EL 23 DE ENERO
ELIGIO DAMAS
Yo desperté sobresaltado; estudié rápidamente las posibilidades de huida, mientras allá en la calle, en plena madrugada, el compadre Jesús Gómez golpeaba con fuerza la puerta de mi casa y lanzaba grandes voces.
El había regresado pocos meses atrás de los horrores de Guasina*. Cayó, como tantos, en una de esas aventuras locas que, por orden de la dirección instalada en el exterior, el partido ejecutaba con obstinada frecuencia. Vino de allá flaco, amarillo y lleno de llagas que su mujer, toda paciencia, trataba con agua oxigenada y unguento Sánalo; sinembargo pocos días después ya andaba en la misma vaina.
No sé como supo que, durante su larga y forzada ausencia que aproveché pará creceò y desperdicié en angustiarme con sus propias preocupaciones, ya había entrado en los grupos clandestinos y andaba de arriba abajo de la ciudad, por la orilla del río, en horas nostálgicas, de cuando las plazas están vacías, haciendo contactos y leyendo con avidez folletos de pornografía política que recomendaban como si fuesen la bola del mundo y que hoy me sugieren cursos apretadísimos de magia negra. Ya sabía yo de la arrogancia de la política norteamericana, de sus amapuches con el dictador, condecorado días atrás por John Foster Dulles, jefe de la diplomacia de la Casa Blanca; creía yo en las barbas, bigotes "infalibles” y las medidas inexorables de José Stalin.
Y por esa información que de mí obtuvo, por la inexistencia del partido, destruído por ese accionar heroico, pero aventurero e inútil, se llegó hasta la plaza donde yo esperaba que viniese alguien; le acompañaba Juan de Mata, un viejo bravo que había sido su compañeroï de Guasina y veterano en eso de transportar armas, esconder explosivos y aguardar a la puerta de un cuartel que los soldados se alzasen, lo que se llamaba "un momento dado", en el pedestre lenguaje conspirativo del partido. Por esa fe increíble y disciplina partidista, varios años había vivido en la cárcel y más de una vez lo molieron a palos.
Ahora era distinto, en Caracas, desde que Leonardo se encargó de la dirección de la organización, se venía adoptando una conducta diferente. Así lo percibíamos y lo compartíamos nosotros en la ciudad nuestra. La táctica era otra y los viejos, como el compadre y Juan de Mata, empezaban a entender la manera más humana de hacer de los muchachos, que no tenían reparos en unirse a los comunistas e ir tejiendo eso que sería la unidad y envolvería a todos. Fue esa táctica, la de los muchachos, que Simón hizo del Partido, la que dio el impulso a la bola de nieve. Unir al pueblo, movilizarlo en protesta contra el orden, estremecer la sociedad toda, esa era la línea.
El 23 de enero de 1.958, la unidad popular de civiles y militares; de adecos, comunistas, urredistas, copeyanos y la inmensa mayoría del pueblo, que nunca ha tenido partido, concebida por una dirección joven y abnegada, produjo la caída de Marcos Pérez Jiménez.
Esa madrugada, el programa de radio del Partido que se trasmitía desde Puerto Rico en enlace con la Cadena Caracol de Colombia y que el compadre y yo con verdadera obsesión oíamos todas las noches, anunció la huida del dictador en la "Vaca Sagrada".
Cuando ya me disponía a saltar la pared del patio, reconocí la voz del compadre cuando dijo: ¡párese carajo compadre que por fin cayó el hombre!
Todos salimos a celebrar; los de la línea de la unidad tomamos las calles. Poco después decíamos a la gente
"Tranquilícense que ya triunfamos. Dispérsense, váyanse tranquilos", repetíamos sin cesar el compadre, Juan de Mata y yo.
Pero allá arriba no hubo dispersión. Los otros tuvieron cuidado de irse en bloque y directamente a Miraflores, mientras todos los compadres, los Juan de Mata y los tipos como yo de Venezuela, nos embriagábamos de un triunfo como el agua que se recoge con las manos abiertas.
*Guasina, isla inhóspita en medio del Orinoco, convertida en Campo de concentración destinada a “depositar” enemigos del gobierno. Años posteriores, Rómulo Betancourt, sarcasmos de la vida, reeditará ese vil procedimiento al habilitar con el mismo fin “la isla del burro”, en las aguas del lago de Valencia.
Columna: Ayer y Hoy
Diario de Oriente, jueves 23 de enero de 1.986.
