domingo, 22 de septiembre de 2013
EL MAYORAL
El Mayoral
Ciro Bianchi Ross
digital@juventudrebelde.cu
21 de Septiembre del 2013 18:57:32 CDT
Contrario a lo que muchos suponen al verlo en fotografías, no era alto
ni fornido. La periodista Loló de la Torriente, que lo conoció,
recordaba que la órbita de atracción del mayor general Mario García
Menocal y Deop, tercer presidente de la República de Cuba, era su
rostro algo enigmático, misterioso, de barba rala y ojos encendidos
como fulgores.
Este «hidalgo rural», como le llamaba el también periodista Ramón
Vasconcelos, ocupó el poder el 20 de mayo de 1913 tras derrotar al
licenciado Alfredo Zayas y Alfonso en las elecciones del año anterior.
Debía abandonarlo el 20 de mayo de 1917 pero, siempre en la boleta del
Partido Conservador, decidió presentarse en los comicios de 1916 y
volvió a derrotar, esta vez de manera fraudulenta, a su antiguo rival.
Aunque la reelección del Presidente era un derecho consagrado por la
Constitución de 1901 —no así en la de 1940, que la prohibió—, su
antecedente había sido funesto. La tozudez de Tomás Estrada Palma de
prorrogarse en la presidencia desató la guerrita de agosto de 1906 y
trajo como consecuencia la segunda intervención militar
norteamericana. Se dice que Menocal, en un inicio, no se mostró
decidido a reelegirse, pero cedió a las presiones de la camarilla
áulica y la asamblea nacional de su partido lo nominó como candidato
presidencial por 92 votos contra 71. Con los recursos del poder a su
alcance, los conservadores consideraron seguro su triunfo contra un
Partido Liberal atomizado que, sin embargo, se puso de acuerdo para
postular a Zayas. Así como la reelección de Estrada Palma dio pie a la
guerrita de agosto, la de Menocal provocó, en febrero de 1917, la
llamada revolución de La Chambelona, cuando los liberales,
acaudillados por el mayor general José Miguel Gómez, se alzaron en
armas contra el Gobierno de Menocal.
Sin busto y sin parque
Vuelve hoy el escribidor sobre esta figura del pasado a sugerencia del
lector Noel Barrera, que se empeña en reconstruir en Jagüey Grande la
presencia del caudillo conservador en esa localidad matancera.
Algo quiere decir de inicio el autor de esta página. Si Zayas y
Estrada Palma tuvieron sus respectivos monumentos en La Habana de
antes de 1959, y José Miguel conserva el suyo, fastuoso, en la Avenida
de los Presidentes, Menocal lo más que alcanzó fue el busto modesto
erigido a su memoria en el parque que enmarcan las calles 17 y 19, 6 y
8, en la barriada del Vedado. Ya ni eso. El busto desapareció, y John
Lennon ocupa tranquilamente uno de los bancos del parque que un día
llevó el nombre del ex mandatario.
Algo más. Aunque algo debió hacer durante sus ocho años de gestión
presidencial, no recuerda quien esto escribe una sola de sus obras
públicas. El viejo Palacio Presidencial fue cosa suya. Hasta cierto
punto. Ni a Menocal ni a su esposa, Mariana Seba, les gustaba el
Palacio de los Capitanes Generales como casa de Gobierno. De ahí sus
temporadas en el Palacio de Durañona, en la Calzada Real —Avenida 51—
de Marianao, que oficiaba como una especie de mansión presidencial de
verano. Doña Mariana se enamoró del edificio que el general Ernesto
Asbert, gobernador de La Habana, construía para el Gobierno Provincial
y pensó que resultaría ideal como residencia y despacho de los
mandatarios cubanos. Quiso Menocal complacer a su esposa y, por
decreto, confiscó y pagó al Gobierno habanero su palacio. El edificio
de Refugio No. 1 fue inaugurado como oficinas y residencia del
Ejecutivo el 31 de diciembre de 1920 y el baile con que se abrió es
uno de los acontecimientos sociales más importantes y sonados de La
Habana. La conocida Casa Tiffany, de Nueva York, tuvo a su cargo la
decoración del inmueble y en su mobiliario y adornos se invirtieron
más de millón y medio de dólares. Oro, marfil y mármol resaltan su
estilo. La vajilla, valiosísima, tenía grabado el escudo de la
República en cada una de sus piezas.
