martes, 24 de diciembre de 2013
PAPELES PRIVADOS DE CLAVELITO
Papeles privados de Clavelito
Ciro Bianchi Ross • digital@juventudrebelde.cu
21 de Diciembre del 2013 17:15:54 CDT
Aunque algunos lectores tal vez lo pongan en duda, el nombre verdadero
de Miguel Alfonso Pozo, más conocido por el apelativo de Clavelito,
era precisamente Clavelito. Al menos, así lo fue desde el 18 de agosto
de 1954 hasta su muerte, el 21 de junio de 1975. Quiere decir que hubo
dos sujetos que fueron una sola persona. Uno de ellos se llamó Miguel
Alfonso Pozo desde que nació en Ranchuelo, actual provincia de Villa
Clara, el 29 de septiembre de 1908, y otro que a partir de 1954 va a
nombrarse Clavelito Miguel Alfonso Pozo hasta el final.
El cambio se llevó a cabo en virtud de lo dispuesto en un decreto del
Ministro de Justicia, que se amparaba a su vez en la Ley-Decreto 1951
de 1954, lo que obligaba a la anotación de oficio de dicha
modificación en los libros del Registro Civil. Así consta en el folio
361 del tomo 17 del Registro Especial de Cambio, Adición y
Modificación de Nombres y Apellidos del Negociado de Registros y
Notariados del Ministerio de Justicia.
¿Por qué ese cambio? El segundo apellido de la madre de Miguel Alfonso
Pozo era Clavero. Como ocurre muchas veces, el apellido más sonoro es
el que predomina para identificar a una familia. No importa que sea el
del padre o el de la madre, tampoco que sea el primero o el segundo
apellido. En Ranchuelo, la familia de Miguel era la familia Clavero o
los Claveros, y como él fue el más pequeño de los hermanos, la gente
lo identificó como Clavelito. Desde niño arrastró ese sobrenombre que
terminó siendo su nombre artístico y su nombre propio.
Era un buen poeta repentista. Las espinelas que escribió para la serie
radial de Pepe Cortés —un bandolero romántico que como Manuel García
robaba a los ricos para repartir el botín entre los pobres— le
valieron celebridad, y su popularidad fue enorme gracias a aquellas
controversias entre las rubias y las morenas, las flacas y las gordas,
las solteras y las casadas… que sostuvo con La Calandria en El Rincón
Criollo, espacio que transmitía CMQ.
Pero Miguel Alfonso Pozo —Clavelito— animado, decía, por el deseo
ferviente de ayudar a los demás, comenzó un día a hacerlo a través de
su programa de radio y su fama creció como la espuma. La gente lo vio
entonces como «un preocupado y atento consejero» al que podía
pedírsele la solución de un problema práctico o de un asunto amoroso,
e incluso la cura de la salud quebrantada, lo que lo convirtió en «el
primer curandero del país apoyado en un micrófono de profundas y
lejanas resonancias».
Esa celebridad, ya en la década de los 50, le hizo pensar en la
posibilidad de dedicarse a la política. Podía postular un acta de
representante a la Cámara. Solo había un inconveniente. El Código
Electoral exigía que el candidato a cualquier cargo electivo utilizara
el nombre con que había sido inscrito en el Registro Civil. No valían
apodos, seudónimos ni sobrenombres. Tampoco podía utilizarse, en caso
de que el aspirante lo tuviera, el segundo nombre en suplantación del
primero. El nombre de Miguel Alfonso Pozo no decía nada a nadie. El de
Clavelito arrastraba a un pueblo.
No puede precisar ahora el escribidor si llegó a postularse. El hijo
menor, Narciso, cree que sí lo hizo. No está seguro, pues no había
nacido entonces. De cualquier manera, si lo hizo no resultó electo. Me
dijo hace algún tiempo su hija Rosita en un mensaje electrónico: «En
realidad, él no era político, pero los políticos de la época lo
escogieron porque era famoso y tenía muchos seguidores».
