Conversaciones con un amigo, y de nuevo Pentecostés.
Félix Sautié Mederos
Crónicas cubanas
V y final
En ocasiones, sin intervención alguna de nuestra parte, las coincidencias aparecen en momentos y oportunidades significativamente concurrentes. Eso es lo que me ha sucedido con la serie de crónicas que he dedicado a testimoniar mis conversaciones con un amigo de la Nueva Izquierda cubana que profesa la fe ortodoxa con el que comparto ideas y concordamos en el accionar socio político, porque la presente serie de testimonios que he estado publicando en Por Esto! al respecto, ha coincido en el calendario litúrgico con la Festividad de Pentecostés que cierra los cincuenta días de la Pascua de Resurrección.
Pentecostés conmemora la llama encendida del Espíritu de Dios con que fueron bautizados los apóstoles por Jesús de Nazaret después de su resurrección así como el envío a predicar la Nueva Buena del Evangelio al mundo con palabras que cito textual del Evangelio: Como el Padre me envió, también yo os envío. Dicho esto les sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo (Juan 20, del 21 al 23). Esta festividad tiene pues el simbolismo de los dones que el Espíritu otorga, entre los que quiero destacar muy especialmente el de la sabiduría y el ejercicio del pensamiento. Precisamente del pensamiento es de lo que más hemos conversado desde nuestras respectivas posiciones cristianas coincidentes a partir intrínseca del ejemplo de Jesús, base primordial del cristianismo, muy especialmente las formas cristianas de vida durante el cristianismo primigenio.
En consecuencia, quiero expresar que en mi criterio uno de los elementos básicos que especifica al Socialismo del Siglo XXI en Latinoamérica, especialmente en las revoluciones bolivariana y ciudadana de Venezuela y el Ecuador, es el haberse planteado al cristianismo como un fundamento de sus concepciones socialistas más allá de los esquemas europeos del Siglo XIX que poco tienen que ver con la cultura y las tradiciones de los pueblos de Latinoamérica. Ese concepto indudablemente constituye en mi opinión un aporte muy importante de estas revoluciones, que ha abierto una nueva etapa en la lucha por la equidad distributiva, la justicia social y la paz. Con esta concepción latinoamericana no atea y culturalmente coincidente con nuestra historia y nuestras tradiciones, los pueblos de nuestro continente asumen las ideas socialistas sin los traumas espirituales que se plantearon en la Cuba revolucionaria de los años 60 por causa de los conceptos del ateísmo científico y de la negación del Evangelio como tesoro ancestral de los insuperables conceptos de amor y de justicia. Por este motivo en Cuba se creó una fractura social que produjo conflictos espirituales, familiares y culturales que han tenido que comenzar a recuperarse cincuenta y tantos años después, principalmente a partir de los resultados del IV Congreso del Partido Comunista de Cuba y la ulterior proclamación constitucional del Estado Laico que concibiera José Martí. Esta ha sido una larga historia de desencuentros, tropiezos, diáspora y familias heridas profundamente.
Es imprescindible aprender de la Historia y tener la necesaria modestia para reconocer los aportes de los demás, asumiendo tal y como he planteado con reiteración nuestra real dimensión. Es imprescindible dejar a un lado y pasar la página definitivamente de la concepción autoritaria y vertical del Estado de Planificación Central que como consecuencia de su concepto básico de controlarlo todo en la sociedad, pretendió controlar la conciencia, el pensamiento y la vida espiritual de las personas.
En este orden de cosas, debo reconocer que actualmente se ha avanzado en dejar a un lado esas concepciones ateas y asumir el concepto laico que respeta la libertad espiritual y religiosa; pero también es muy necesario tener en cuenta que quedan importantes rezagos burocráticos y autoritarios que actúan controvertidamente al respecto y que se plantean el uso de la coerción y la fuerza en una impronta que cada vez se hace más obsoleta y contradictoria con las ideas esenciales de un Socialismo del Siglo XXI que garantice la democracia, la más efectiva participación popular, así como el respeto al pensamiento y la espiritualidad de las personas sobre la base de la libertad y del respeto a los dones básicos del libre albedrío que nos hace a imagen y semejanza de Dios pues nadie, absolutamente nadie en el mundo, está justificado para conculcarlo ni siquiera aún en nombre del propio Dios como muchos en el tiempo han tratado de justificar sus intereses de sojuzgación, esclavitud y control de los demás. Ello sea de las formas y por causa de las justificaciones que hayan sido, no tienen fundamento alguno, porque contra la libertad de las criaturas de Dios nadie está facultado para conculcarlas.
Pentecostés es el apogeo del Espíritu de Dios que tiene al Amor, la sabiduría y la libertad como esencias básicas. Así lo pienso y así lo afirmo con mis respetos para quienes opinen diferente y sin querer ofender a nadie. fsautie@yahoo.com
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