ALVARO FERNADEZ - EDITOR
Progreso Semanal
EEUU
Los cubano-americanos son muchas cosas, pero pocos son conservadores
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- Published on Wednesday, 28 November 2012 12:39
Varios de nuestros amigos se sorprendieron al saber que el presidente Obama había conquistado como el 48% del voto de los cubano-americanos del sur de la Florida. Uno preguntó: ¿Cómo puedes explicar que una comunidad supuestamente tan reaccionaria entregaría a un demócrata tan alto porcentaje del voto?
La respuesta se relaciona con la confusión. A los cubano-americanos del área de Miami se les ha etiquetado erróneamente. No pertenecen a la categoría de “conservadores culturales” o sociales. Algunos sectores de la comunidad “latina” poseen una visión social conservadora. Pero aparte de su dura posición respecto a la revolución cubana, los cubano-americanos no se oponen con fuerza al divorcio, los derechos de las mujeres, la seguridad social, los pagos de ayuda social o la preferencia sexual.
Históricamente, los que se marcharon de la Isla poco después de que los revolucionarios se hicieran del poder, han asumido una firme actitud oposicionista al gobierno revolucionario cubano. Sin embargo, muchos de esos mismos “conservadores” anticastristas cubanos no manifestaron oposición cuando el presidente Fulgencio Batista introdujo el “gran gobierno”, o la fuerte intervención estatal en la economía cubana. Es más, desde 1934 Batista utilizó al estado para desempeñar un importante papel en la transformación y regulación de la economía cubana.
Estos cubanos –conservadores tan solo en su oposición a la revolución– nunca han sido “libertarios” ni tampoco han favorecido el capitalismo de laissez-faire. Algunos de las grandes fortunas en la Cuba prerrevolucionaria aprovecharon esa economía muy regulada para amasar riquezas. Julio Lobo, el llamado rey del azúcar, logró su fortuna por medio de un mercado azucarero altamente regulado. El gobierno de la Cuba prerrevolucionaria había dividido las ganancias del azúcar entre los grandes, medianos y pequeños productores y aseguraron que cada socio tuviera una participación adecuada.
Los que se marcharon de Cuba en 1959 y a principios de la década de 1960, ahora cubano-americanos, han favorecido a candidatos republicanos o demócratas estrictamente sobre la base de sus políticas respecto a las relaciones EE.UU.-Cuba. Hasta Ileana Ros-Lehtinen, la representante archirreaccionaria –en materia de política hacia Cuba– del sur de la Florida defiende los derechos de los gays, la Seguridad Social, Medicare y otros llamados derechos sociales. En Cuba esos derechos se llaman derechos humanos. Pero los judíos retirados que residen en lugares de Miami Beach no votarían por un miembro del Congreso verdaderamente reaccionario. Ros-Lehtinen compensa sus fuertes opiniones anticastristas con su firme posición en pro Israel y su devoción legislativa a Medicare y a otros beneficios recibidos por pensionados.
Así que el análisis postelectoral no debiera considerar la magnitud del voto cubano-americano recibido por Obama como señal de que grandes sectores de la comunidad del sur de la Florida ha cambiado sus opiniones básicas. Los republicanos amenazaron la red de seguridad social y los ingresos sociales suplementarios de los que muchos cubano-americanos –y judíos de la tercera edad– dependen. El republicano David Rivera, que criticó a algunos cubano-americanos por gastar sus beneficios de seguridad social en viajar a Cuba para visitar a familiares, perdió su escaño congresional ante Joe García, un demócrata cubano-americano más moderado. Rivera había calificado de “abuso el que esas personas [cubano-americanos] estén recibiendo esos beneficios y viajen para subsidiar a un país terrorista con esos beneficios”. Como si Rivera tuviera la autoridad moral para determinar cómo sus electores gastan su dinero. Es más, Rivera presentó una legislación para enmendar la Ley de Ajuste Cubano de 1966 con el fin de evitar que personas descendientes de cubanos, residentes en este país y que aún no son ciudadanos de EE.UU. puedan viajar a la isla. Una opinión muy impopular.
Los cubano-americanos también se diferencian de otros llamados conservadores por la ausencia de fascinación por el protestantismo fundamentalista y los agregados sociales resultantes de estas denominaciones evangélicas. En Miami, al igual que en Cuba, el embarazo no deseado a menudo se soluciona en la clínica de abortos. El divorcio apenas es un tabú entre los cubano-americanos, a los que también les gustan los juegos de azar, beber ron y divertirse en fiestas.
Algunos cubanos tradicionales en Miami aún ganan “puntos” sociales al adquirir una amante joven. Sin embargo, sí comparten con derechistas no cubano-americanos fuertes sentimientos homofóbicos, pero no hacen del derecho a la propiedad de armas de fuego el equivalente de un mandamiento bíblico. Ni tampoco hay muchos cubanos que sean cristianos renacidos –además, la santería ciertamente es más divertida, más realista y comunicativa.
Los libertarios miembros del Partido Republicano no adoptan una posición dura contra Cuba, lo que los distancia de gran parte de la vieja guardia que perdió propiedades, privilegios, status y honor a manos de los revolucionarios. El recién electo senador por Arizona Jeff Flake es favorable a la eliminación del embargo contra Cuba. Es más, los anticastristas incondicionales hacen de odiar la revolución el único requisito para la membresía en su causa política. Hasta los socialistas anticastristas son aceptados
Los cubanos que llegaron a la Florida hace más de 50 años, y las oleadas subsiguientes durante décadas, no constituyen un bloque político homogéneo. La Fundación Cubano-Americana de las décadas de 1980 y 1960, que adoptó una línea extrema contra el gobierno revolucionario, moderó su posición cuando Joe García, ahora miembro del Congreso, se convirtió en su director ejecutivo. Pero hay también un ala izquierda cubana, aunque pequeña, y existe un gran grupo de hijos e hijas de emigrantes que se han norteamericanizado mucho y cuya política no gira alrededor de la de la Isla.
Han pasado cincuenta y tres años desde que los revolucionarios tomaran el poder en Cuba y llegara a Miami la primera oleada de cubanos. Muchos esperaban regresar rápidamente a la Isla después de que la Infantería de Marina de EE.UU. les abriera camino, pero desde entonces han tenido lugar grandes cambios en el campo de las expectativas. Solo los ingenuos y utópicos creen ahora que el gobierno cubano caerá rápidamente; menos aún son los que piensan que Washington realizará acciones para que eso suceda. Durante décadas los cubano-americanos se han norteamericanizado, en especial la progenie de los primeros inmigrantes, y comparten la amplia panoplia de creencias que existen en todo el país, a pesar de residir en Miami, la ciudad más pobre de Estados Unidos. (El título le fue concedido por el Buró del Censo de EE.UU., el cual calculó que en Miami vivía en la pobreza un mayor porcentaje de residentes que en cualquier otra ciudad norteamericana con una población de más de 250 000 habitantes.) Sin embargo, pocos cubano-americanos merecen el término de “conservador”.
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