no pocos casos
provocados por discusiones beisboleras. La sangre llegó al río en más
de una ocasión. Un fanático del Almendares dijo a otro del equipo
rival: <> y fue atacado a cuchilladas
por el irascible habanista. Y alguien más, confiado en la victoria
segura de las huestes rojas, apostó al pecho, sin tener un centavo en
fondo, a favor del Habana y no encontró otro camino que el del
suicidio para escapar de aquellos a los que debía dinero.
La aceptación de la Liga Cubana en la organización de los circuitos de
Norteamérica dio inicio a los dos campeonatos. El público cubano vio
la actitud de los rebeldes con enorme simpatía y la inauguración del
torneo independiente fue todo un éxito de público. Dice Eladio Secades
que fue de tal magnitud la muchedumbre que se congregó en el viejo
parque de La Tropical que parecía que no podría jugarse a la pelota
porque había más espectadores en el terreno que en las gradas.
Puntualiza el autor de Estampas de la época: <>.
Restablecida la paz, hubo un solo campeonato, en el parque del Cerro y
se procedió a la creación de la Confederación del Caribe con la
participación de Venezuela, Puerto Rico y Panamá, que decidieron
seguir el camino emprendido por Cuba.
Ni en la pelota
La primera edición de la Serie del Caribe, en 1949, tuvo a La Habana
por escenario. En esta, el equipo Almendares, conducido por Fermín
Guerra, resultó invicto al ganar los seis juegos previstos. Cuba
volvió a quedar invicta en 1952, en Panamá. El equipo Habana, dirigido
por Miguel Ángel González, representó en esa ocasión los colores
patrios. Sobresalieron a lo largo de la celebración de ese evento los
cubanos Edmundo Amorós y Pedro Formental, como champions bate; Agapito
Mayor y Camilo Pascual, como champions pitchers, y Orestes Miñoso,
como líder impulsador, entre otros muchos.
Expresa el profesor Félix Julio Alfonso: <>.
El 4 de diciembre de 1955 un hecho inusitado tuvo lugar en el Stadium
del Cerro mientras transcurría el tercer inning de un juego entre
Habana y Almendares, los eternos rivales. Estudiantes universitarios,
que portaban una tela en la que reclamaban la libertad de sus
compañeros presos, se lanzaron al terreno y fueron reprimidos
bárbaramente por la policía. El público, a gritos, calificaba a los
represores de <> y <> y clamaba porque cesara la
paliza. La transmisión del juego por TV propició que el suceso fuese
presenciado en todo el país.
En 1959, el 24 de julio, hubo en el Cerro un partido simbólico entre
el equipo de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) y el equipo del
Ejército Rebelde (Barbudos) en el que figuraban el Comandante en Jefe
Fidel Castro y el Comandante Camilo Cienfuegos. De ese encuentro quedó
la frase ingeniosa del Héroe de Yaguajay: <>.
Las agresiones norteamericanas contra la naciente Revolución se
hicieron sentir también en el campo del deporte. En el mismo año 1959,
EE.UU. privó a Cuba de la franquicia de los Cuban Sugar Kings, equipo
de la categoría Triple A de la Liga Internacional. Washington procuró
eliminar cualquier tipo de intercambio deportivo con La Habana y
prohibió que jugadores estadounidenses participaran en los campeonatos
cubanos y que jugaran en Cuba como miembros de otros equipos. El
último campeonato profesional se celebró aquí desde el 15 de noviembre
de 1960 hasta el 15 de febrero del año siguiente. Comenzaban, en 1962,
las Series Nacionales, esa vez con cuatro equipos: Occidentales,
Habana, Azucareros y Orientales.
--
Ciro Bianchi Ross
cbianchi@enet.cu
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