Porque entre los mandatarios cubanos, Menocal fue quizá el más
manirroto. Loló de la Torriente afirmaba: «Después de ocho años de
imposición dejaba la República exhausta y desamparada, pero él,
salvando sus reductos, entregaba el poder y salía al extranjero listo
para despertar en París la admiración y el entusiasmo de los franceses
acostumbrados a los potentados dadivosos y espléndidos. En tal sentido
el general cubano, ex presidente de una república agrícola, iba a
emular las generosidades más sorprendentes de los grandes rajaes».
Le llamaron El Mayoral, tanto por su mano dura de gobernante como por
haberlo sido realmente en el central azucarero Chaparra, de propiedad
norteamericana, en la antigua provincia de Oriente. Para la campaña
electoral de 1924, cuando aspiró a la presidencia, esta vez contra el
liberal Gerardo Machado, el rey de España, Alfonso XIII, envió a
Menocal un caballo de regalo. Los liberales entonces se lanzaron a la
calle y al grito de «A pie» cantaban: «A pie, a pie, a pie / se
acabaron los caballos. / A pie, a pie, a pie / no me duelen ni los
callos». Cuando Machado, al ganar cinco de las seis provincias cubanas
de entonces, lo derrotó en toda la línea, los versos se tornaron
infamantes para el militar y político cubano. Coreaban los liberales:
«El rey de España mandó un mensaje, / el rey de España mandó un
mensaje / diciéndole a Menocal: devuélveme mi caballo que tú no sabes
montar».
La biografía
Mario García Menocal nació el 17 de diciembre de 1866 en el central
Australia, Jagüey Grande, Matanzas. Su padre, ya iniciada la Guerra de
los Diez Años, se alzó en armas contra España y esa circunstancia
obligó a la familia a salir de Cuba. Cursó sus primeros estudios en
Estados Unidos y en ese país, en la Universidad de Cornell, donde
sobresalió como estudiante, se diplomó como ingeniero civil en 1888.
Trabajó entonces en Nicaragua y en 1895 dirigía en Cuba los estudios
para el trazado del ferrocarril Camagüey-Santa Cruz del Sur.
Especialistas del Centro de Estudios Militares del Minfar tienen
referencias de que Menocal se alzó en Jagüey Grande, el 26 de febrero
de 1895, esto es, dos días después de iniciada la Guerra de
Independencia y que participó en la acción del potrero de La Yuca,
mandada por el coronel Martín Marrero. No obstante, su ingreso oficial
al Ejército Libertador se registra el 13 de junio del mismo año, en
Santa Cruz. Sus hermanos Pedro Pablo y Tomás se incorporaron asimismo
a la lucha y alcanzaron el grado de coronel. También lo hizo su primo,
el pintor Armando G. Menocal, que llegó a comandante.
De inicio, y con el propósito de sacar el mayor partido a los
conocimientos del joven ingeniero, Máximo Gómez le confió la misión de
destruir en territorio camagüeyano las vías férreas y su sistema de
alcantarillas, tarea en la que alcanzó su mayor éxito con la
destrucción de las líneas del ferrocarril de Nuevitas. En eso estuvo
el capitán Menocal entre agosto y octubre del 95. Al mes siguiente,
junto con integrantes del Gobierno en armas —lo nombraron
subsecretario de Guerra— acompañó a la columna invasora mandada por
Maceo desde Mangos de Baraguá hasta Colmenar, casi a la entrada de Las
Villas. Cumplió en Bayamo y Manzanillo tareas de organización que le
encomendó el Gobierno. Durante 1896 combatió en Los Moscones, Yerba de
Guinea, La Piedra, La Aguada, Belleza, La Gloria, Loma de Hierro, Alto
de Conchita, Lugones, Tuabeque, Barrancas y Jucaibama. En ese año
asciende de pegueta a comandante, teniente coronel, coronel y general
de brigada, grado este que recibe, a propuesta de Gómez, por su
actuación en el ataque y toma del poblado de Guáimaro, que planeó y
dirigió.
