domingo, 13 de enero de 2013

LA ENFERMEDAD DE CHAVEZ


                           La enfermedad de Chávez
                             Por Lorenzo Gonzalo, 14 enero del 2012
 
La enfermad del Presidente Chávez, el fenómeno venezolano, el movimiento renovador que impregna todos los rincones de Latinoamérica y la continuidad de la revolución cubana, me obligan a hacer un paréntesis dentro de otras faenas en la cuales estoy envuelto, para hacer comentarios que cosquillean en mi garganta.
 
Pienso que el proceso venezolano tiene un carácter genuino que pocas veces acontece en la vida de las naciones y los pueblos.
 
Últimamente como resultado de ciertos avatares surgidos con la enfermedad de Chávez, se ha fortalecido mi criterio de que ese proceso, finalmente representará un extraordinario aporte para la humanidad. No quiero con esto conferirle un protagonismo que no es sano, ni prudente, atribuir a personas o entidades, especialmente cuando tienen una base política, para no sumarme al carro de quienes contribuyen a que sus protagonistas confundan la limonada con el tocino, como acostumbra decirse en el lenguaje criollo de mi tierra natal.
 
La modernidad que nos ha tocado vivir nos ha permitido presenciar, entre otras cosas, el final de la época de los profetas. Como resultado de ese inevitable cambio, el siguiente final debe corresponder a caudillos y líderes. Ya en estos días son pocos los que aceptan o creen en la infalibilidad del Papa, porque la sociedad en su maduración participa cada vez más de sus destinos o al menos, demanda con una mayor fuerza ser parte de las decisiones. A esto debemos añadir que el cúmulo de información de estas sociedades es mayor que el de la desinformación elaborada por personas, instituciones fanáticas y entidades de inteligencia.
 
Chávez, asumió el Poder en Venezuela a golpe de urnas electorales. Para esto no tuvo que ocultar su proyecto de cambiar radicalmente la vida política del país y erradicar los elementos nocivos de la economía nacional. Su posición diáfana, pincelada por un discurso desenfadado, despertó sin dudas muchas ansias que yacían indeterminadas en el resto del Continente. Por esto quizás será el último Gran Líder político, para bien de todos y beneficio de la humanidad. La grandeza de su liderazgo habrá sido el haber reforzado los criterios de aquellas dirigencias políticas que defienden en su interior una concepción social, humanamente aceptable para las mayorías.
 
Fidel Castro inauguró la época de los cambios en unos años convulsos y sobre todo, plagados de enormes confusiones y distorsiones conceptuales y prácticas. Hugo Chávez será posiblemente quien cierre ese círculo. Ambos serán recordados más como precursores de ese movimiento que por los grandes errores que cometieron presionados por la obligada improvisación ante lo nuevo.
 
En nuestras sociedades suramericanas, el triunfo del voto a favor de un cambio es posible porque nuestros partidos políticos son el reflejo de una sociedad fraccionada, y de aquí que el voto en más de una ocasión haya sido a favor de las promesas de cambio. La diferencia con sucesos similares ocurridos en el pasado, se debe a que Chávez no titubeó en hacer cumplir su palabra.
 
En Estados Unidos de Norteamérica la sociedad no ha podido aún manifestar su fraccionamiento de manera institucional, como ha ocurrido en el Sur del Continente. Aquí los dos partidos políticos que gobiernan desde hace más de doscientos años, representan una fracción del Poder. Este hecho ha generado una continuidad insana que no responde por entero a los intereses de su mayoría poblacional.
 
La oposición de George Washington a la existencia de partidos políticos, posiblemente reflejaba el temor de los Padres Fundadores a perder el Poder a favor de intereses ajenos al de los colonos, fabricantes, comerciantes y la parte obrera integrada a la colonia a través de sus iglesias o proveniente de familias liberales que desordenadamente abandonaron Europa, aguijoneados más por razones políticas que económicas o religiosas.
 
El resultado del fenómeno venezolano no se consumó con el arribo al poder de una nueva visión (aún no definida), sobre el destino de nuestros pueblos del sur, sino con la oleada de triunfos semejantes en otras naciones del continente que, con variantes, se confabularon sanamente para trabajar en una misma dirección.
 
Esto ha consolidado ese proceso que ya se extiende más de una década y no tiene vuelta de hoja, ni requerirá de rectificaciones quirúrgicas.
 
La nueva dirección ha demostrado que su misión no es desmontar la maquinaria económica, implantando soluciones mesiánicas, ni tampoco eliminar las libertades fundamentales, teóricamente plateadas por el liberalismo y caricaturescamente practicadas por la prensa y los medios informativos de hoy.
 
El desmontaje es esencialmente en los niveles estructurales del Estado y las variantes económicas son fundamentalmente aquellas que permitan una distribución equitativa del salario, de manera que exista una proporción humanamente racional en los ingresos devengados por las partes participantes.
 
Traemos esto a colación, porque con motivo de la enfermedad del Presidente Chávez, los comentarios en Cuba, como los comentarios en Miami, entre quienes adoptan bandos y posiciones irreconciliables, ortodoxas o fanáticas, son en referencia a la "ayuda" material que Cuba pudiera perder, “si Chávez muriese o tuviese que abandonar el Poder”. No hay ninguna otra preocupación dentro de esos "bandos".
 
No sé si un cambio de persona en la conducción de ese proceso o sea, si Chávez se fuera y ojalá no sucediera, pudiera tener como consecuencia algo por el estilo. Puede ser. En definitiva en la vida real, los vecinos se ayudan hasta el punto que la familia propia no deje de comer o se vea obligada a sacrificar aspectos de vida merecidos. No sé si el acuerdo de intercambio existente actualmente entre Cuba y Venezuela es equitativo o está condicionado por elementos políticos exagerados de ayuda. No lo sé y por tanto no opino sobre eso.
 
El hecho real es que el gobierno cubano, dada la experiencia adquirida en su empeño de realizar hace cincuenta años, lo que se han propuesto desde el poder las nuevas fuerzas socio políticas que lideran actualmente en Suramérica, está haciendo también su tarea, sumándose a estos tiempos de madurez relativa que la humanidad ha alcanzado. Esta realidad y la suramericana son incontrovertibles y como consecuencia Washington tendrá que atenerse a esas nuevas realidades.
 
Pase lo le pase a Chávez, de una u otra manera, dentro de un estilo u otro, ese proceso continuará su avance. Y quién sabe si inclusive pudiera recibir nuevos impulsos, porque en ocasiones la ausencia del liderazgo original, una vez consolidado el sentir social colectivo, elimina obstáculos del camino. La “incondicionalidad”, el corto circuito que ocasiona el temor reverencial ante la “sabiduría del líder” y otros elementos semejantes, dificultan siempre la fluidez de estos procesos y contribuyen a opacar la grandeza de sus dirigentes.
 
Esto es un resumen parcial de cómo lo pienso yo. Lo escribo con especial cariño para aquellos que gustan de mis opiniones y para quienes las odian.

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