Si amas la vida, no pierdas el tiempo
Fue precisamente Narciso quien puso en mis manos el documento sobre el
cambio de nombre, entre otros papeles privados de su padre. Entre
ellos hay dos documentos firmados por Alejo Carpentier, vicepresidente
entonces del ya desaparecido Consejo Nacional de Cultura. Son del 29
de marzo de 1962 y cada uno de ellos certifica la publicación de un
libro de la autoría de Clavelito: Clarivel, novela de amor y dolor
aparecida en 1961 con el sello de Cárdenas y Compañía, y una tirada de
mil ejemplares; el otro, también del mismo año y el mismo sello, y
cinco mil ejemplares, se titula Hacia la felicidad (Un viaje de través
de los astros).
Otros títulos suyos son: El hombre del destino y Los milagros. También
Los cantos de Clavelito y Controversias. Es autor asimismo de una
Enciclopedia de la felicidad.
En las páginas de este último título legó múltiples consejos, escritos
con gran poder de síntesis. Máximas concisas que condensan un
pensamiento largamente madurado y expresan toda una filosofía de la
vida.
Vayan algunos ejemplos:
«No empleemos nunca ningún camino torcido. La sencillez y la justicia
deben presidir siempre nuestros pensamientos».
«La felicidad es un estado de ánimo y como tal se crea y reside en
nosotros mismos, dentro de cada uno».
«En el matrimonio, que la ley sea igual para los dos».
«Si amas la vida no pierdas el tiempo».
«No hay sol que dure todo el día».
«Si quieres saber lo que vale el dinero, pídelo prestado».
«El que vive de ilusiones se muere de hambre».
Otro documento, una «Hoja de declaración de obras», revela al letrista
y compositor. Es autor de más de 25 piezas entre sones montunos,
guajiras, danzones, guarachas, canciones, tonadas y rumbas, algunas de
ellas muy populares como El caballo y la montura y La guayabera, ambas
con música de Eduardo Saborit. Otras veces la música es de Miguel
Ojeda, y en otras, la música es del propio Clavelito y la letra, de
Saborit, aunque no faltan aquellas en las que Clavelito es el autor de
la música y la letra.
Se conserva además un contrato suscrito entre el artista y la emisora
Unión Radio para el período comprendido entre el 1ro. de julio de 1953
y el 30 de junio del año siguiente. La empresa se compromete a pagarle
un salario mensual de 500 pesos más 45 pesos con 45 centavos
correspondientes al 9,09 del descanso retribuido. A cambio contrata al
artista «con carácter exclusivo en 100 actuaciones mensuales en los
programas de radio que la misma determina, considerando como una
actuación la grabación de un disco o corto comercial».
Estipula más adelante el documento que el artista se compromete a no
realizar en el territorio nacional ninguna otra actuación en radio ni
en ningún otro medio sin previa autorización de la empresa, ni podrá
realizar actuaciones que posteriormente puedan transmitirse por radio
o televisión. Expresa: «El artista únicamente podrá efectuar
actuaciones de televisión en las plantas de Radio-Televisión El Mundo
y Unión Radio-Televisión». Consigna a renglón seguido: «El artista en
su carácter de cantante, actor, compositor y autor interpretará las
obras y espectáculos que la empresa seleccione y se ajustará en cada
caso a las instrucciones que reciba de los directores de programas o
personas en quienes la empresa delegue».
Sigue una cláusula sobre la que vale la pena meditar: «La empresa
concederá al artista, de acuerdo con lo que estipula la ley, una
licencia retribuida de un día de descanso en el caso del fallecimiento
del padre, madre, hijo o hija, hermano o hermana, esposa o esposo del
artista; y también igual licencia en el caso del alumbramiento de la
esposa del mismo; y por no más de tres días al mes, sin que pueda
exceder de nueve días en el año en el caso de enfermedad del artista
que lo imposibilite para el desempeño de su trabajo, previa
justificación de enfermedad con el correspondiente certificado
médico».