En marzo del 97 está en el ataque a Jiguaní y en el combate de La
Ratonera y apoya, en el estero de Júcaro, en Banes, el tercer viaje
del vapor Laurada, que llega bajo el mando del general polaco Carlos
Roloff. Entre el 28 y el 30 de agosto sobresale en el ataque a Las
Tunas, donde resultó herido de gravedad y por el que fue ascendido a
general de división. Su sobrino, monseñor Carlos Manuel de Céspedes y
García Menocal, conserva como su mayor tesoro la bandera cubana que su
tío llevara en esa acción. En mayo de 1898 recibe la orden de formar
una columna y marchar hacia La Habana a fin de asumir la jefatura del
5to. Cuerpo de Ejército. Así, pasó una vez más la trocha de Júcaro a
Morón y llegó al campamento del mayor general Mayía Rodríguez, jefe
del Departamento Occidental, el 14 de agosto, dos días después de que
España y Estados Unidos firmaran la paz. Fue ascendido entonces a
mayor general. Se licenció el 24 de agosto.
Prisionero en Río Verde
Ya en La Habana, acampó con sus tropas en la playa de Marianao y
estableció su cuartel general en el edificio del Havana Yacht Club.
Fue uno de los nueve generales cubanos que, invitado por el mando del
ejército norteamericano, asistió el 1ro. de enero de 1899 al acto por
el cese de la soberanía española en Cuba que tuvo lugar en el Salón
del Trono del Palacio de los Capitanes Generales. Organizó el cuerpo
de la Policía habanera, fue inspector general de Obras Públicas y
luego jefe de la Comisión de Faros, antes de dedicarse al fomento del
central Chaparra. Por iniciativa suya se creó la Asociación Nacional
de Veteranos del Ejército Libertador, que lo designó para mediar entre
las partes en conflicto durante la guerrita de agosto, gestión que
fracasó por la intransigencia del presidente Estrada Palma. Organizó,
en los días de la segunda intervención norteamericana, el Partido
Conservador.
A su salida del poder, en 1921, viajó por Europa. Se opuso a Machado y
en agosto de 1931 lideró una sublevación en su contra. Fue hecho
prisionero en Río Verde, Pinar del Río, e internado primero en La
Cabaña y luego en el Presidio Modelo. Liberado, fue de nuevo objeto de
persecuciones que lo obligaron a abandonar el país. Regresó de Estados
Unidos a la caída de la dictadura machadista y volvió a insertarse en
la política nacional. En 1936 aspiró a la presidencia por última vez y
fue derrotado por Miguel Mariano Gómez, el hijo de José Miguel, su
viejo adversario.
Se opuso asimismo al coronel Batista, que regía los destinos del país
desde el campamento de Columbia, y organizó el Conjunto Nacional
Cubano, con el que pretendía nuclear las dispersas fuerzas
conservadoras y cuyos delegados concurrieron en calidad de
oposicionistas a la convención que elaboraría la Constitución de 1940.
Pero Batista, deseoso de asegurarse la presidencia en los comicios
generales que venían, ofreció a los menocalistas, si apoyaban su
aspiración, la vicepresidencia de la República, la alcaldía de La
Habana, tres gobiernos provinciales y 12 senadurías. Menocal se viró
con fichas, aceptó la propuesta y sus delegados en la Asamblea
Constituyente pasaron a formar parte de las filas del Gobierno porque,
decía el viejo caudillo a sus partidarios que juzgaban demasiado
amargo el brebaje pactista, «es hacerle un servicio al país
propiciarle a Batista una salida constitucional a fin de librar a Cuba
del predominio militar que él personifica».
Mario García Menocal falleció en La Habana el 7 de septiembre de 1941.
Dejó unos frijoles negros a lo Menocal y dos de los tragos
emblemáticos de la coctelería cubana: el Presidente y el Chaparra.
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Ciro Bianchi Ross
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