EL COLCHÓN DEL PRESIDENTE
ELIGIO DAMAS
Cuando nuestros viejos pensaban que usura era usura así estuviese legalizada; aunque ya a los usureros no se les llamase así sino banqueros; pese a la racionalización de los intereses y a que se dijese que era una fórmula muy progresista que permitía concentrar el ahorro público e invertirlo en obra provechosa; ellos como buenos católicos, preferían guardar sus excedentes de dinero en perolas y hasta en botijuelas. Algunos, más precabidos, optaban por enterrar perolas o botijuelas llenas de dinero para no tentar a los hijos o a los nietos. Lo peligroso del procedimiento era que muchas veces por morir de manera imprevista o por avaros, no revelaban a nadie suy secreto y aquello se transformaba, según la jerga popular, en un entierro.
La costumbre de guardar dinero en perolas o botijuelas y hasta enterrarlo, se correspondió con la época en que no era frecuente el colchón; tampoco los jergones y los banqueros no tenían lo suficiente como para ser honorables. Era el momento en que la gente pobre descansaba los huesos sobre un petate; los menos miserables, sobre un catre, cama portatil de lona, sin colchón ni colchoneta; antecedente de esas camas llamadas sánnduches; un aporte nuestro al "american way life". Los de vida menos precaria, en lugar de jergón, que por ser de hierro era importado y de uso poco frecuente, utlizaban un tambor -rectángulo de madera tejido de mimbre que ejercía un gran atractivo sobre las chinches. Sobre ese tambor iba el colchón en las casas de gente acomodada. El tipo de gente mencionada anteriormente, que no llegaba al nivel de acomodada, le echaba lomo o costilla directamente al mimbre; apenas suavizado por una gruesa cobija a la que las viejas orientales, no sé porque sentimiento nostálgico, tenían gran afecto.
Más tarde, cuando el colchón se hizo popular y los hijos descubrieron el truco del dinero en marmita o botijuela y las paradas de noche del viejo y el ponerse a cavar en la pata del guayabo, nació la muy sensual forma de guardar el dinero en el colchón. Concientemente se decía "primero me matan antes de robarme los reales". Se partía de la idea que los ladrones eran artesanos nocturnos, "que trabajaban en las sombras de la noche". Pero también era una forma insconciente de masturbación, de goce sensual. Era como tener cerca, debajo del cuerpo, al supremo poder, a la hembra más hembra o al macho más cabrío.
Pero el colchón de goma, tela, algodón, agua u otro material suave es además, y por sobre todas las cosas, un colchón; para que la cama o el jergón no le agujereen a uno las costillas y para lanzarse sobré él. Es pues un protector, un absorvente de golpes.
Cuando el presidente hizo mención al colchón del Dr. Azpúrua, el ministro de hacienda que no sé porqué me recuerda tanto a Luis Ugueto, el niñito de Chicago, el ministro del mismo ramo de Luis Herrerá yo entendí que, en lugar de goma o algodón, estaba relleno de dinero abstracto o idea pura. Era o es un algodón fabricado y engordado con un asiento contable de dinero por entrar, según yo interpreté al presidente. Un barril por vender y por vender un barril son dos barriles, calculaba el ministro. Es pues una alcancía, como la de los abuelos, pero muy sofisticada, llena de dinero craneado. De modo que si alguien la llegase a robar se llevaría en gran chasco; sólo encontraría dinero ideal; sin valor pero no falsificado; dinero que no aceptaría ni aquel viejo filósofo que sse puso en el camino de un tren para demostrar que éste no existía, que era idea pura. Este colchón, gran aporte defensivo del Dr. Azpúrua, fundándose en las invenciones de los abuelos, como un colchón cualquiera también sirve, según su creador, para aguantar los golpes contra el negocio petrolero. ¡Es pues un escudo!
Según el presidente, su ministro de hacienda hizo una estimación exagerada del ingreso y lo hizo exprofeso para que sí caían los precios del petróleo no se viera afectada la ejecución presupuestaria. A esa estimación contable del Dr. Azpúrua, el presidente le llamó colchón.
Pero si Ugueto, con sus aires de niño sabihondo, de pipita humeante y olorosa, le enredó las cuentas a Luis Herrera y le condujo a un rotundo fracaso; Azpúrua, con su porte de niñito recién bañado, bien peinado y oloroso a colonia, de vocecita nasal, muy preocupadito por pagar la deuda externa y muy preciso en suma y resta, parece dominar la rara habilidad del encantamiento, a un nivel tal, que aspira que nosotros, durmiendo en el suelo pelado como estamos, creamos hacerlo sobre un gordo y suave colchón, relleno de billetes de verdad. ¡Cómo el de los abuelos!
¿Será por eso que el presidente Lusinchi habló de botijuelas repletas de dinero?
Diario El Norte
Barcelona, domingo, abril de 1986.
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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 1/22/2013 03:29:00 p.m.
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