“Esa realidad que vos veis, no existe. Imaginate una que te convenga”*
Eligio Damas
De mis años juveniles, recuerdo haber leído un apretado manual de Filosofía que me puso en conocimiento del pensamiento del Obispo George Berkeley, padre del subjetivismo para quien la existencia estaba sujeta a ser percibida. De modo que allá fuera nada había si no la percibíamos a través de nuestros sentidos. Es más, la cosa “existente”, tendría los rasgos que uno le atribuyese a placer.
De aquello viene el viejo cuento del mendigo que se paró frente una vidriera donde exhibían “deliciosos” manjares, largo rato estuvo observando; al poco tiempo sacó de uno de sus bolsillos un palillo y continuó su camino como quien acabase de comer; tanto era el placer que denotaba su rostro antes sombrío. Imagen por cierto, más de una vez, puesta en escena por Charles Chaplin.
Más adelante, en una serpenteante callejuela, en penumbras casi, se halló frente a un aparador, dentro del cual una joven exhibía sus “dotes” casi al desnudo. Allí se detuvo mucha más tiempo que el empleado para “comer”; mientras miraba aquel delicioso espectáculo, el palillo se movía agitado entre sus labios e iba de una comisura de la boca a otra, con demasiada rapidez.
En el hospital, el médico que hizo la autopsia y redactó el acta de defunción, sentenció: “muerto por haber hecho sexo acabando de comer”.
De todo esto nació aquella frase muy usada en mi tiempo, “eso es un pajazo mental”. Algo que uno imaginaba y lo daba como cierto. Lo que no es más que un ejercicio de subjetivismo.
Ese subjetivismo parece haberse apoderado de un país donde muchos “creemos” se adelanta un proyecto de cambio, entre estos hay quienes aseguran que estamos en “transición al socialismo” y otros, una minoría, nada pasa; nada sucede ni se construye; de donde uno no sabe si las protestas, arrecheras y encadenamientos de estos últimos, son por esto o porque aquello no le gusta.
La MUD y todos sus ríos tributarios, le meten al subjetivismo de frente. Este les embriaga y les hace percibir lo inexistente como mejor les gusta. Cuando enfocan con cierta precisión, si la dosis que inocula el subjetivismo es de muy alta pureza, ven el mundo real pero deforme o mejor con todo aquello que ellos quieren, tal como se adorna una torta.
Por eso hubo un Chávez “sano sanote”, burlándose de nosotros allá en Cuba, para ganar adeptos prodigando lástima. Entonces empezaron con “Chávez vente ya” que sustituyó al “Chávez quédate allá” del principio. Luego un Chávez enfermo, pero que debía venir a curarse aquí y, en estos estados delirantes gritaban, mientras se encadenaban en cualquier escenario, “Chávez vente ya”. Porque de solicitar se viniese para acá era como pensar que los médicos de aquí no sirven y le dejarían morir rápidamente. Aunque antes le recriminaron por irse a curar en Cuba, subestimando la medicina nacional. Otros, esas son las virtudes de la MUD, espacio donde las ideas bullen, que estando aquí desaparecía la añoranza, pronto todos nos olvidaríamos del mágico arañero.
Chávez se vino. La patria le trajo. Nunca había estado tanto tiempo lejos de ella y, aunque mucho escuálido no le sepa y otros ni siquiera lo imaginan, ella llama; tiene sus sirenas cantarinas que quedamente, en la soledad de la noche, te invitan con ternura a la “vuelta a la patria”. Son vainas del subjetivismo y de lo bello de la vida que los buenos perciben. Si no lo creen, en algún “viaje”, pregúntenle a Tomas Antonio Potentini. Si no saben quién es, la panadera de la esquina del barrio podrá deciros.
Ahora es otro cuento. A Chávez no pueden decirle vete ya, por lo menos a los cuatro vientos y sin discreción alguna, porque pocos se atreven a desearle la muerte en público a alguien; si no lo creen, vayan ahora a Roma y pregúntenle al Cardenal Urosa. Eso sí, por subjetivos, adivinos y hasta pitonisos, tienen su propio diagnóstico sobre la salud del presidente. A partir de aquél dictamen, autografiado por un tal Marquina, que ausculta y evalúa pacientes desde lejos y sin informe alguno, sustituto de la devaluada Adriana Azzi, la oposición aspira, inspira y afina sus percepciones sensoriales, le condimenta con sus deseos de volver a los viejos tiempo y concluye “el tipo se está muriendo, vamo a gozá.”
Manolo Monterrey, en los tiempos de la naciente Billo, hizo famosa una canción negroide que cantaba, “Camilo se está muriendo, vamo a gozá”. Aunque la canción es cubana, no es de extrañar que por los subliminales subjetivismos de la derecha, en las rochelas nocturnas de los encadenados, se hagan rituales mientras cantan aquello.
*Escrito a lo maracucho.
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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 3/04/2013 03:14:00 p.m.
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