Establece el documento que sin la autorización expresa de Unión Radio,
el artista no podrá salir de la Isla a cumplir actuaciones o para
asuntos de cualquier otro género, y aun autorizándolo la empresa se
reserva el derecho de prorrogar el término del contrato por el mismo
tiempo que haya estado ausente el artista, manteniendo en todo su
vigor y fuerza este contrato a su regreso.
Por último, el artista se compromete a no prestar su nombre,
fotografías o testimonios escritos o verbales a favor de ningún
producto, industria, comercio o persona de cualquier índole, sin la
previa autorización por escrito de Unión Radio, que por medio de este
contrato queda autorizada a utilizar el nombre, las fotografías o
testimonios escritos o verbales del artista en beneficio propio o de
sus anunciantes, sin que por ello tenga que pagar cantidad alguna.
Pon tu pensamiento en mí
Una bien acoplada música de claves y guitarras abría El Buzón de
Clavelito, que salía al aire por Unión Radio-TV y servía de fondo a la
voz del trovador:
«Pon tu pensamiento en mí/ y harás que en ese momento/ mi fuerza de
pensamiento/ ejerza el bien sobre ti». La música iba desenvolviéndose
y entraba entonces el locutor y decía: «Un milagro de la naturaleza en
el deleite de una canción guajira. Manifiesto de los elementos que
contribuyen al éxito, a la salud, al amor, a la felicidad. Poeta,
intérprete de los corazones incomprendidos. Mensajero de la buena
suerte. Si usted no es feliz, si tiene algún problema, si no tiene
salud, si no tiene empleo, si el dinero no le rinde, si no tiene amor…
Oiga a Clavelito en silencio, en silencio, por favor…».
El programa avanzó viento en popa hasta que Unión Radio decidió crear
paréntesis a lo largo de toda su programación para, más allá del
espacio de Clavelito, dar respuesta a los que habían pedido consejo al
cantante, lo que obligaba a los interesados a mantenerse atados a esa
emisora durante todo el día. Y eso sí que no lo toleró la competencia
que sabía —afirma el ensayista Reynaldo González— que la audiencia
prefería oír la solución de su propia novela a seguir los lagrimeantes
argumentos ajenos. Es así que la Comisión de Ética Radial, la
Asociación de Anunciantes de Cuba y el Bloque Cubano de Prensa
arremeten contra el programa y logran que sea suspendido el 5 de
agosto de 1952.
Dicen sus hijos que lo acusaron de «milagrero» y «estafador», y que la
policía irrumpió de manera abrupta en el estudio en el momento en que
el programa salía al aire, lo suspendió y se llevó detenido a
Clavelito. Añaden que días después, ante el reclamo popular,
reapareció el programa «con el mismo éxito». Pero ya nada fue igual.
Refiere su hijo menor que Gaspar Pumarejo, el avispado empresario de
la radio y la TV, fue el de la idea del vaso de agua sobre el aparato
de radio. Y desmienten que su padre hiciera dinero con los consejos.
Tenía, eso sí, una buena entrada. Fue, por otra parte, propietario del
laboratorio que elaboraba los cosméticos «Mapclavé», nombre que es una
combinación de las iniciales del artista y la contracción de
Clavelito, así como de un establecimiento donde se vendían al por
menor las producciones del laboratorio. Clavelito volvió a sus versos
bucólicos. Y trabajó como locutor. Hay entre sus papeles privados un
carné del Colegio Nacional de Locutores que lo acredita. Trabajó
también como ventrílocuo. De hecho, ese fue su último empleo. Se
presentaba disfrazado de negrito en el circo de Iris Torres, la
hermana de Roberto, el payaso Chorizo. Se jubiló en 1964.
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Ciro Bianchi Ross
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